Yo creo que es mejor que la gente se conciencia de que es lo que hay y lo mal que es tratada la arqueoogia en la isla a dejar estas cosas por miedo a que mas gente las conozca y vaya a destruiras. Asi que saco algunas cosas de googel y el que querea que las comente.
Indiano
………………..Aqui yo quiero hacer un comentario = recuerdan que al hablar de la cueva del cuervo dije que habian tres estratos. El de abajo con huesos quemados, el otro con huesos sin quemar y el de mas arriba era barro muy fino donde habian algunos huesos largos. Pues bien en la cucaracha tambien estaban estos tres estratos lo pueden leer aqui =Uno de ellos fue la Cueva de la Cucaracha,
de la que ya Vera Wende había extraído algún material39. El 2 de octubre de 1963 se
publicó la noticia periodística de su excavación(Acosta, 1963b). Desde hacía tiempo, la gente venía calificando al lugar como «cementerio de los guanches» y, tras los
citados eventos, el matrimonio de maestros de Mazo Manuel Soler y Miriam Cabrera acudieron al lugar y lo trasmitieron al presidente accidental de la Cosmológica, el médico Amílcar Morera. Éstos realizaron un corte amplio, en el que se identificaron tres estratos, el superior de ceniza volcánica con huesos humanos incrustados
y los inferiores con esqueletos acompañados de vasijas cerámicas y otros objetos, y
llamaron a Ramón Rodríguez para que viera el hallazgo
Leer más
Indiano
EL ASUNTO DE LA CUEVA
DE LA CUCARACHA
Aquella conferencia tuvo notable trascendencia en la isla (Acosta, 1963a) y
despertó entre algunos asistentes un interés por la arqueología que hasta entonces
era casi inexistente entre los palmeros. Contribuyó a ello que ese mismo año el Museo Arqueológico de Tenerife, es decir, Luis Diego, organizara el V Congreso
Panafricano de Prehistoria y Estudios del Cuaternario, que se celebró en Tenerife
con una excursión a La Palma para visitar sitios arqueológicos singulares, como
Belmaco, La Zarza y La Zarcita, entre otros.
Más de un palmero se lanzó al campo para localizar yacimientos de los que
alguna vez había oído hablar, pero que hasta entonces no habían merecido su interés, y otros empezaron a preguntar a sus mayores o a campesinos con la misma
finalidad. La consecuencia fueron varios hallazgos notables, sobre todo en Santa
Cruz de La Palma, Breña Alta y Mazo. Uno de ellos fue la Cueva de la Cucaracha,
de la que ya Vera Wende había extraído algún material39. El 2 de octubre de 1963 se
publicó la noticia periodística de su excavación(Acosta, 1963b). Desde hacía tiempo, la gente venía calificando al lugar como «cementerio de los guanches» y, tras los
citados eventos, el matrimonio de maestros de Mazo Manuel Soler y Miriam Cabrera acudieron al lugar y lo trasmitieron al presidente accidental de la Cosmológica, el médico Amílcar Morera. Éstos realizaron un corte amplio, en el que se identificaron tres estratos, el superior de ceniza volcánica con huesos humanos incrustados
y los inferiores con esqueletos acompañados de vasijas cerámicas y otros objetos, y
llamaron a Ramón Rodríguez para que viera el hallazgo.
La noticia corrió como la pólvora, los periódicos pidieron más datos a Diego40, que no los tenía y se sintió molesto de que su amigo y subordinado no le
hubiera dado cuenta. Poco después lo hizo por escrito41, desmintiendo algunas cosas publicadas por Domingo Acosta y explicando el hallazgo a la vez que le pide
ayuda para preparar una conferencia sobre cerámica palmera que el director de la
Cosmológica le ha pedido que imparta en dicha Sociedad. Diego censuró a Rodríguez
la manera en que se habían hecho las cosas, pero instándolo a publicar el yacimiento; también le desaconsejó dar una conferencia sobre cerámica, proponiéndole hablara sólo del hallazgo y advirtiera a los asistentes que no excavaran por su cuenta;
pues de las cerámicas de Belmaco no había sacado nada en claro, ni pudo ayudarlo
ningunos de los arqueólogos presentes en una conferencia que había impartido en
febrero de ese año en la Universidad de Barcelona42. La incomodidad de Diego
tenía un trasfondo mayor, porque a las anteriores fricciones con la Cosmológica, se
añadía ahora que el director de aquella Sociedad y otros hubieran realizado una
excavación no autorizada, puenteándolo a él y, además, su colaborador había participado de alguna manera en ello.
