La “limpia`” que hace el protagonista de “elementos” que son análogos a los actores del Turismo Industrial es la que necesitan LOS SURES; y la que necesitaríamos EN ESTA ISLA BONITA si nos conducimos por la senda de los ADORADORES DEL BECERRO DE ORO…
El Turismo rural deja el dinero en el “circuito económico palmero” , el Turismo de Macrohoteles le da el dinero a la Cadena Hotelera: EL DINERO SE VA DE NUESTRA ISLA PARA LOS NEOESCLAVISTAS…
Análisis crítico del turismo de masas en la globalización económica.
Rodrigo Fernández Miranda, Comisión de Consumo de Ecologistas en Acción de Madrid y autor del libro Viajar perdiendo el Sur (Libros en Acción, 2011).
Revista El Ecologista nº 70.
Mucha gente cree que el turismo es una industria ‘sin chimeneas’, esto es, sin apenas impactos ambientales. Pero lo cierto es que la generalización y masificación de la actividad turística está provocando grandes problemas tanto de carácter ambiental como de afección social a las sociedades del Sur que reciben a los visitantes.
La conquista del ocio lejano
“Es el viaje y no el destino lo que acaba siendo una fuente de prodigio”, afirmó en el Siglo XIV el incansable Marco Polo. Sin duda, desconociendo entonces las connotaciones que aquella frase tendría siete siglos después, como leitmotiv de toda una industria globalizada del turismo de masas.
La génesis de esta industria se remonta a la Revolución Industrial, aunque es a partir de los Acuerdos de Bretton Woods en 1944 cuando comienza un fuerte proceso expansivo y de crecimiento exponencial. Con su liberalización, desde mediados de los años 70, el turismo internacional fue configurándose como uno de los precursores de la globalización económica.
En los albores del siglo XXI, en un mundo caracterizado por el movimiento, el turismo se convirtió en la industria más poderosa del planeta, por delante de la automoción, el petróleo, la electrónica y la alimentación, y el primer renglón en el comercio internacional. A su vez, representa la actividad de más crecimiento y que mayor cantidad de empleos genera de la economía mundial. El factor tecnológico y la energía barata han contribuido a una disminución de los tiempos, los espacios y los costes: más rápido, más lejos, y también más barato.
Si se observa la evolución de los desplazamientos internacionales de personas desde la segunda mitad del siglo XX, los datos son elocuentes: 20 millones en los años de posguerra; 200 millones en 1975; 426,5 millones en 1989; 920 millones en 2008 (figura 1).
Figura 1: Evolución de los desplazamientos 1950-2008 (datos en millones de desplazamientos)
Durante los años dorados (1950-1973) la tasa de crecimiento de los desplazamientos internacionales alcanzó casi el 800%, entre 1975 y 1989 el 113%, y otro 115% desde la caída del Muro de Berlín hasta 2008. En poco más de 60 años los desplazamientos de personas a lo largo del mundo se multiplicaron nada menos que 46 veces. Entre 1989 y 2004 los ingresos de la industria turística mundial se multiplicaron por tres. A modo de ejemplo de este fuerte crecimiento, México, el 10º país del mundo en visitas internacionales, tuvo más visitas extranjeras durante 2009 –21,5 millones– que el total de desplazamientos mundiales anuales en los primeros años de la posguerra.
Viajan los ricos, ganan los ricos
Simultáneamente, la tendencia a la concentración de los capitales del sector ha determinado que un puñado de tour-operadores transnacionales controlen la mayor parte de los flujos financieros y comerciales a escala global de la actividad.
Concentración que acompaña a la constante expansión geográfica y diversificación comercial.
En este escenario expansivo, muchos territorios del Sur fueron gradualmente ganando protagonismo como destinos turísticos. Para muchos países empobrecidos la apertura económica, la explotación de recursos y la mercantilización de espacios para inducir el desarrollo turístico supuso una vía rápida y eficaz para su integración en el sistema mundializado. Una deslocalización productiva hacia la Periferia que fue masificando un turismo Norte-Sur de patio trasero.
Así, entre 1995 y 2009 los países del Sur incrementaron en más del 10% su participación como destino en la tarta de desplazamientos internacionales, con una tasa anual de crecimiento que duplica a la registrada en los países centrales. De continuar esta tendencia, en pocos años recibirían más visitas que los territorios del Norte (ver figura 2).
Evolución de la participación de países del Norte y del Sur en la industria turística internacional
En este proceso de deslocalización de destinos de masas, la mayor parte de la oferta, estandarizada y homogeneizada, es de tipo sol y playa. En cuanto a su dimensión espacial y su relación con el territorio de destino, este turismo induce fuertes procesos de urbanización y construcción de infraestructuras y exige un uso intensivo de recursos para la satisfacción de la demanda.
