Ahora que ha salido el sol y parece que ha pasado la tormenta, estaría bien ponernos a imaginar, lo imaginario, entiéndase, con el mismo valor y fundamento que el cogito prerreflexivo (bueno, no le den demasiadas vueltas a esto último). Imaginemos, ¿qué podría hacer este grupo de personas (no daré nombres, basta con la generalización) que de manera solidaria, independiente, con una organización inteligente, con sensibilidad y entrega desinteresada por una causa, gestionaron el pasado Mercadillo Solidario con motivo del terremoto de Haití intachablemente, con resultados sorprendentes? En muy mal lugar, en contraposición, quedan nuestras autoridades competentes, incluyo Ayuntamiento y Cabildo, y por supuesto, todo su séquito de técnicos y gestores felizmente apoltronados en sus puestos vitalicios (siento generalizar, es la ley que me he impuesto seguir. Aunque sé que hay gente competente, pero no veo la eficacia). Esto nos lleva a la pregunta clave, ¿cómo cambiarían las cosas, pongamos como ejemplo en nuestro ayuntamiento (debemos empezar por cosas pequeñas), si un grupo de estos ciudadanos se encargaran de regir nuestro municipio? ¿Sería utopía? ¿O hacer las cosas como deberían ser? Imagínenlo. Bueno, mejor piénsenlo.
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