Todos los santos días del año, cuando hago la compra, aparte de que cómo han sido cultivados y procesados los alimentos, pienso:
“- por cada peso de verdura diferente: UN PLÁSTICO,
– por cada peso de fruta diferente: UN PLÁSTICO,
– por el pan: UN PLÁSTICO,
– por cada peso de quesos diferente: UN PLÁSTICO,
– por cada peso de embutidos diferentes: UN PLÁSTICO
– por cada peso de legumbres diferentes: UN PLÁSTICO
– por cada peso de carnes diferentes: UN PLÁSTICO
– por cada peso de legumbres diferentes: UN PLÁSTICO
– por cada peso de…
– por cada peso de…”
Esta cantinela de lotería tiene gordo seguro y es DEVASTADOR.
Mientras sigamos callados, pensando en otros asuntos, sin exigir en la tienda y en el supermercado UN NUEVO MODELO DE DISTRIBUCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DE LOS ALIMENTOS tendremos que pensar cada vez que nos sentemos a la mesa más que en la salud que nos proporcionan, en el ACTO DEGRADATORIO que ello supone.
Y SOMOS NOSOTROS LOS PRIMEROS RESPONSABLES si continuamos siendo tan “complacientes” con la forma en que se nos proporciona el alimento (a nosotros y a nuestros hijos). No podemos dejar esto en manos de los empresarios, que serían los que debieran dar el primer paso. Ellos seguirán tan panchos mientras nada les obligue, haciéndose los locos y pensando sólo en los beneficios.
El PODER de cambiar las cosas ESTÁ EN NUESTRAS MANOS y no nos damos cuenta. Sin el consumidor nada funciona. De forma que podemos empezar a llevar nuestros propios bolsos de compra, nuestras talegas para el pan, nuestros queridos “cestos para las papas”. Que el acto de alimentarnos sea un acto para la vida, no para la destrucción. Nuestra desidia es lo realmente insostenible.
Feliz digestión.