Precisamente en ese momento visitaba La Palma el director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, que se interesó por el asunto y, al preguntar por él aLuis Diego, éste simuló carecer de información, con el temor de que se llevara una
mala imagen y para
no mostrarle la arqueología desde un punto de vista alegre e improvisado, con
participaciones de gentes que no tienen que ver nada con la arqueología…43
.
Una solución de consenso fue continuar las investigaciones en La Cucaracha bajo la dirección de Diego y Rodríguez, con financiación de la Cosmológica. El
11 de noviembre de ese año obtuvieron un permiso para excavar en la «Cueva de la
Tabaiba»44, denominación que se debe a que la cueva se abre en la ladera de un cono
volcánico conocido como Montaña de las Tabaibas. Curiosamente, esta excavación
iba a constituir el estreno en Canarias del obligatorio diario de excavaciones que la
Dirección General de Bellas Artes enviaba junto a la autorización de la excavación45, pero fue pospuesta para el año siguiente debido a las lluvias46 y no existe
constancia de que alguna vez se llevara a cabo.
En esos agitados tiempos también se desplazó a la isla la antropóloga austriaca
Ilse Schwidetzky, con la finalidad de comparar la población contemporánea de la
isla con los restos humanos aborígenes, y fue precisamente Amílcar Morera quien la
orientó en La Palma, a petición de Luis Diego47
.
Leer más
Indiano
DESENCUENTROS ENTRE «LA COSMOLÓGICA»
Y LA DELEGACIÓN PROVINCIAL DE EXCAVACIONES
La Sociedad Científica la Cosmológica, fundada en Santa Cruz de La Palma en 1881, había ejercido un notable protagonismo en la vida cultural de la isla.
En su sede se había creado en enero de 1887 un museo de historia natural y de
arqueología. Cuando triunfó el golpe de estado de 1936, la Cosmológica no quedará ajena a las represalias de los golpistas, que expurgaron libros, cerraron salas y
persiguieron a varios de sus miembros bajo la acusación de ser masones y no afines a la ideología del Movimiento Nacional. A partir de ese momento comenzó la etapa
más difícil de la Sociedad y de su Museo, que ya andaba antes de la guerra en serias
dificultades económicas.
Cuando llegaron a La Palma en el verano de 1948 los integrantes del Seminario de Historia Primitiva del Hombre visitaron, como es lógico, el Museo de la
Cosmológica. Las impresiones de este primer encuentro las recoge Bernardo Sáez
Martín y la referencia que hace del Museo no es demasiado positiva:
Hemos inventariado la colección, notablemente mermada según parece del llamado Museo de Santa Cruz de La Palma. Se trata de una curiosa sociedad decimonónica
lamentablemente abandonada y de la que algunas de sus piezas fueron reproducidas por última vez en E.A. Hooton, The ancient Inhabitants of the Canary Islands…
El estado del museo y la biblioteca superpoblada de insectos no es ciertamente ni
honroso ni alentador (Sáez, 1948: 127).
De la documentación que hemos podido consultar se deduce que las relaciones entre Luis Diego y la Cosmológica nunca fueron excesivamente cordiales,
porque desde un primer momento surgieron suspicacias sobre dónde iban a quedar
depositados los materiales que se descubriesen en la isla. Tal era la desconfianza, que
miembros de la Cosmológica informaron al ministro de la Gobernación, el palmero
Blas Pérez González (1896-1978), de que se estaban enajenando colecciones y que
éstas estaban siendo enviadas fuera de la isla32. Al enterarse Diego, se apresuró a
informar al presidente del Cabildo, Fernando del Castillo Olivares, que:
sólo he traído fragmentos cerámicos y alguna otra pieza también fragmentada,
muy interesantes todas para ser estudiadas, pero de las cuales existen en Las Tricias
abundantes ejemplares. Es decir, nada se ha sacado de La Palma que tenga interés
para el Museo33
.
Luis Diego añade que era su deseo que la Cosmológica se convirtiese en un
verdadero museo donde exponer todo lo que fuese descubriendo, junto con las
colecciones privadas, como la del comisario local del Las Tricias, Ramón Rodríguez.
