Está claro que nadie ha ganado, sólo el pueblo que se ha deshecho de quien ha querido, por tanto, hay un claro perdedor al que se le ha proporcionado un severo correctivo. Asistimos a la desaparición del despotismo lazarinista, un ciudadano que ha utilizado Barlovento para medrar políticamente, pero que le ha salido el disparo por la culata. Hemos tardado ocho años en darnos cuenta, pero de esta manera el pueblo ha querido recompensarle con eso precisamente, un puntapié en la culata.
Esperemos que la savia nueva ppeista y psoista tengan la suficiente inteligencia para pactar entre ellos y obligarle a reingresar en su trabajo, lugar del que nunca debió haber salido.