Por otro lado, este turismo debe enmarcarse en el modelo consumista, en una sociedad global 80/20, en el que el deseo de viajar cada vez más rápido y más lejos se masifica entre la selecta minoría mundial que constituyen las sociedades opulentas. Además, tiende a la creación de espacios adaptados para tal fin, privatizados, aislados y libres de todo tipo de riesgos y molestias que garanticen el desconocimiento o la interacción cultural anecdótica y mercantilizada en los destinos.
El gran motor de este engranaje global del movimiento y el ocio son las empresas transnacionales, que se expanden por mercados geográficos del Sur, en los que las reglas de juego favorecen su llegada y actividad, con bajas o nulas barreras comerciales, laxas regulaciones laborales, permisivas legislaciones ambientales, elevados incentivos fiscales, menores costes de los factores de explotación, y otro conjunto de cesiones y concesiones por parte de los poderes públicos locales. Además, a través de sus lobbies, inciden de forma directa en los espacios de toma de decisiones políticas nacionales, regionales y globales con objeto de preservar sus intereses.
Los actores públicos también tienen un papel activo en esta expansión hacia la periferia. Los Estados del Norte, a través de la promoción de la internacionalización de sus capitales turísticos; los del Sur, abriendo su economía, estableciendo políticas de atracción de inversiones y limitando sus funciones en cuanto a planificación y toma de decisiones en materia de la política económica en favor del libre mercado.
Asimismo, los organismos internacionales han promovido el proceso de turistización neoliberal del Sur, a través de las recetas de ajuste del FMI y el BM, y principalmente del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios impulsado desde la OMC. Mientras, en el marco discursivo dominante se apela de forma recurrente a las ideas de desarrollo y progreso en estos países receptores.
En este proceso de crecimiento y expansión a través de la deslocalización de sus paraísos, la correlación de fuerzas entre el concentrado sector privado transnacional, los Estados centrales, los organismos internacionales y estos nuevos Estados receptores es cada vez más desigual.
La chimenea turística
Si algo ha logrado el turismo internacional, además del crecimiento continuo de su actividad, es hacernos creer que se trata de una industria sin chimeneas ni humos, y con ello invisibilizar gran parte de los impactos negativos que conlleva. Estos se suelen asociar a algunos de sus sectores conexos, como la construcción o el transporte, pero de los que la industria turística parece quedar exonerada.
A pesar de esta pretendida inocuidad, el proceso de turistización del Sur supone una transformación radical de la fisonomía de la economía, el trabajo, la sociedad, la cultura y las condiciones medioambientales. En el reparto de la globalización turística, los territorios y poblaciones periféricas se quedan con los impactos negativos de la actividad y sin la mayor parte de sus beneficios.
Los principales impactos de este turismo se suelen agrupar en tres bloques, medioambientales, culturales y económicos. Los primeros, derivados del incremento sensible de las necesidades energéticas, la sobreexplotación, el cambio de uso y la destrucción de los recursos y los ecosistemas, así como la generación de residuos. A nivel económico, creando empleos precarios y destruyendo actividades económicas tradicionales, provocando un aumento de precios de bienes esenciales y repatriando las ganancias obtenidas hacia el Centro. Los impactos sociales nacen de la construcción de relaciones asimétricas turismo-población autóctona, la erosión de los valores humanos e inmateriales, así como la internacionalización de la cultura del provecho y la escala de valores consumistas, la sobreexplotación del patrimonio cultural o la alteración de las estructuras sociales en los destinos.
Aproximadamente dos tercios de los ingresos que genera la actividad turística globalizada quedan fuera de las economías del Sur en donde se generan. En esta dinámica turistizadora, los territorios y recursos que antaño se destinaban a la vida y la satisfacción de las necesidades de la población local se transforman en una materia prima más del mercado mundial destinada al hedonismo de las clases consumidoras. A la vez que supone una vía encubierta para la entrada de un estilo de vida y un sistema de valores funcionales al consumismo. Además, se debe tener en cuenta que esta expansión supone una dispersión geográfica y prolongación de las economías del Norte.
Asimismo, la masificación de las llegadas por encima de la capacidad de carga, la escasa capacidad de regulación, planificación y control de los poderes públicos y el bajo nivel de diversificación de la economía local, la nula participación de la población local en la actividad y la creciente concentración de la oferta son factores que inciden como potenciadores de estos impactos.