Pero al pasar de los años la Cosmológica seguía sin reunir condiciones para albergar
los materiales que se iban descubriendo y sus miembros no mostraban interés en
mejorar sus instalaciones o, sencillamente, no podían hacerlo, según palabras del
propio Diego expresadas en el informe que remitió al Cabildo al finalizar la campa-
ña arqueológica en Belmaco de 196234. En este análisis de la situación, el delegado
provincial informaba a la Presidencia del Cabildo sobre cuál era la verdadera situa ción del Museo de la Cosmológica. En primer lugar aclaraba que si el director
general de Bellas Artes había señalado que los materiales que se descubriesen en el
isla debían ser llevados al Museo de la Cosmológica era porque la Inspección de
Zona, que ostentaba su buen amigo Elías Serra, y la Delegación Provincial de Excavaciones Arqueológicas, o sea él mismo, habían emitido un informe favorable para
que así fuese. Por lo tanto, quedaba aclarada la buena voluntad que le impulsaba,
aunque algunos miembros de la Cosmológica no terminaban de creérselo y lo calificaban de expoliador35. Dice que la instalación carece de orden, que se habían
enajenado piezas, que no existía un inventario ni medidas de control de las instalaciones y su contenido. En fin, que proponía montar un nuevo museo como el que
él había hecho en Tenerife en 1958. En una reunión que habían mantenido en el
Cabildo Insular el presidente del Cabildo, el de la Cosmológica y el propio Diego,
éste les había manifestado verbalmente lo que ahora le ponía por escrito al Cabildo,
ofreciéndose a hacer desinteresadamente la puesta al día del Museo, pero no tenemos constancia documental de que hubiese respuesta de la Cosmológica o del propio Cabildo. Con los materiales de Belmaco también hubo malentendidos, probablemente exacerbados por la visión que ofrecía la prensa de lo que allí ocurría
(Alemán, 1962). La Cosmológica deseaba que se depositasen inmediatamente en
sus instalaciones y Luis Diego necesitaba tiempo para estudiarlos en el Museo Arqueológico de Tenerife36
.
Los desencuentros no fueron obstáculo para que la directiva de la Cosmológica invitase a Diego a participar en los ciclos de conferencias que organizaba, y
en la Semana Santa de 1963 impartió una sobre las excavaciones de Belmaco37
.
Paralelamente, Diego decidió cambiar de estrategia y traspasar a Ramón Rodríguez
las negociaciones con la directiva de la Cosmológica, aprovechando las buenas relaciones que su amigo y colaborador mantenía con la Sociedad, para que se ocupase
de todo lo relacionado con la arqueología insular y mantuviese los contactos con la
Sociedad38
.
Leer más
Indiano
La excavación de la covacha del Roque de la Campana fue otra tentativa de
entender la secuencia de Belmaco y, por tanto, de encontrar en una estratigrafía
respuestas al problema de los orígenes y cronología del poblamiento de Canarias y
de los propios petroglifos. Desconocemos la fecha exacta en que se realizó la excavación, ya que no aparece reflejada en la publicación, ni hemos acertado a encontrar
ninguna otra referencia temporal en la documentación de la Comisaría, en la prensa o en la correspondencia personal de Diego, pero suponemos que fue entre 1960
y 1962, es decir, entre las dos campañas grandes de excavaciones de Belmaco, según
se infiere de la propia publicación:
Ya en Belmaco nos encontramos en una situación parecida —hace referencia a
estratos y cerámica— pero fue con posterioridad a la excavación del Roque de la
Campana. El hecho de no haber publicado este último yacimiento es consecuencia de la sorpresa que produjo su estratigrafía. Era la primera vez que, en un estrato
no removido, aparecían tres tipos de cerámicas perfectamente diferenciados. Y
precisamente por ser la primera vez se esperó a que algún otro yacimiento más
importante diera la clave de lo que todavía no podía explicarse de una manera
razonable y satisfactoria. Hoy puede decirse que la covacha del Roque de la Campana asistió a la misma dinámica de grupos y culturas que registra Belmaco (Diego, 1970: 151-154).
Añade que su memoria de Belmaco estaba en prensa, pero en realidad no
debió ser así, porque esa publicación tan esperada lamentablemente nunca vio la luz.
