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CON VARGAS LLOSA Y GARCÍA MÁRQUEZ, EN BARCELONA

Conocí a Vargas Llosa y a García Márquez en Barcelona, 1972 o 1973, en aquel tiempo eran íntimos amigos. Con Gabriel García Márquez compartimos alguna copa, el peruano nos invitó a almorzar en su casa. Lo entrevisté más de una vez. Al final del franquismo Barcelona era una ciudad que nos resultaba más próxima que Madrid, era más abierta, más burguesa, más liberal, más europea, por su cercanía a París y a Milán respiraba otro ambiente. A Barcelona venían con frecuencia las primeras figuras del boom latinoamericano: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Sábato, Donoso, etcétera. Y a Barcelona viajamos con cierta frecuencia en aquellos años en que conocimos a Juan Marsé, Ana María Moix, Esther Tusquets, la fotógrafo Colita y un puñado de escritores y artistas. La universidad de Barcelona estaba llena de estudiantes latinoamericanos, hoy en día con la actitud nacionalista y cicatera que discrimina gravemente la lengua española ya hay pocos latinoamericanos allí. 

Las primeras novelas de Mario constituyeron un equipaje imprescindible en la etapa iniciática en que devoré a los latinoamericanos. La riqueza del idioma, la vitalidad del continente, un Macondo que se expansionaba en nuestros corazones. A nivel personal, Mario es humilde y sabe escuchar; Gabriel tenía más la pose de las vedettes y consiguió su premio Nobel tempranamente, en 1982 mientras que Mario ha tenido que esperar más de veinte años en los que siempre fue uno de los favoritos que tropezaba con la negativa de la Academia sueca, personalmente temíamos que no le perdonasen su evolución ideológica y el haberse presentado como candidato aliado a las fuerzas menos respetables de Perú en su candidatura a la presidencia. Mario tenía buena comunicación con los escritores jóvenes, Gabo era más vanidoso. A niveles políticos, ambos fueron entusiastas de la Revolución cubana, Mario visitó la isla de Fidel cinco veces hasta que se fue produciendo su distanciamiento. El caso del poeta Heberto Padilla disparó ya su ruptura con Fidel; en cambio Gabo ha seguido siendo visitante asiduo de La Habana.

La evolución ideológica de Mario ha sido notable en los últimos años, en que se ha hecho un liberal de centro-derecha, admirador confeso de Margaret Thatcher. Sin embargo, sus novelas son abiertamente contrarias al poder establecido y por ello son reflexivas, humanistas, en ellas toma partido por los más débiles, son novelas que pudiéramos encuadrar en la izquierda.

Por muchas cosas Canarias se siente cerca de América. En Mario siempre admiré su gran rigor, el afán de trabajar como un obrero. Carlos Barral contaba que aunque fuera de vacaciones unos días a Calafell, Tarragona, siempre llevaba la máquina de escribir con él y todos los días se ejercitaba. A través de los grandes autores del boom latinoamericano chupábamos la novela francesa del XIX, la Generación Perdida norteamericana, los guiños de Kafka y Beckett, el clasicismo desde Flaubert y Tolstoi y Dostoievski, la modernidad desde Dos Passos a Faulkner, Hemingway y Scott Fitzgerald. Como novelista, Mario es admirable. Su evolución ideológica ha sido notable desde los tiempos en que censuró las arbitrariedades del régimen cubano, con el caso Padilla. Para la literatura universal fue una gran suerte que Mario perdiera su aventura política, que no lograse su aspiración de presidir su país. Este aparente fracaso rescató al mejor escritor, capaz de darnos después de su incursión en la política obras tan inolvidables como La fiesta del Chivo.

Le gusta venir a Canarias, acudió varias veces, la última fue precisamente el 6 de marzo de 2007, tarde en la que en la Casa-Museo Pérez Galdós de la capital grancanaria compartimos un coloquio organizado por el Aula Vargas Llosa del Cabildo en el que intervinimos varios miembros de la Generación de los 70. Cada uno de nosotros iba dando su interpretación sobre la genial obra del autor, mientras él escuchaba atentamente. Porque sabe ser humilde y atento cuando es preciso, porque en realidad no va de divo sino de currante. Por tantas cosas, desde hace años se merecía este galardón que lo consagra definitivamente en todos los idiomas.

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