Esta calurosa tarde nos hemos quedado de piedra mi familia y yo, al ver como una gran cantidad de gorrinos de dos patas se esparcía desordenadamente, empujados por el calor, en la playa de Bajamar. Muchos bebián Coca-Cola, otros Dorada o chupaban calipos y polos, otros devoraban papas o bocadillos, muchos fumaban, negro, rubio o porros, pero la gran mayoría arrojaba sus propios desperdicios impunemente en el mismo lugar que les albergaba, sin ningún tipo de asco hacia ellos mismos. No importaba que la papelera estuviera a unos pocos metros. Su escaso interés por el prójimo y su nula empatía con una sociedad cada vez más preocupada por este bello planeta, hacían que por doquier apareciesen esparcidas botellas, bolsas de plástico, tapones, colillas de cigarros y restos de alimentos, siendo incapaces de imaginarse lo que dejan a sus futuros hijos o nietos.. basuras que se llevará el mar si no lo hace antes el Ayuntamiento. Al principio creí que eran humanos, pero me di cuenta que lo son sólo en su aspecto exterior. Su precaria conciencia no les anima siquiera un poquito a dejar la arena como la encontraron, y entre gritos y juegos terminan marchándose, dejando un vertedero donde antes había paz, arena y mar.
Mañana, día de hogueras en esta playa, veremos qué nueva exhibición de frenética soberbia y desprecio por los demás nos dejan a los que queremos disfrutar de un sitio tan bello como es esta playa además de un lugar tan hermoso como es este planeta, pero habrá que acostumbrarse a vivir con los cerdos de dos patas, porque al fin y al cabo, somos nosotros los que les damos la capacidad de serlo, ¿no es así?