Ubicada muy cerca del caboco del mismo nombre, aproximadamente mil
metros hacia la desembocadura del barranco, su excavador la interpreta paralelamente a Belmaco, llegando a calificarla como yacimiento piloto (Serra, 1970). Se
identificaron cinco estratos. De ellos, el segundo tenía cerámica negra, de peine,
punteada e impresa —nuestra Fase cerámica IV (Navarro y Martín, 1997)—, que él
asoció cronológicamente al neolítico tardío. En el tercero se localizaron discos de
conchas pulidos que interpretó como monedas y cerámica parda y rojiza con distintas formas decorativas —nuestra Fase cerámica III—. Entre los dos estratos se localizó una vasija de pequeñas dimensiones con decoración imitando petroglifos
—nuestra Sub-Fase IIId—, que fue relacionada por su excavador con los inmigrantes
portadores del último neolítico. El quinto estrato, con algunos fragmentos de cerá-
mica roja, lo asocia al Neolítico canario de sustrato.
Leer más
Indiano
Pero la manera en que excavó Diego, con tallas artificiales horizontales de
gran espesor, impidió hacer una lectura correcta de la potente y compleja estratigrafía de este lugar. Además, sólo distinguió tres niveles donde en realidad hay decenas
de finas unidades estratigráficas que basculan en diversas direcciones. Allí encontró
una cantidad enorme de material arqueológico, sobre todo cerámica, muy superior
a lo que aportarían las excavaciones posteriores, como acabamos de referir, pero no
consiguió secuenciarlo, porque durante la excavación extraía de una sola vez materiales de momentos muy diversos.
Así y todo, interpretó que cierta cerámica lisa hallada en el nivel inferior
(C) debía pertenecer al «neolítico norteafricano de las cuevas» (Diego, s.f.: 40)29
.
También le parece que la gran mayoría de las restantes cerámicas que encontró en
éste y en sus dos otros niveles superiores (A y B) podían tener ciertas analogías con
diversas producciones neolíticas africanas, de zonas diversas. Y las profusamente
decoradas con incisiones e impresiones30 que aparecían cerca de la superficie debían
ser casi contemporáneas de la conquista y observa que tienen grandes paralelos en el
Sahara (Diego, s.f.: 41-42). Sin embargo, la mayor parte de la secuencia estratigrá-fica está representada justamente por esa amalgama de producciones alfareras que él
mete en un mismo saco y que abarcan nuestras fases cerámicas II y III (Navarro y
Martín, 1987; Martín, 1993).
En varias entrevistas que sostuvo con F.E. Zeuner, discutieron sobre los
problemas estratigráficos de Belmaco y parece ser que el investigador británico se
llevó algunas muestras al Horniman Museum de Londres31
.
En definitiva, Belmaco fue su gran frustración, porque no pudo o no supo
encontrar un proceso histórico lógico, que le ayudara a entender la dinámica del
poblamiento prehistórico canario y sus conexiones externas. A partir de ese momento manifestaba constantemente que entender la cerámica palmera era un problema de difícil solución.
Leer más
Indiano
BUSCANDO LOS ORÍGENES: EXCAVACIONES
EN BELMACO Y EN EL ROQUE DE LA CAMPANA
El origen y la cronología de los grabados rupestres, y por tanto de sus autores, seguían siendo objeto de debate. Parecía que en los potentes depósitos arqueológicos de Belmaco podría encontrarse respuesta a ello, y para tal empeño realizó
tres campañas de excavaciones. En 1959 llevó a cabo sólo una campaña preparatoria23, con vistas a la excavación del año siguiente, en la que se realizaron labores de
limpieza y los primeros sondeos, y en los años de 196024 y 196225 realizó dos campañas más extensas. Todo ese trabajo permanece inédito, a pesar de que Diego
envió a la Dirección General de Bellas Artes en agosto de 1967 un trabajo para ser
publicado como monografía en la serie «Excavaciones Arqueológicas en España»26
.
Recién nombrado Martín Almagro Basch inspector general del Servicio Nacional
de Excavaciones Arqueológicas, Diego le felicita por el nombramiento y le pide
información sobre la suerte que había corrido la Memoria de Belmaco, que se encontraba en la citada Inspección todavía sin publicar27. A pesar de estas gestiones, la
monografía de Belmaco nunca se publicó. Aun así, hemos obtenido bastante información de la excavación a través de dicho manuscrito (Diego, s.f.), también del
informe que emitió Diego al Cabildo Insular de La Palma sobre la campaña de julio
de 196228, de las referencias en la prensa, de lo que nos contaron en conversaciones
el propio Luis Diego y Ramón Rodríguez y, por último, de los datos que incluye
Mauro Hernández (1999) en la memoria sobre sus propias excavaciones de 1974 y
1979-80.
