La dichosa pandemia del Covi19 no termina de despedirse, ni los fuegos de verano, ni los cataclismos que provoca el planeta, como el drama del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma, que igual que la parca ha iniciado su viaje de destrucción y dolor. Actualmente vivimos con la sensación de pérdida, de sabor a muerte, de no saber con claridad como sucumbir en este planeta por el que transitamos.
Pero los estudios han demostrado que tras un desastre natural, la gran mayoría de las personas reaccionan con valentía y se adaptan a estas situaciones estresantes sin desarrollar gran tipo de psicología grave.
Mas la vida es más sorprendente de lo que habíamos pensado o soñado y, el miedo y la amargura, los problemas de concentración, la pérdida de memoria nos ha alcanzado y hemos sufrido la ruptura interna, perturbaciones, tormentos que se ha quedado grabados en la memoria. La pandemia, la crisis sanitaria, la falta de interacción social el cambio climático, la inestabilidad económica nos está llevando a un incremento de diagnóstico de trastornos psicológicos serios. Un estudio internacional estima que la crisis del coronavirus provocó 53 millones más de trastornos depresivos.
Y, a pesar de que actualmente nos estamos incorporando a la nueva normalidad, al reencuentro por fin presencial, a cumplir nuestros deseos, esos que hace muy poco tiempo parecían incansables. A retomar los latidos callejeros, el ocio nocturno, los bailes, la belleza de la cotidianidad, el placer de las pequeñas cosas. Otros, sin embargo, aterrados, no se quitan las mascarillas ni en los lugares permitidos. Viven sin disfrutar del otoño dorado, la montaña ni el mar, las tardes apacibles y las noches estrelladas. Viven con una sensación de terror, que les lleva a seguir batallando con el sufrimiento, la tristeza, la confusión, sin plantearse la opción de ir aligerando cargas, asumiendo, eso sí, todo lo vivido.
Viven con el alma en un puño, se niegan a compartir mesa con otro amigo que no sea conviviente. Aun hay un miedo exagerado a ser tocado, temen el contagio, que lo alcance la enfermedad, la incertidumbre, las miserias diarias. Solo se sienten seguros en su aislamiento, en su propia cueva, en su propio mundo.
– No podremos vernos, lo siento, lo siento. Salir de casa es muy peligroso. Nada es seguro.
Me dijo mi amigo Juan Ignacio, a través del teléfono, a pesar de que yo había recorrido dos mil quinientos kilómetros para compartir un ratito de amistad.
Lo triste es que los grupos más afectados han sido adolescentes, jóvenes, mujeres, personas mayores con enfermedades mentales previas y clases sociales más desfavorecidas, todos ellos han sentido una gran impotencia por no saber cómo defenderse de un enemigo invisible y letal. Por la incertidumbre ante un enemigo que nos ha llevado a la enfermedad, la pobreza, las colas del hambre, al infierno o al paraíso para siempre. Nos ha llevado a un incremento de diagnóstico de trastornos psicológicos serios.
Pero como afortunadamente el tema de la salud mental ya no es un tabú, ell@s han buscado ayuda psicológica, experimentando una gran crisis en el sistema público sanitario en España.
Una crisis que ya existía mucho antes de marzo del 2020, en la que, a diario, se suicidaba una media de 10 personas en España. Los ataques de ansiedad y los trastornos depresivos estaban al alza e íbamos a la cabeza de Europa en el consumo de ansiolíticos.
No estamos preparados para esta pandemia, ni para ningún cataclismo. Vivimos con la sensación de destrucción, de sabor a muerte, de no saber cómo sucumbir en este enloquecido mundo que nos lleva a esa desesperada confusión y al delirio brutal que alimenta las enfermedades mentales, el ofuscamiento que nutre la enfermedad, el mal, el vacío, la nada.
Los líderes de la tierra se han visto en encrucijadas dramáticas, en fenómenos complejos, en tener que buscar asesoramientos, curas secretas, en tomar opciones algunas veces no entendidas: entre salvar a millones de personas del virus, atender a uno de cada cinco españoles que sufren depresión o destruir millones de vidas por la quiebra económica.
Decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano: …El destino es un espacio abierto y para llenarlo como se debe hay que pelear a brazo partido contra el quieto mundo de la muerte y la obediencia y las putas prohibiciones.
Y para que no nos alcance la frontera entre la locura y la muerte debemos trabajar las emociones, eso es lo prioritario. También urge algún tipo de reforma drástica: campañas de sensibilización; formación y capacitación en los ámbitos sanitario y educativo. Actualización de la estrategia de salud mental. Aprobar un plan nacional de prevención ante los trastornos mentales. Además de estar convencida de que es necesario aumentar las ratios de psicólogos y psiquiatras por habitante en la Sanidad Pública, así como en atención primaria para que las terapias en grupos vulnerables no sea un privilegio de unos pocos.
Blog-rosariovalcarcel.blogspot.com
rvalcarcel
Totalmente de acuerdo con usted. son tantas/ y tantos los que rezan, constantemente, a las deidades con la esperanza de ser escuchados, ayudados, confortados…
Gracias por la lectura y el comentario, apurando.
