LIBERTAD DE INEXPRESIÓN
Extractos del libro« Libertad como pasión », de Daniel Innerarity.
“…En nuestra civilización el decir tiene más prestigio que el callar. Tanto tiempo reivindicando la libertad de expresión ha vuelto sospechosa la demanda de un derecho al silencio…”
“…Antes había contestatarios; lo que hoy abunda son los contestadores. No me refiero a esos artilugios de gusto dudoso, sino a un tipo humano que prospera, sin escrúpulos a la hora de emitir su opinión, inasequible al desconcierto y rápido, fundamentalmente rápido. Imperturbable en su seguridad, sabe siempre qué es bueno o malo, conoce la verdad y desnuda la mentira, receta con seguridad lo beneficioso y nos advierte contra lo perjudicial…”
“…Pero todos los grandes espíritus que han saboreado las dimensiones más profundas de la libertad han vislumbrado alguna vez esa región apenas explorada donde la mudez construye un espacio de libertad que nos protege de una sutil intolerancia: de la obligación de decirlo todo y tener a punto para todo una opinión, disculpa o justificación…”
“…La libertad de inexpresión ha de ser reivindicada junto con la inexactitud. Lo que el verbalismo no parece comprender es que todo acto de habla es una acotación y, por tanto, una renuncia a decirlo todo en una expresión definitiva, que los silencios pertenecen a la misma sustancia de la sonoridad, que la palabra oculta mucho más de lo que desvela, que los silencios acotan los límites de lo expresado gracias a los cuales podemos reconocer su significación. La comunicación humana es imposible si no se dice nada, pero equívoca si se pretende agotar todo significado. Toda expresión precisa lo es tanto por lo que dice como por lo que sugiere, encubre, disimula, inventa o deja en la ambigüedad…”.
“…Desde Sócrates, el silencio ante la injusticia ha sido más elocuente que la verborrea de los acusadores. Lo que los sabios oficiales, Herodes y los torturadores que en el mundo han sido no soportan es la razón profunda y la insobornable dignidad del que calla. Unamuno advirtió la existencia de dos situaciones en las que no hay nada que decir: ante una verdad evidente y ante una absoluta sandez. Tener razón no depende de que otros nos la concedan. No hace falta ser un elitista para desconfiar por principio de las opiniones que encuentran una fácil acogida. Deberíamos ver en el aplauso mecánico y poco razonado un asentimiento superficial, mientras que las verdaderas convicciones sólo arraigan cuando se han abierto paso en medio de la dificultad….”
“…De nuestra intolerancia ante la inexpresión es buena prueba el hecho de que el silencio -en un ascensor, entre una conferencia y el coloquio posterior, tras una pregunta- se vive como cargado de tensión. Pero una sociedad sana necesita una serie de instituciones del silencio que economicen la palabra y el decir: el silencio puede ser manifestación ante lo innombrable, hay también silencios deontológicos, el beneficio procesal del silencio (válido para el inculpado, no para el testigo), el silencio soberano de las víctimas, el silencio estético previo a un concierto o el ritual en un templo…”