En el verbo de la mayoría de políticos e ingenieros, la naturaleza es considerada con asiduidad una pústula llena de despropósito que hay que contener y disciplinar, cuando no eliminar por el bien de la economía social y mundial ¡Así nos va! Según estudios la humanidad consume últimamente casi dos planetas al año lo que indica que vivimos muy por encima de nuestras posibilidades, es lo que se conoce como huella ecológica. Es evidente que nuestro impacto es tremendo e insostenible, pero nos da igual pues parece que eso no va con nosotros, es más pretendemos seguir destruyendo nuestro hábitat. Somos monstruos que nos creemos humanos.
Así, muchas personas cultas me han dicho alguna vez que “por un saltamontes de mierda no se puede parar el progreso de esta isla …” por lo que en su interiorizada estulticia elaboran continuos proyectos -a modo de bucles- que les permitan seguir rondando esos deseados territorios -que aún nos quedan casi vírgenes- buscando la forma políticamente correcta de cambiar los planes y las leyes verdes para así poder hincarles el diente y continuar con el terrible expolio de nuestro patrimonio natural.
Son paisanos con fijaciones especulativas que les lleva a no vislumbrar un porvenir más allá del cemento y el saqueo administrativo. Lamentablemente también pertenezco a este grupo de homínidos alopécicos que en su evolutiva locura se han creído que han sido concebidos “a imagen y semejanza de Dios”, convirtiéndose en una de las peores plagas que han surgido sobre esta Tierra enferma, a la que arrastran penosamente hacia una nueva extinción masiva desafiando con indiferencia la propia selección natural. Desde hace años la sociedad ha entrado en una dinámica de ocupaciones y consumos inconscientes que están arruinando nuestro futuro. Andamos sin percatarnos de los sutiles y continuos mensajes de alarma que nos rodean, que nos hablan de pérdida y destrucción de nuestro medio ambiente. Deambulamos sin querer ser conscientes que las pautas y los tiempos de la supervivencia los estamos acortando e invirtiendo, pasando de la desaparición de una especie cada mil años a mil especies por año. Como sociedad nos motiva y estimula gastarnos billones en consumir y destruir pero apenas invertimos en crear y recuperar. Somos incapaces de plantearnos que al final, todos lloraremos por los muchos paraísos irremediablemente perdidos al despedazar los delicados equilibrios que los sustentan por despreocupación, codicia e hipocresía.
Pero, lo peor de todo, es que aún así, seguimos creyendo que estamos capacitados para controlar nuestro entorno y domesticar eternamente la naturaleza, por eso incesantemente buscamos descubrir esa quimérica medicina que nos convierta en supervivientes siempre jóvenes e inmortales o bien fabricar aquella máquina que nos permita ir a conquistar lejanos planetas -algunos piensan que nacimos para ser una especie interplanetaria- que indudablemente saquearemos en nuestros afán por adaptarlos a nuestras necesidades y así poder sobrevivir al holocausto final de nuestra forma de vida.
Lo cierto, es que estamos ante una desalentadora huida hacia delante que coarta toda posibilidad de futuro convirtiendo esta vida en una desenfrenada carrera hacia la desesperación que acabará con la llegada a un punto sin retorno que nos ofrecerá -con la indolencia del fracasado- la agonía de este mundo.
Hay personas que no quieren perder el tiempo reflexionando sobre esto, prefieren que les sorprenda la tormenta; otras por el contrario lo tienen claro, “no volverán a ponerse alpargatas, antes se extinguen”, y son mayoría.
Espero y deseo que esto nunca ocurra, pero si llega ojalá esté muerto o chocheando, si aún así soy consciente, pues que no me queden lágrimas que derramar.
Sean felices en estas fiestas.
Nomada
Los mejores alumnos no viven en la isla, la fuga de cerebros de los últimos años deja a los palmeros en manos de los “últimos de la clase” que ven el progreso en la destrucción y la masificación como ha ocurrido con Tenerife o Gran Canaria.
Aún tiene encanto y es eso lo que la mantiene en pie. La naturaleza, la calidad de sus productos y la gastronomía son un emblema que debemos preservar.
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GALVA
Asi es el animal humano, por desgracia….
Su codicia y su devoción al vil metal es peor que la de Judas y Smaug juntos…..
Eso acompañado de una brutalidad y depredación propios de los ejércitos de Atila; pues hacen un cuadro mas desasosegante que el Triunfo de La Muerte de Brueghel, que podemos admirar en El Prado..
…..Triste es escuchar que, por “un bicho”, mi hijo no ha de dejar de comer..Una frase perversa en su fondo de manipulación y contenido mendaz…
Saludos.
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Reflexionando
Estimado Rafael:
Gracias por su artículo.
No me parece pesimista, me parece realista y honesto. Podemos mirar para otro lado, o bien tener la valentía de reconocer lo que hay. Comparto todas las ideas del artículo.
