Me da igual los de ámbito nacional, que los de las administraciones regional o local. Un regidor (socialista para más datos) viajó a Madrid para asistir a la final de la Copa del Rey de fútbol y lo hizo en avión para ganar tiempo. Sin embargo, se destapó por fuentes acreditadas del propio Ayuntamiento que ordenó viajar a su coche oficial con el chófer y un escolta para irle a buscar al aeropuerto y trasladarle posteriormente al palco del estadio y más tarde al hotel. Total, el viaje salió a los contribuyentes sevillanos por casi cinco mil euros.
El ejemplo, uno más de los que a diario podemos encontrar entre Ministros, Secretarios de Estado, Subsecretarios, Directores Generales, Diputados, Senadores, Consejeros, Alcaldes, etc. nos debería hacer reflexionar sobre el status que han alcanzado nuestros cargos políticos y la vida de lujo (y despilfarro en algunos casos) al que se han acostumbrado estar rodeados con el permiso pasivo de todos nosotros, de todos los ciudadanos. Lo de menos es el color político del ejemplo, porque ahí sí que la mayoría actúan por consenso.
El objeto es despertar una reflexión entre los ciudadanos de a pie, que nos hemos acostumbrado a aceptar la obligación que tienen nuestros cargos políticos de viajar, comer o pernoctar como si se tratara de un alto ejecutivo de la mejor empresa o entidad bancaria. Pues no señor, lo que hagan las empresas privadas va en su dinero propio, pero cuando se gastan fondos del erario público se han de tomar medidas de austeridad estemos o no en crisis. Una cosa es la dignidad del cargo, y otra muy distinta, la opulencia y el despilfarro porque pagamos todos. A saber, nadie debe poner en duda las necesidades de nuestros políticos, pero ¿por qué cuando viajar en avión lo han de hacer casi siempre en business-class duplicando el precio del billete? O ¿por qué se han de alojar en grandiosos hoteles cuando podrían hacerlo en otros igual de dignos para su función? O ¿por qué la tan manida costumbre de celebrar opíparas comidas de trabajo (donde casi nunca se trabaja nada) en los mejores restaurantes de cada ciudad para pagar facturas desproporcionadas que en su vida privada no pagarían? Evidentemente tienen que realizar todo ese tipo de actividades pero sin el boato al que acostumbran. Miren ustedes, si tan sólo se evitaran las comilonas diarias en los restaurantes de a ciento cincuenta euros el menú, y optaran por la sana costumbre de comer en casa y reunirse después de la digestión, el ahorro sería cuantioso.
Esto que les cuento no es frivolidad. Son miles de cargos en toda España que a diario realizan estos dispendios. Y lo que es peor, parece como que todos lo vemos normal. Pues no. La austeridad y la dignidad en el gasto cuando se dispara con “pólvora del rey” es una virtud que debemos demandar los contribuyentes, máxime en estas épocas de recortes, de pérdida de garantías, de derechos laborales y sociales y crisis general.
Para otro día podemos dejar los gastos de partido (que también salen del mismo bolsillo). Esos excesos comúnmente aceptados que empezaron con el helicóptero, los coches oficiales de todos o los actos y reuniones de partido a los que acuden varios consejeros a una localidad y se trasladan cada uno en el suyo propio con su personal correspondiente a una pantagruélica comida en fin de semana.
En fin, que no se trata de señalar a éste o a este otro. Por desgracia, son gestos de casi todos. Ellos defienden que eso es parte de la política y del cargo que ostentan y a los cuales no les exigimos, los ciudadanos que les pagamos su estus con los impuesto, ser capaces, responsables y eficaces en el ejercicio de sus funciones. Yo creo que hemos perdido el sentido común de muchas cosas y ¡así nos va como nos va!