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apurando
Simplemente nos ha tocado vivir algo, solo algo, de lo que más de un tercio de la humanidad vive a lo largo de toda su vida.
También estamos teniendo ocasión de valorar en su valiosa medida cosas y, sobre todo, relaciones y actividades, que dábamos muchas veces por supuestas y que, por tanto, solíamos infravalorar.
Y desde luego, hemos podido aprender que la salud de los demás nos afecta, que es nuestro interés que estén sanos, y en este caso, vacunados: que, por ejemplo, poner dinero nosotros para que puedan vacunarse otros, no es cuestión de buenismo, sino que aumenta la efectividad de las vacunas que nos han inyectado…
Yo diría que no es poca cosa. Un saludo.
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rvalcarcel
Oooh Pedro, Un recuerdo tan cargado de emoción! ¡Y con cuánta dignidad llevó la protagonista de este relato su enfermedad! Bessss y feliz finde.
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pevalqui
Hace muchos años, tuvimos ocasión de asistir a una larga enfermedad de un familiar cercano que vivía en Santa Cruz de La Palma, en la calle O’ Daly (prefiero llamarla así, tal y como la he vivenciado siempre, antes que por su nombre actual de calle Real). Todo comenzó con un desprendimiento de retina que la retenía en su casa dentro de una habitación a oscuras. Días, meses, años de sufrimiento, continuos viajes a Madrid para tratarse de sus dolencias. Agotadores en aquellas circunstancias. Aquello se prolongó por espacio de casi veinte años. Recordarás aquella anécdota que terminó convirtiéndose en motivo de chanza familiar, cuando papá, que solía llamarla por teléfono para preguntarle por su estado de salud, ella respondía siempre con un lacónico, “todo bien gracias a Dios”. La tenacidad de su carácter y su educación evangélica, unida a una inquebrantable fe cristiana, era según comentábamos, el motivo que la mantenía firme y con vida. Ahora con el paso del tiempo y tras hacer una nueva reflexión sobre aquel hecho, que llegó hasta sobrecogernos, uno llega a pensar que no quería hacer partícipe a nadie de su sufrimiento. Probablemente por un posible sentimiento de culpabilidad, o quizá, porque no aceptara la palabra que reconforta, porque ella no tenía que pedir perdón a nadie, ni recibir ayuda alguna, excepto de Dios. Una lucha incansable e interminable por la vida. Un ejemplo de dignidad personal que siempre y ahora con más énfasis, recuerdo. Un dolor que ella vivió con resignación cristiana, emulando al sevillano Cristo del Silencio, ubicado a escasos metros de la Virgen de la Amargura, que custodia el altar mayor, escondido en una de esas tantas pequeñas iglesias en el casco antiguo de la ciudad hispalense, entre calles estrechas y balcones enrejados, en el barrio de San Juan de Palma. Por esta vez, permítaseme la ironía, creo haberme ganado al menos un mes de indulgencia divina, siquiera como amante de la imaginería. Tengo la certeza que la Virgen del Pino, cuya medallita llevo conmigo en una pequeña cartera donde guardo las llaves de mi casa como de mi coche, sabrá perdonármelo.
Otro ejemplo de lucha por la vida y el deseo de vivir, es el de Pau Dones. El vocalista aragonés de Jarabe de Palo, quien víctima de esa terrible enfermedad, nos dejó hace algo más de un año. “Vivir es urgente”, fue el paradigma que guio la última etapa de su vida. Su canción “Grita” https://youtu.be/cjpZa-UGPNQ es todo un icono de su lucha personal, una invitación a vivir, como de la aceptación de su irremediable futuro. Su obra y recuerdo, permanecerán por siempre entre nosotros. Sirva igualmente de ejemplo al tema que nos ocupa en tu blog.
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rvalcarcel
Magnífico el desarrollo que has hecho sobre el tema de los estragos que nos está dejando el volcán, la pandemia, la vida que no es fácil para tod@s. Gracias y un abrazo apretado, hermano querido.
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pevalqui
Tal y como te había comentado por otro medio, muy poco que añadir a tu estupendo diagnóstico acerca de las consecuencias psicológicas del Covid. Así ha sido y ciertamente, así es. El miedo es libre, reza el dicho popular. Especialmente cuando éste ha sido infundido, aunque en el caso que nos ocupa, con evidencias científicas. Junto con el sentimiento de culpabilidad, son probablemente, los más nocivos para la salud mental. Pueden llevar a inhibirte y hasta paralizarte por completo. Esa negación a aceptar la vida, para aplicarse -aun con la debida prudencia-, al goce y al disfrute de lo que está a nuestro alcance. De recuperar poco a poco lo que nos hemos dejado en el camino, y afrontar el futuro más inmediato con una actitud positiva.