De todo ello concluimos que Luis Diego pretendía encontrar en Belmaco
las claves para ubicar culturalmente los grabados y desentrañar sus posibles vínculos
con otros ámbitos culturales atlánticos y africanos. Excavó a lo largo de toda la línea
frontal del perfil puesto al descubierto por las aguas torrenciales, llegando hasta el
propio lecho del barranco. La densidad de hallazgos iba aumentando notablemente
desde el extremo SO al NE, de tal forma que las catas que realizó en la actual zona
de acceso al caboco fueron mucho más ricas que las restantes en material arqueoló-
gico de todo tipo (Diego, s.f.: 26-27). Por tanto, la densidad de evidencias arqueo-
Leer más
Indiano
LOS GRABADOS RUPESTRES COMO PARADIGMA
DE LA ATLANTICIDAD: BELMACO, GARAFÍA,
TIGALATE HONDO Y ROQUE TENEGUÍA
El caboco13 de Belmaco es el yacimiento más conocido de la isla de La
Palma. Desde que fuera descubierto en 1752 por Domingo Vandewalle de Cervellón
no ha parado de generar noticias, ya sea por sus grabados rupestres, por las excavaciones y otras investigaciones que allí se han efectuado, por su situación de abandono en otras épocas o por haberse convertido en Parque Arqueológico más recientemente.
Fue durante el período de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas cuando se acometieron los primeros trabajos en este emblemático sitio. El primer contacto fue durante la campaña de 1948, pero realmente no se hizo nada en él, salvo
algunos calcos y fotografías. Julio Martínez Santa-Olalla quedó muy sorprendido
por las similitudes de los grabados palmeros con los de Irlanda, durante la campaña
de 1948 animó a Diego Cuscoy a que iniciase cuanto antes prospecciones en busca
de más grabados. Mientras, el entonces comisario provincial Juan Álvarez Delgado
hacía una clasificación de los grabados canarios, dividiéndolos en cuatro tipos, de
manera que la práctica totalidad de los palmeros encajaría en su «Tipo Belmaco»,
que consideraba emparentado con los bretones e irlandeses de Grav’inis y New
Grange y, por tanto, los fecha entre el 2000 y el 1000 a.C., asignándolos a la «cultura neolítica de Irlanda y España» (Álvarez, 1949: 24).
Una vez nombrado comisario provincial, Diego siguió el consejo de Julio
Martínez y se puso manos a la obra. El presidente del Cabildo palmero, Fernando
del Castillo Olivares, le otorgó una subvención de tres mil pesetas14, con las que
pudo estudiar las estaciones de La Zarza, Cueva del Sauce, Los Guanches, Buracas,
Caboco del Corchete y Cueva de Belmaco. A su vez se interesó por conocer la
propiedad de las fincas en las que están situados estos yacimientos y se la remitiurgentemente al comisario general para que iniciase, cuanto antes, los trámites conducentes a adquirir los terrenos15. En verano de 1953 dio a conocer en el III Congreso Nacional de Arqueología los grabados de Belmaco (Diego, 1955a). Acto seguido, publicó un segundo artículo mejorado (Diego, 1955b), insistiendo más en los
paralelos con Bretaña, Irlanda (de nuevo Grav’inis y New Grange) y Galicia, que
con África y, por tanto, insinúa que la espiral de La Palma pudo tener un origen
europeo occidental, a la vez que asocia los grabados con cultos al agua y con el
mundo pastoril (Diego, 1955b: 25-29). Años más tarde profundizó en esa misma
línea, defendiendo que los petroglifos debieron servir como señales de delimitación
entre diferentes clanes para la posesión de aguas y pastos (Diego, 1973).
A la espera de la compra por parte del Cabildo para poder iniciar una excavación, el comisario provincial continuaba incluyendo a La Palma dentro de los
planes anuales de excavaciones. Para el año de 1955 volvió a incluir Garafía con la
intención de completar el estudio de las estaciones conocidas y excavar en las inmediaciones del Roque Idafe en La Caldera de Taburiente, considerado como un importante lugar de culto de los antiguos palmeros. Pero las excavaciones no ofrecieron los resultados esperados. El 16 de enero de 1957 La Palma sufrió un temporal
de viento y agua que tuvo consecuencias desastrosas en la zona de Las Breñas y
Mazo, con 24 víctimas mortales y numerosísimas pérdidas materiales. Causó daños
al Caboco de Belmaco y arrastró una enorme piedra con grabados que se encontraba junto a la entrada de la Cueva de Lucía unos cien metros barranco abajo (Pérez,
2005). Diego se traslada a la isla para valorar los daños y, de paso, acomete entre
junio y septiembre, con Ramón Rodríguez, prospecciones por Las Tricias, Tijarafe y
Los Llanos.
