Conocí a Susy Arencibia hace bastantes años, en uno de esos recorridos literarios que el cronista de Telde, Antonio María González Padrón organizaba por distintos puntos del casco de Telde entre los que se hallaban las casas natales de Montiano Placeres o Saulo Torón, entre otras. Y el cronista nos invitaba a leer algún poema.
Más tarde Susi nos atrajo a sus recitales poéticos, a programas de radio que realizaba también en Telde. Y casi sin darnos cuenta nos hicimos amigas. Amigas con las que compartimos cenas festivas-literarias en nuestra casa y, ella generosa, traía sus especialidades gastronómicas: algunas eran de origen palestino. ¡Cocinaba tan bien la fideau! Ella dominaba los pequeños placeres, hablaba, gesticulaba, dramatizaba, montaba escenas divertidas, interrumpía, contaba chistes, abrazaba a todo el que estuviera cerca. Sabía disfrutar y hacer felices a los que estuvieran a su alrededor. Así era Susi Arencibia.
Algunas veces venía con su amigo el pintor plástico Pepe León, quien tocaba la guitarra mientras los demás le acompañamos cantando y batiendo palmas. Los dos se convertían en el centro de atención. Otras veces escuchábamos música de los sesenta. Entonces ella se quitaba los zapatos, arrinconaba todos los muebles. ¡Era tan diligente! Y nos poniamos a bailar. Ella sabía hacerlo con una gracia tan grande que, la mirábamos con expectación. La verdad es que nos sobresaltaba, nos volvía loco.
Cada primer sábado de mes realizaba sus Veladas poéticas, en el Círculo Cultural de Telde en el Molino del Conde, allí reunía un grupo de amigos. Acompañaba los recitales de poesía con actividades musicales. Ahora solo recuerdo unos pocos nombres pero participaron entre otros Alberto Pereira, Nino Jiménez y quiero destacar a la cantante y guitarrista Carmen Rosa Marrero.
Susi era amiga de sus amigas, real y verdadera integrada y sostenida por el afecto hacia los demás, tanto que hizo homenajes a algunas de ellas. Recuerdo algunos como el homenaje reconocimiento que realizó a las poetas Soli Medina y Pino Naranjo, en el Círculo Cultural de Telde o el Memorial a título póstumo al poeta Antonio Monzón Amador, escritor teldense y boxeador en los años 50.
En el 2014 presentó en el Casino de Telde un libro con un título muy sugestivo: Flotando hacia el cielo. Un poemario que según afirmó la autora es un canto a la vida, al aire, al sol, a la luna, a todo ser viviente, quizás también al inacabamiento de la vida.
Por eso, hoy a pesar de mi tristeza por su marcha, brindo por tantos placeres y recitales poéticos- musicales que realizó hasta que el cáncer, esa espantosa enfermedad se la fue llevando poco a poco.
Brindo por las ilusiones compartidas, por la amistad y el cariño de cuando nos creíamos inmortales.
Las Palmas de Gran Canaria, 5 de abril del 2019
Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com
pevalqui
Una verdadera lástima que Susi se fuera tan pronto. Los judíos, como bien saben, cuestionan a ese Dios quien dicen, te pone a prueba para que luego salgas fortalecido una vez sobrepasado el sufrimiento. Las veladas en Tiscamanita fueron magníficas “Días de vino y rosas” pero con happy ending. Y todos contentos para casa. El fondo musical de Henry Mancini, hubiese estado asegurado. Gracias igualmente.
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lleon
Pedro: qué memoria, y qué detalles. Magnífico observador, gran cronista. Sí: veladas entrañables, gente de “mal vivir” que vale mucho. Un abrazo cordial.
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rvalcarcel
Gracias, gracias, hermano por este conmovedora y hermosa respuesta.Ciertamente cuando ella nos acompañaba a lo que yo llamo la celebración de la vida a las fiestas literarias-festivas ella nos seducía con su sensualidad y vitalismo.
Un beso grande, grande
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rvalcarcel
Sí, LUis, muy querida por sus amigos.
