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Palmero de ida y vuelta
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LAS LEYENDAS DEL CARIBE

Estamos en el momento de la gran escapada. Cada cual imagina su trocito del edén y se sube a un vuelo de diez horas para llegar a la República Dominicana, Riviera Maya, Jamaica o algo parecido. Es la ensoñación del todo incluido: playas paradisiacas, cocoteros, bares abiertos toda la noche para ingerir todo tipo de combinaciones de tequila y ron, gente amable acostumbrada a tratar con el visitante. Es probable que las playas de Fuerteventura sean tan buenas como aquellas, Morro Jable tendría poco que envidiar, pero lo que cuenta es subirse a un avión y emprender el rito anual de las migraciones hacia aguas más cálidas. El propio viaje es una de las conquistas de la sociedad socializada, y la gente no está dispuesta a renunciar a ella ni siquiera en tiempos de vacas flacas.

Las leyendas urbanas han incluido capítulos de turismo excitante, según los cuales las mulatas son fogosas y están disponibles. ¿Ficción o realidad? Cada cual contará una versión distinta, y difícilmente comprobable. Punta Cana, Playa Bávaro, Puerto del Carmen o Cancún son algunas de esas etapas veraniegas. Norteamericanos a porrillo por la cercanía del imperio, españoles a mansalva, franceses, italianos, británicos. Resorts con playas en primera línea, plantaciones de caña, manglares, caobos, tabaco y selva tropical. En estos lugares los precios son inseguros y si pretendes llevarte un souvenir el regateo será a fondo. A 34 grados durante el día, y tormentas con lluvias copiosas de noche, sin olvidar que estamos en temporada de huracanes, que suelen afectar a lugares más al norte.

La pereza tropical todo lo contagia, en estos lugares no hacen falta los relojes pero una semana no da sino para mucha playa y par de excursiones a Santo Domingo, Chichén Itzá y las ruinas mayas. Cócteles a mansalva, ríos profundos, poblados de feo aspecto, deportes náuticos, discotecas que trepidan toda la noche. El panorama es complaciente pero todo es efímero, pues cuando cruzas la verja de entrada sabes que todo terminará tan pronto que ni te has dado cuenta. Los que prefieran el turismo cultural o los circuitos europeos deberían abstenerse. Pero aquí brilla el sol, relumbra el mar: una lengua turquesa. Hay que disfrutar la alegría de las noches, y esa luna inmensa que invita a hacer locuras.

 

 

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