Nuestra capacidad de destrucción y de ocupación del medio aumenta a ritmo vertiginoso, y ha sido especialmente notable a partir de los años 60-70 del siglo pasado. Quien vio los valles de Aridane, de las Breñas o de la Orotava en esos años no los reconocería ahora. Basta con sobrevolar cualquier lugar de Europa de noche, o con buscar fotografías nocturnas del globo para darnos cuenta de que lo hemos invadido casi todo. Y estamos “progresando” rápidamente en la ocupación de las zonas todavía oscuras durante la noche: según un estudio serio publicado en 2016, hemos destruido la décima parte de los espacios naturales del planeta en dos décadas, y la destrucción es especialmente rumbosa en Sudamérica y en África.
Un amigo hacía la siguiente reflexión sobre la llamada “Infraestructura verde”, un término dudoso que se ha puesto de moda: “En realidad, lo que quieren decir, es que antes era verde, y ahora hay infraestructura en su lugar”. Conozco a mucha gente que se siente más cómoda rodeada de cemento que de naturaleza.
Nos estamos llevando por delante la biodiversidad. La deforestación en el Amazonas o en Indonesia es para echarse a llorar. Casi todos los grandes mamíferos, incluidos los primates, están en peligro de extinción. Porque les dejamos sin hábitat, porque nos los comemos. En el planeta quedan unos 500.000 elefantes; 100.000 gorilas; 30.000 rinocerontes; 30.000 leones; menos de 4.000 tigres. En cambio, la población humana tiene un crecimiento neto de 250.000 personas al día. Neto. Cada día.
Y luego está el cambio climático. La Organización Meteorológica Mundial ha confirmado que el 2016 será el año más caluroso desde que existen registros históricos. Y la tendencia está bien clara: 15 de los años más calurosos de la historia se han registrado desde el año 2000. Vaya, que prácticamente cada año batimos récords.
Vamos a acabar como los peces en un estanque cuando se han multiplicado demasiado y no queda suficiente agua ni oxígeno. No pararemos.
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PedroLuis
Nuestro amigo Juanramon “desparrama” cordura y sensibilidad sobre el uso sostenible de los recursos naturales. Y lo que resulta más difícil, predica con el ejemplo. Los que le conocemos lo sabemos. Enhorabuena.
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juanramon
“Pequeñas personas haciendo pequeñas cosas pueden conseguir grandes objetivos”.
No basta decir: “yo hago esto y ya cumplo con el planeta y la sociedad”.
Siempre podemos estar incorporando algo en nuestro modo de actuar para que La Tierra siga siendo un planeta habitable. Un ejemplo sería en relación a nuestra alimentación. Siempre se ha dicho: “consume productos locales”, sin embargo los productos que llamamos “locales” son todos introducidos (plátanos, tomates, coles, etc.). Tenemos muchas plantas silvestres, algunas también introducidas, que pueden convertirse en nuestra fuente de alimento. Son aquellas que llamamos “malas yerbas” y que arrancamos a mansalva y con desprecio en contra de la selección natural en aras de proteger aquellas que mimamos y cuidamos porque no están tan adaptadas al entorno.
La bicicleta también se está poniendo de moda y aún mucha gente sale a caminar para hacer un menor uso del coche. La presencia de carnet de guagua gratuito para pensionistas y desempleados es un privilegio que tenemos en esta isla.
Aprovechemos las cosas buenas que tenemos, sacándoles el mayor provecho posible para minimizar el impacto de esa huella ecológica.
Cuando somos convidados en una casa a comer, consumimos aquella porción que tenemos en el plato. ¿Por qué no nos comportamos así en la naturaleza en lugar de engullir tantos platos como podamos dejándola despojada y sin nada que ofrecer a los que vengan después?
Tenemos infinitas posibilidades a nuestro alcance, tan solo tenemos que abrir los ojos y extender las manos…
¡¡Saludos a todos y prósperos años nuevos!!
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maleables
Un poco pesimista lo veo, hay que confiar más en la humanidad. Seguro que algo se nos ocurre, y además nuestra capacidad de adaptación y nuestro instinto de supervivencia seguro que nos llevará a cualquier sitio.
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PedroLuis
Amigo Felo, terrible y apocalíptica reflexión. Así de tozuda es la realidad ecológica, otra cosa es que prefiramos ignorarla o mirarla de soslayo, disfrutando con los tenis que calzamos y olvidándonos de las alpargatas. Es humano; no todos somos capaces de hablar de “tú a tú” a los saltamontes.
¿Hasta cuándo?: No lo sabemos con certeza, mientras tanto anhelamos el hallazgo de ese otro planeta, nuestra única esperanza para mantener la felicidad que nos reclamas. Para entonces, serán caros los billetes y, entre esa mayoría que nos dices, habrá sobredemanda.
Es Navidad: felices pascuas y un fuerte abrazo para todos.
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