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pevalqui
Ayer por mañana al levantarme de la cama, al tiempo que abría mi correo en el móvil, recibí de tu parte una desagradable sorpresa: Susi Arencibia había fallecido. Con el añadido del escrito que subiste al Apuron. Tras responderte, aun con el sopor del despertar mañanero, me apresuré a bajar los escalones en dirección a la cocina, para preparar el zumo a Conchi y a mi hija Miriam, con la lógica pesadumbre que te produce una mala e insospechada noticia, mientras revoloteaba por mi cabeza el recuerdo de la tarde noche hasta bien entrada la madrugada, que compartimos con Susi junto con otros invitados en tu casa, donde suelen acoger tanto Luis como tú, a esa gente que no hace mucho tiempo, solían señalarse como “del mal vivir”: poetas, escritores, artistas y gente relacionada con el mundo de la cultura. Gente con contenido, gente desinhibida, afable, y que va a tu casa con el propósito de compartir un rato agradable, ante dos estupendos y generosos (conste que no lo digo por rasgos de consanguinidad y/o familiaridad), anfitriones en la vivienda de ustedes, en la que son, somos acogidos con sonrisas, buena comida casera, generosidad a raudales y donde tampoco falta ni la música para los nostálgicos, ni el calor humano que nos proporcionamos, mientras tratamos de arreglar o quizá desarreglar, el mundo que nos ha tocado vivir, entre sonrisas, risas, caras circunspectas, semblantes serios, y hasta sonoras carcajadas según la deriva de la conversación, y músicos improvisados entre los contertulios que nos suelen deleitar, intercalados por unos buenos bailongos.
No recuerdo con exactitud el tiempo transcurrido desde aquella efeméride, acaso seis, siete, u ocho años años, dado que cada vez que pienso en la gente querida que se nos ha ido -padres incluidos- y echo la mirada hacia el pasado más inmediato, pareciera como si en estos últimos años, el tiempo hubiese volado.
Tras las presentaciones de rigor, Susi quedó ubicada a mi izquierda siguiendo el orden de los comensales establecido por Rosario. Llevó una generosa bandeja con una vena de carne al horno y un flan de postre. Tras las fotos de rigor, y aún sin que Luis hubiera servido la segunda copa de tinto, una vez degustados los patés, las aceitunas, la ensalada y el queso, que como entrantes usuales completaban la mesa redonda, Susi y yo habíamos intercambiado conversación. Lo típico: el trabajo y experiencias cotidianas más gratificantes, salpicadas de anécdotas familiares.
Una vez consumidas tus tortillas y surtido de croquetas, acompañadas por una carne horneada, los postres, y los bises de vino que repartía nuestro Luis, pasamos al salón, despojándonos de los usos más tradicionales según los dictados de la civilización que dictan que cada oveja se sienta con su pareja. Salvo alguna excepción.
Sentados a la espera de nuestro “Café Luis”, atendiendo a mi denominación, acompañado de generosas pastas de chocolate, ambrosías y galletas mientras degustábamos licores, mistela y un generoso ron añejo que Luis tiene a bien sugerirnos en medio del calor del debate. Al mismo tiempo, resuenan en los oídos los beats de las mega Denon susurrándonos “Un sorbito de champagne” y “Lola”, ambos de los Brincos, con el añadido de la música setentera y disco ochentera, intercalada con alguna pieza clásica.
Y Susi, que previamente me había comentado su descendencia artística como sobrina del pintor Jesús Arencibia, se desató. Poseída por el espíritu de la cantante británica Sandie Shaw, en aquella inolvidable canción “Puppets on the string”, se descalzó, moviendo las caderas al ritmo del twist, contorneándose al tiempo que subía y bajaba su generoso esqueleto impregnado mayormente de amarillo chillón. Haciendo bueno el dicho de que a partir de los cuarenta pierdes la vergüenza. Disfrutaba cada segundo del evento como si fuera el último. Es el mejor recuerdo que guardo de aquella noche, mi sentido homenaje póstumo para ella. Mi inesperado, hasta luego.
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lleon
Una mujer especial, generosa y sensible, que organizaba muchas veladas poéticas en Telde, y que fue querida por mucha gente del sector literario
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