En 1958 el Cabildo adquirió Belmaco y se realizaron labores de limpieza y
acondicionamiento del yacimiento, coincidiendo con lo cual se estudió el yacimiento de Tigalate Hondo (Diego, 1958). Es un poblado de cuevas con petroglifos,
integrado por el Caboco, la Cueva de Lucía, Cueva Marcela y el Bucano de Gonzalo16, donde se habían localizado varias vasijas en el pasado. Los grabados publicados
por Diego son círculos concéntricos y una espiral, mientras que Mauro Hernández
(1972) localizó más tarde círculos sueltos. Estos grabados y los de Belmaco le hacen
plantear a Diego que las cuevas abiertas en cabocos con petroglifos son lugares de
reunión con una finalidad ritual. Asimismo, insiste en que los motivos más comunes en los grabados palmeros —meandros, espirales y círculos concéntricos— son
símbolos del agua y están ellos mismos en puntos de agua. Con lo cual discrepará
Mauro Hernández (1973), porque en su opinión no todos los grabados están cerca
de fuentes ni en caminos hacia ellas, y pone como ejemplos a las estaciones de
Nambroque, Bejenado y La Erita, aunque advierte que desde estas dos últimas sepueden observar los nacimientos de aguas de Los Cantos e incluso el discurrir del
agua por los barrancos de La Caldera (Hernández, 1972). Sobre la cronología de los
grabados, Diego empieza a ser más prudente y admite que su inserción en la Edad
del Bronce puede ser discutida.
En 1960 Luis Diego y Ramón Rodríguez se pusieron de acuerdo para trabajar juntos en La Palma entre finales de julio y mediados de agosto. Planificaron
estudiar: a) los grabados de Tajodeque y excavar la cueva; b) el «tagoror» de La
Caldera de Taburiente, cuyos descubridores habían puesto ciertas condiciones, entre ellas que los materiales no salieran de la isla; c) aclarar detalles estratigráficos de
Belmaco y extraer muestras de carbón para C14; d) visitar la recién descubierta
estación de grabados en el Roque Teneguía; e) hacer un reportaje fotográfico y con
tomavistas de 8 mm sobre la arqueología de La Palma. En la carta en que se dacuenta de todo ello17, Diego informa a Rodríguez de que ya había devuelto parte
del material de Belmaco al Museo de la Cosmológica, después de ser estudiado.
Igualmente comenta la noticia periodística del descubrimiento del Teneguía por
obra del geólogo Telesforo Bravo, ironizando sobre si a un descubrimiento como
éste se la había dado tanto bombo, cuánto más merecerían los muchos que había
hecho Ramón Rodríguez. Diego deja entrever en su carta la mala relación que tenía
con Bravo, otrora su amigo, y expresa abiertamente su pésima opinión sobre los
conocimientos arqueológicos del mismo.
En una carta de abril de 1963 donde Ramón Rodríguez agradece a Diego
que lo hubiera propuesto para delegado insular de Excavaciones Arqueológicas en
La Palma 18, también le da cuenta de sus últimos descubrimientos: las dos estaciones del Barranquillo del Calvario, la de la Fuente de Calafute y la hoy famosa
estación del Calvario, que había sido descubierta casualmente por la investigadora
Vera Wende («cuando estuvo por aquí la alemana…»)19, quien no comprendió quéeran aquellas extrañas piedras verticales, y cuyas actuaciones merecieron la reprobación tanto de Rodríguez como de Diego20, sin que sepamos la causa de esos reproches. A resultas de estos descubrimientos, se planificó trabajar en Garafía durante la
siguiente campaña21
.
Como acabamos de señalar, los grabados del Roque de Teneguía fueron
descubiertos por el profesor Telesforo Bravo (1913-2002) durante el verano de 1960
en una de sus investigaciones geológicas (Serra, 1960) y ese mismo año fue Diego a
realizar fotografías y calcos de los petroglifos. Pero en 1970 el joven palmero Juan
José Santos Cabrera denunció que las obras del canal Barlovento-Fuencaliente iban
a destruir el yacimiento y, acompañado de otros amigos, acudió al Museo Arqueológico de Tenerife para advertir a Diego. Éste llamó al director general de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, y al inspector general de Excavaciones Arqueológicas, Martín Almagro Basch. Pérez Embid telegrafió al alcalde de Fuencaliente en los
siguientes términos: «Ordeno detenga obras hidráulicas que afectan paraje Roque de
Teneguía. Deberán realizarse según instrucciones director Museo de Tenerife, Señor
Cuscoy»
22. A continuación se reunieron Diego y el ingeniero delegado de la compa-
ñía constructora CRIMTA, Ángel María Huarte Olasagarra, desplazándose al
Teneguía para ver la obra ya hecha para la voladura del Roque. Diego propuso
sustituir la voladura por un túnel bajo el Roque y Huarte lo aceptó, quedando los
petroglifos a salvo.