Quisiera centrar mi comentario, más allá de tu acertado análisis, desde un punto de vista más global, sobre esos aspectos de la salud mental a los que también haces referencia. Sin ir más lejos, convendría reflexionar sobre el por qué la inmensa mayoría de todos esos y esas profesionales que voluntariamente asisten psicológicamente a las personas afectadas por el volcán, tratando de insuflar ánimos y esperanza, y que están haciendo una enorme labor en La Palma, no perciben remuneración alguna por el desempeño de su trabajo. Esto simplifica y clarifica aquello sobre lo que estamos tratando. ¿Qué decir de quienes no pueden permitirse recurrir a un profesional para que les ayuden?
La salud mental aparte de seguir estigmatizada, sobre todo para quienes sufren por ello, siempre ha sido una de “las marías”, de la sanidad pública española. En su día, don Torcuato Luca de Tena a través de un espeluznante y descarnado relato en “Los renglones torcidos de Dios”, puso de relieve, la situación de tantos sanatorios psiquiátricos, a través de una historia ficticia ubicada en un sanatorio psiquiátrico en el norte de España, pero con tintes que nos acercaban a la realidad que se vivía en aquellos tiempos no tan lejanos, a pesar del empeño de tantos buenos profesionales, por cambiar el rumbo de los acontecimientos. Cuando la reclusión y en muchos casos el electrochoque, eran los únicos mecanismos existentes para tratar las enfermedades mentales una vez que éstas se patologizaban. Diversos factores que aunados generaron la llamada Antipsiquiatría. Considerada por sus detractores como un movimiento contracultural, pero que sin duda alguna “hurgó” en determinadas praxis psiquiátricas, que a la vista están, poco o nada -salvo en determinados casos-, aportaron a la salud mental de los en muchas ocasiones, mal llamados, enfermos mentales, cuando se trataba de inadaptados sociales, carentes de las habilidades necesarias para enfrentar la vida. Sobre este aspecto como sobre otros relacionados con el psicoanálisis, la escuela psicoanalítica francesa encabezada por Lacan, menos ortodoxa que la freudiana, y algunos críticos como Michel Foucalt, y más recientemente el sociólogo Didier Eribon en “Escapar del Psicoanálisis”, extendiendo el debate hacia la cosmología en la diferenciación de los sexos, como de la jerarquía asociada, hicieron importantes aportaciones. Cambiando algo de tercio, según Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y sus supuestos asesores, hay determinados aspectos de la masculinidad relacionados con el machismo. Es por ello, que ha creado un taller dotado con un millón trescientos mil euros. Ya lo vaticinaban “las Niñas”, con un aire flamenco hace algún un tiempo con “Ojú”. Muchos estigmas sociales han cambiado. https://youtu.be/3ccksW1m4sg Esperemos que la siguiente crisis que dicen se avecina, procedente de China, no nos lleve a una nueva catarsis colectiva. Porque como hubieran dicho “Las Niñas”, esto no hay cuerpo ni mente sana que lo aguante, “mi arma”.
Los terapeutas en salud mental propugnan que aquellas personas más felices son las que tienen una vida social más rica y diversa. También la que te otorga la posibilidad de realizar actividades gratificantes, según la singularidad de cada cual, y del mantenimiento de los enclaves afectivos, sobre todo de los más próximos. Hoy en día, asistimos a la cultura de lo efímero, del hedonismo y de la inmediatez. La impaciencia nos impregna por completo. La virtualidad en las relaciones sociales rige nuestra forma de relacionarnos. La dinámica de las relaciones familiares junto con las obligaciones laborales, han abocado a millones de niños, niñas y jóvenes, al uso de los video juegos y de los chats, ejerciendo de esta forma, su única manera de relacionarse. El culto a la imagen y el narcisismo se ha apoderado de buena parte de nuestra juventud, sin acceso a la cultura, esa que te proporciona una mayor amplitud en la forma de interpretar los hechos que nos rodean, a la mejor resolución de muchos de los problemas, a un disfrute más pleno de la vida. Si todo lo antedicho lo conjugamos con la problemática socio familiar y laboral que tanta gente debe enfrentar, nos encontramos muchas veces en medio de un cocktail mortífero, de un entorno agresivo, hostil y autómata. Cuando la desesperación se ha apoderado del ser humano, y la vida se ha convertido en una lucha por la subsistencia.
Recientemente, el gobierno presidido por Pedro Sánchez ha impulsado un Plan de Salud Mental, dotado con 100 millones de euros, promoviendo la especialidad de Psiquiatría Infantil, abriendo el abanico de posibilidades para la prevención y ayuda de las conductas suicidas, que como bien comentas, aumentan de manera preocupante en nuestro país, junto con un teléfono de asistencia profesional gratuita, para intentar poner freno y remediar en lo posible, hechos tan lamentables como que alguien decida acabar con su propia vida. Ya comienza a abordarse desde las escuelas y en los IES, abordando mediante equipos multidisciplinares las conductas nocivas y el bullying: la antesala de muchas conductas suicidas. Probablemente sea una cantidad insuficiente. No conozco el proyecto en profundidad. Pero al menos señala una luz que implica reconocimiento y algo de alivio. Queda mucho camino por delante. Es necesario recorrerlo a la mayor brevedad posible. Fuerza a la Palma. Especialmente para todos aquellos y aquellas que se han visto más afectados.
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