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EL KIOSCO DE LA PLAZA
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En memoria de César Calero.

Dulce generación la suya .Dulce y amarga generación que la vida fue descuartizando. ¡Cuánta luz por el suelo! ¡Cuánto amor sin alumbrarnos!
Aquí, nosotros. Del otro lado, César Calero, resplandeciente como un arcángel. La primera vez que lo vi me vino a la memoria la figura de San Rafael coronada de luz la larga cabellera y un par de peces en las manos. Y así lo recuerdo caminado por la orilla hasta lo más alto de la playa. Su cuerpo brillando bajo el sol. Como un retrato renacentista su cabeza, su frente, los hombros…
Desde este otro lado en el que siempre vivió, vuelvo a reproducir aquella imagen en mi memoria. Y quiero recordarlo así, como aquella mañana en Los Cancajos: César saliendo del agua, radiante, deslizando los pies sobre la arena. La hermosa cabeza coronada de sal. Riéndose.
César Calero caminaba delante, y, detrás, los demás ángeles. Un grupo de muchachos felices ajenos aún a la vida y las torpezas de la vida. Muchachos iluminados por la llama interior de sus deseos y la esperanza de aquello que un día imaginaron sería un mundo mejor en el que ellos habitarían por derecho propio. Sin permiso de Dios. Y como los ángeles, se enfrentaron a las decisiones supremas. Y como los ángeles, fueron expulsados del paraíso.
Esa mañana los vi. salir del agua, la melena sobre los hombros, la hermosura de sus cuerpos chorreando vida. Iban camino de la tierra prometida.
En la orilla, mi mirada.
César Calero caminaba al frente. Y sonreía. Sonreía sobre nuestras cabezas. Por encima de nuestras cabezas. El siempre caminó por encima de las cosas y por encima de su propia vida. Su clausura fue solo eso: una reivindicación de lo que amaba, no de lo que transcurre calle arriba y calle abajo. Huyó del ruido que le era extraño. Huyó de encuentros inútiles, de inútiles ofrendas, de la falsedad de los falsos rituales.
Su mundo, como el mundo de los arcángeles, era especial y distinto. Había poesía en él. Una rara afición apátrida que se enfrentó al dragón de la soledad y la tristeza.
No. No fue un arcángel vulgar. Dios sabe bien que no lo fue. Se inventó un mundo imposible, irreal y mágico donde habitaba rodeado de fantasmas. Sus propios fantasmas y los fantasmas de los otros.
Y, quizás, por eso, en la otra orilla, los demás, esperando…

ELSA LOPEZ (D.A. 21.10.09)

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