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Sexo, corazón y vida
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Alberto R Valcárcel, un palmero en Holanda. Con vídeo:


Compositor y obra: Claude Debussy -Clair de Lune
Guitarrista: Alberto Rodríguez Valcárcel

Con frecuencia tenemos la sensación de que la casualidad o la causalidad diseña nuestro destino, que todo va más allá de la sincronicidad, que nada ocurre por azar o que simplemente el mundo es un secreto por descubrir.

-Quería empezar a tocar el piano- me confesó Alberto Rodríguez Valcárcel-, pero no quedaban plazas en la Escuela Insular de Música de La Palma, por lo que acabé en guitarra.

Lo cierto es que desde niño escuchó a su padre José Alberto Rodríguez Camacho, tocar la guitarra en su casa, en conciertos en la isla de La Palma y fuera de ella. Interpretaba desde el Barroco a la música Latinoamericana del siglo XX. Amaba con todo su corazón a compositores como Bellinati y el argentino E. Martín. Autores que inspiraron y representaron para el joven Alberto la opor¬tunidad de disfrutar las quimeras de la adolescencia, tanto que se pregunta:

-¿Qué habría sido de mí sin esos sentimientos que han crecido conmigo y, que nunca me han abandonado? ¿Qué habría sido de mí sin la magia ni la influencia directa que me legó mi padre?

¿Acaso aquella melodía me enviaba señales? Sabemos que la música es un misterio, pero un día, poco a poco se empiezan a unir las piezas del rompecabezas y, la guitarra le permitió exteriorizar sus emociones en esa etapa de timidez, inseguridades y miedos por la que pasamos en nuestra infancia. Y comienza sus estudios musicales en la Escuela Insular con Alfonso Ortiz de Guinea Pereda. Más tarde se matricula en una ingeniería (hoy, no sería capaz de imaginar su vida en ese campo), e hizo la prueba de acceso al Conservatorio de Gran Canaria.

Logra entrar en el Conservatorio y estudia durante cuatro años el Grado Superior. Y, de pronto gana una beca de excelencia, a través de la Fundación Mapfre Guanarteme, para sus estudios de Postgrado en la universidad de Fontys en Tilburg, Holanda con los maestros Marlon Titre y Johan Fostier. Ese hecho le cambió el enfoque que daba al arte. Se sintió como si hubiese ascendido al estadio más alto de su vida. Lo transportó a un mundo desconocido, a un mundo totalmente nuevo en el que ha recibido clases de maestros de la talla de David Martínez Joaquín Clerch, Iliana Matos o Leo Brower entre otros. A un lugar en el que trabaja y vive desde hace cuatro años, y desde dónde, a través de conversaciones telefónicas, me confiesa:

-La beca de Mapfre para estudios de Postgrado fue un rayo de luz caído del cielo para todos nosotros. Aún no me creo que haya sido posible.

El pasado agosto viajó a Granada con su madre, Nieves Valcárcel Carmona y su tío Josito Cabrera. Y qué mejor lugar para comprar una guitarra de la que se dice que su origen es árabe. Una escapada para visitar el taller del Maestro Paco Santiago, el regalo que le dejó su padre y, por supuesto su madre. Una escapada para disfrutar del paisaje del poeta García Lorca, de los rincones de luz entre los entramados de geranios, un viaje para seguir creyendo en los sueños. Toma la guitarra, realiza acordes, punteos, rasgueo y, después en silencio se abraza a ella, la hace suya y le asaltan tantos recuerdos, tantos agradecimientos.

– Al llegar a los Países Bajos, comprobé que el país ha hecho una “compra” de talentos. En la mayoría de los grandes conservatorios, los maestros/as son extranjeros, pues Holanda hace una gran inversión en cultura, concediendo sueldos dignos y flexibilidad horaria a los profesores. Les permite compaginar actividad lectiva con la de intérpretes, algo que por las leyes de competencia españolas es imposible de concebir.

Y amplia:

-En España, los programas de postgrado existen, pero son escasos, y no todos los que se imparten dan una titulación válida y una formación completa y, a veces, parecen cursos de larga duración más que Masters en sí. Además de lo excesivamente costoso con respecto a países como Alemania, Holanda o Bélgica. Por lo que nos fuerza a muchos de nosotros a continuar nuestra formación en el extranjero, lo cual es una experiencia increíble y apasionante una vez vivida, pero para muchos es algo que no nos podemos permitir.

No obstante, el futuro de un guitarrista no es fácil en una España de desconcierto y de oscilaciones ideológicas y culturales. Los guitarristas deben afinar en la elección del repertorio y en la habilidad para tocar la selección con convicción.

Y en ese camino, Alberto transmite belleza, crea una sensación de cercanía con el público. Busca alternativas fuera de su instrumento, se acerca a otro repertorio (de momento pianístico), tanto para conocerlo, como para mostrar las capacidades de su propio instrumento a la hora de interpretar obras de Chopín, Debussy o Albeniz… mediante arreglos propios o de otros guitarristas.

Y le pide al Universo sabiduria para lograr la melodía a través de cromatismos y armónicos, le pide lograr ejecutar su música con tal expresividad que emocione al público. Y con esa responsabilidad no deja de inspirarse en dos grandes del piano, como Kissin o Trifonov que, además de su virtuosismo, exponen una musicalidad y un fraseo que escapa a la comprensión humana.

Alberto R. Valcárcel, humano y sencillo, riguroso en su trabajo y sensible, le pide al Universo que no dé más sorpresas, con eso se conforma.

Rosario Valcárcel es escritora
Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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