Diego realizó dos campañas en el Teneguía en marzo de 1970 y en junio de
1971 (Diego, 1973). El estado del yacimiento no era bueno entonces y se agravó
con el empleo de pintura de contraste, que en vez de desaparecer con la lluvia, dejó
impregnada para siempre la superficie de los paneles en los que se empleó, lo cual
denunció Mauro Hernández (1973). A ello hay que añadir la extracción de piedra
en el pasado por los vecinos, el robo de grabados después, los graffiti, la propia
estructura geológica que tiende al resquebrajamiento y las erupciones históricas que
han afectado a la zona (Diego, 1973)
Leer más
Indiano
En 1953 Rodríguez visitó la Cueva de Tajodeque, la primera estación con
inscripciones líbico-bereberes aparecida en La Palma y la única conocida hasta ahora. Acto seguido informó de ello al comisario provincial, mediante una carta
acompañada de un folio con varios dibujos y textos aclaratorios. Se trata de los
croquis de planta, sección y boca de la cueva, en los que se marcan los puntos donde
se encuentran situados los paneles, así como unas reproducciones de los grabados a
mano alzada. Acaba estableciendo comparaciones con los grabados de El Julan (El
Hierro) y advierte que es «verdadera escritura»10
.
Dos años más tarde ya era comisario local en Las Tricias, y el 23 de septiembre de 1955, a propuesta del comisario provincial, fue nombrado Colaborador de la
Comisaría Provincial11 para «las excavaciones a realizar en esa isla durante la presenFte campaña»12, lo cual indica que estaba planeado realizar excavaciones en dichas
fechas.
L
Leer más
Indiano
Ramón Rodríguez Martín fue un personaje clave en la expedición de Julio
Martínez Santa-Olalla, en la que actuó como anfitrión y guía. Era un hombre influyente en la zona en su calidad de maestro de la escuela de Las Tricias (Garafía) y, por
matrimonio, un notable propietario agrícola, que había adquirido gran afición a la
arqueología de su isla después de que su esposa y él mismo descubrieran los grabados rupestres de La Zarza. Cuando Luis Diego fue nombrado comisario, de inmediato propuso a la Comisaría General el nombramiento de dos comisarios locales
en La Palma: para Santa Cruz de La Palma a José Hernández Hidalgo y para Garafía
a Ramón Rodríguez Martín, maestros y viejos conocidos de Diego, pero su nombramiento fue obstaculizado por el delegado insular del Gobierno, que emitió informes negativos, desaconsejándolos por ser ambos personajes desafectos al Régimen7
. Entretanto, su nombramiento tuvo una suspensión cautelar, pero la Comisaría
General, a través de Carlos Alonso de Real, le envió un telegrama a Luis Diego8
,
tranquilizándolo y en el que le afirmaba que la suspensión cautelar de los nombramientos no afectaría de manera definitiva a los mismos. Y así fue, ya que ambos
maestros aparecen en las actas de la II Asamblea Nacional de Comisarios de Excavaciones Arqueológicas como comisarios locales de las citadas localidades, si bien
Hernández Hidalgo no desarrolló labor alguna. En 1963 Ramón Rodríguez fue
nombrado delegado insular de Excavaciones Arqueológicas para la isla de La Palma9
(Clavijo y Navarro, 2004).
