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El derroche canario

¿Seremos capaces de dejar de crecer como ahora lo hacemos? La intensa población, 2 millones y medio de personas entre residentes y turistas diarios y la peculiaridad de un poblamiento disperso en las áreas interiores y muy concentrado en las capitales y el litoral, es nuestra característica determinante. Doce millones de turistas al año implican que seamos una economía de servicios y destino con dependencia del exterior, elevado consumo energético, alta contribución ante el calentamiento global y enorme vulnerabilidad. Dependemos de las decisiones de unos turistas y unos operadores externos a los que podemos atraer, seducir, incentivar y hasta subvencionar, pero no controlar. Y, para que se decidan en nuestro favor, necesitamos de atractivos climáticos, naturales y paisajísticos que van a evolucionar negativamente por efecto del calentamiento.

Dependemos del exterior para recibir la mayor parte de los alimentos que consumimos, en una proporción que no ha hecho sino aumentar en los últimos años. Pero ninguna de nuestras dependencias es mayor que la energética. El 94% de nuestra electricidad procede del petróleo, y solo generamos con nuestros propios medios renovables el 6% restante, cuando el conjunto del Estado, con un potencial de renovables mucho menor que el nuestro, alcanza casi el 17%, sin contar la hidroeléctrica. En estas condiciones, no nos podrá extrañar que nuestra huella ecológica, según el Ministerio de Medio Ambiente, sea 10"4 veces mayor que la superficie del archipiélago. Necesitaríamos 77.450 km2, en lugar de los 7.447 que tenemos, para producir los recursos que consumimos y absorber los residuos que generamos.

Tampoco podrá extrañarnos que el 53% de las emisiones de gases de efecto invernadero estén provocadas por el consumo eléctrico y la producción industrial de agua. Nuestra contribución a la mitigación del cambio climático requerirá un compromiso de cada residente y de cada turista, para reducir su consumo de electricidad y agua, y para disminuir o colectivizar la movilidad, para lo que tendrá que exigir de las administraciones la adopción de medidas territoriales y de transporte. Habría que luchar en doble frente: contra el cambio climático y a favor de un desarrollo menos insostenible.

En Canarias, el objetivo de reducir el consumo de recursos no renovables, incluido el territorio, mediante el ahorro y el uso eficiente, converge plenamente con el objetivo de mitigar el calentamiento; decrecer nos permitirá ser más sostenibles y menos emisores, al mismo tiempo y por el mismo precio.

Consumir menos agua y electricidad, rebajará el volumen de nuestras facturas y de nuestras emisiones. Hacer más sostenible nuestro territorio permitirá disminuir la movilidad y, por tanto, mitigar nuestra contribución al cambio climático.

Utilizar eficientemente ese territorio exigirá evitar la artificialización de los suelos con mayor capacidad agraria, y ponerlos en cultivo con destino al consumo interior, con reducción del transporte exterior, las emisiones y la vulnerabilidad. La finalidad ha de ser la conservación de nuestro patrimonio natural y cultural, la realización de las actuaciones, las infraestructuras y los corredores ambientales necesarios para reparar, en lo posible, los daños que hemos provocado en nuestro entorno, especialmente en los últimos años, y lograr que nuestra biodiversidad y paisaje sean más resistentes a los cambios que ya se están produciendo, a las sequías y plagas, a la erosión y la pérdida de suelos.

Desde una perspectiva territorial, el objetivo no puede ser otro que la implantación de un modelo menos insostenible, más compacto y equilibrado, un medio urbano más confortable y bello, unas ciudades que consuman menos suelo, energía y agua, que ofrezcan servicios mejores y más cercanos, y viviendas adaptadas a nuestro clima, eficientes energéticamente, habitables y cómodas. Y, para lograrlo, será necesario contener la expansión de nuestras grandes aglomeraciones capitalinas y litorales, potenciar los núcleos intermedios, y preservar y recuperar los valores naturales, paisajísticos y agrarios.

Y así, también contribuiremos a alcanzar los objetivos económicos, a mantener el turismo como locomotora de nuestro desarrollo, sumando a los atractivos actuales el incentivo de nuevas políticas, servicios y actuaciones ambientales, que compensen la conciencia y el bolsillo de nuestros visitantes, perjudicados ambos por un viaje contaminante y cada vez más caro.

El objetivo será convertir las islas en laboratorio de referencia para la investigación del clima, la biodiversidad, el ciclo del agua y las energías renovables y, aún más, la adaptación biológica, alimentaria, sanitaria, edificatoria y territorial al cambio climático; para asumir el papel que ofrece y demanda nuestra geografía y acometer con intensidad el codesarrollo y la colaboración con nuestros vecinos del continente africano. Pero cambiar los hábitos de una sociedad no es una cuestión de años, ni de una sola generación.

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