Ramón Rodríguez descubrió numerosos yacimientos en su municipio y
algunos en el resto de la geografía palmera, pero no llegó a publicar nada, a pesar de
que preparaba un libro sobre sus hallazgos, que nunca saldría a la luz. Fue toda su
vida un excelente amigo y colaborador de Luis Diego en La Palma, siendo éste el
que lo avaló para ocupar el cargo de delegado insular de Excavaciones Arqueológicas, a pesar de que las piezas que descubría iban a parar a su colección particular y
no al Museo de la Cosmológica o al Museo Arqueológico de Tenerife, como era
preceptivo. El hecho de que Diego, gran detractor de los coleccionistas, soslayara
esta circunstancia tan conocida por todos nos da idea de cuánto valoraba su cooperación (Martín, 2006). Él y su familia fueron grandes anfitriones para cuantos
arqueólogos se acercaban a su casa, pues siempre puso sus conocimientos, su colección y los yacimientos que descubría a disposición de cuantos quisieran estudiarlos,
sin distinciones entre unos y otros y sin poner cortapisa alguna, como sucedió con
Mauro Hernández, Manuel Pellicer, Pilar Acosta, Antonio Beltrán, Herbert Nowak,
Ernesto Martín y Juan Fco. Navarro, entre otros muchos.
Leer más
Indiano
ENTRE COMISARIOS ANDA EL JUEGO: RELACIÓN ENTRE
LUIS DIEGO CUSCOY Y RAMÓN RODRÍGUEZ MARTÍN
De esta campaña Luis Diego acabaría siendo socio del Seminario de Historia Primitiva del Hombre, además de consolidarse su excelente relación personal
con Julio Martínez, quien le ayudó a solventar los problemas derivados de su pasado político, ocupándose de que su expediente personal no fuera un obstáculo para
su actividad profesional, ya que estaba sancionado y no podía ocupar cargos de
confianza. Se había incorporado a la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas en
el verano de 1943, animado por el catedrático de la Universidad de La Laguna Elías
Serra Ràfols (1898-1972) y con el apoyo del entonces comisario provincial, Juan
Álvarez Delgado (1900-1987). Serra y Diego tenían ya amistad desde 1935, cuando el segundo escribió un artículo en la prensa —«El libro que nos falta»—, demandando la necesidad de un libro pedagógico sobre historia y geografía de Canarias;
Serra le escribió alabando su ensayo y citándolo para hablar del asunto6
.
A resultas de la crisis interna en la Comisaría Provincial, ya mencionada, se
produjo la renuncia de Álvarez, que fue aceptada, y el 19 de julio de 1951 Diego fue
nombrado comisario provincial, que sería el protagonista principal de los estudios y
trabajos que se ejecutaron en La Palma durante el período de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas (M.A. Clavijo y J.F. Navarro, 2004: 92-95).
De formación autodidacta y dirigido por el profesor Serra, inició una ingente labor de campo que lo convirtió en un profundo conocedor de la geografía
tinerfeña. Viajó junto a Álvarez en una expedición de trabajo a la isla de El Hierro
en 1946 y acudió a La Gomera en varias ocasiones. Por lo que conocemos, su primer viaje de trabajo a La Palma fue en este verano de 1948 acompañando a Julio
Martínez Santa-Olalla —quien tuvo gran ascendencia sobre él en esos primeros
tiempos— y los miembros del Seminario de Historia Primitiva del Hombre. Luego, acudió a foros nacionales e internacionales como el IV Congreso Panafricano de
Prehistoria, en el Congo, donde entra en contacto con investigadores franceses y de
otras nacionalidades, que le enriquecieron mucho profesionalmente y le abrieron la
mente a otras posiciones teóricas. Queremos destacar muy particularmente su relación con el prehistoriador catalán Luis Pericot, en la que quizás interviniese el catedrático de La Laguna Elías Serra Ràfols, que era su condiscípulo y amigo.
Tras la campaña de 1948, volverá en numerosas ocasiones y ya en la década
de los cincuenta comenzará a publicar artículos sobre arqueología palmera que verán la luz en Congresos Nacionales de Arqueología, en la Revista de Historia de la
Universidad de La Laguna y en el Noticiario Arqueológico Hispánico, entre otros
(Diego, 1955a, 1955b, 1958, 1973 y 1990). De esta forma introducirá la prehistoria palmera y, en particular, su arte rupestre en el ámbito de los estudios nacionales,
llamando la atención de especialistas como Antonio Beltrán Martínez (1916-2007),
que tomará interés sobre los grabados rupestres canarios, a quien dio todo su respaldo. Sin embargo, debido a las diferencias que sostuvo hacia 1970 con los profesores
Manuel Pellicer y Pilar Acosta, el alumno de esta última Mauro S. Hernández Pérez
no encontraría el mismo apoyo —sino todo lo contrario— cuando inició sus estudios sobre los grabados palmeros, parte esencial de su tesis doctoral (Hernández,
1973).
Leer más