De esta manera, la turistización supone la exportación y mundialización de un modelo que sobrepone el derecho al lucro de las empresas transnacionales y al hedonismo de las sociedades opulentas, por encima de los derechos económicos, sociales, medioambientales y culturales de una parte significativa de las poblaciones actuales y futuras en los destinos. Un proceso incompatible con el desarrollo humano, la conservación de las condiciones naturales, económicas y socioculturales del territorio.
Bajo el paraguas de este desarrollo, una parte significativa de las poblaciones anfitrionas se verán obligadas a cargar con una hipoteca ecológica, económica y social, en beneficio de la voracidad y las ingentes ganancias económicas a corto plazo de esta industria. Un intercambio que resulta desde todo punto de vista injusto y desigual, y que está necesariamente reñido con la sostenibilidad socioambiental y económica de los destinos.
Límites: la condena del turismo trastero
La masificación selectiva de esta actividad en pocas décadas, los destinos cada vez más lejanos, la aceleración de la expansión y el abaratamiento de los costes son cuestiones que tienen una relación directa con el pago de salarios de supervivencia y la escasa sindicalización, la sobreexplotación de recursos naturales, culturales y humanos, la apropiación del territorio y los bienes esenciales y el aprovechamiento de laxas regulaciones de los poderes públicos en los destinos.
La mitología desarrollista se enfrenta al contraste con la realidad: el crecimiento económico al desarrollo humano; la creación de empleo a la precariedad y el desempleo; la sobreexplotación de recursos para el turismo extranjero a la carestía para la población autóctona; el crecimiento de la inversión extranjera al bienestar y la cohesión social. Por otro lado, los turistas-masa en ningún caso pagan los costes que generan en el territorio anfitrión, si se tienen en cuenta las externalidades sociales y medioambientales derivadas de dicha actividad o la reposición de los recursos empleados para esta, entre otros.
Paradigma de la destrucción creativa, el análisis crítico de este turismo también revela que los intercambios Norte-Sur en el marco de las normas de la OMC son una fuente de degradación ambiental, injusticia y dependencia sistemática.
También representa un ejemplo de la insostenibilidad del modelo consumista, disociado de las necesidades y las posibilidades, exento de racionalidad y de límites percibidos. Y, en última instancia, también se constituye como un emblema de que la economía de mercado está separada de la vida, y de que resulta imposible pensar en la preservación del medio ambiente sin la existencia de un marco de justicia social.
Un modelo que, en nombre de los principales derechos inalienables en el capitalismo global, el lucro y el consumismo, se lleva por delante todo aquello capaz de ser consumido: territorios, imágenes, novedades, recursos, ocio, poblaciones. Y también los derechos de muchos otros.
La retórica del bienestar, el desarrollo y la felicidad asociada al voraz proceso expansivo del turismo internacional también muestra un interesado olvido de los límites. Resulta obvio que la consigna del “más rápido, más frecuentemente, más lejos y más turistas low cost” se tope con límites físicos de inputs y outputs más temprano que tarde.
Frente a la panacea del crecimiento económico, las evidencias ecológicas del agotamiento del modelo de producción, distribución y consumo son cada vez más acuciantes. Cuestiones como el cambio climático, la contaminación o el agotamiento de las materias primas y las fuentes de energía son algunos de los elementos que caracterizan a este escenario de límites, y que tienen una relación directa con este turismo y sus sectores conexos. Elementos que también suponen una condena a las ansias de expansión y crecimiento ilimitado para la turistización planetaria, la concentración de sus capitales, la deslocalización y desregulación radical de actividades productivas.
Una condición necesaria para la expansión de todo el aparato turístico global (incluyendo la construcción y el transporte), que no en vano es uno de los grandes consumidores de combustibles fósiles, es la energía de bajo coste. Por lo que, en última instancia, el aumento imparable de la demanda energética, el pico del petróleo y el turismo internacional de masas son caras de una misma y alarmante realidad.
Desde el punto de vista del estilo de vida y el modelo de consumo, este turismo representa el ejemplo más claro de un estilo de vivir a expensas del futuro. La crisis ecológica no se puede superar ni con una mayor eficiencia ni con un capitalismo verde, sino que la cuestión pasa imperiosamente por una radical reducción y racionalización. La calidad de vida y la felicidad sin ninguna duda están en otra parte. Por eso, los límites al modelo no solo deben pensarse desde la producción, sino también desde una transformación en la cultura del provecho y el despilfarro.
A pesar de las estadísticas de avance implacable de la actividad turística, los indicadores ambientales hacen pensar que la edad de oro de este tipo de ocio lejano, mercantilizado y masificado alrededor del mundo tiende a terminarse. Lo que tarde o temprano ocurrirá, sea voluntaria u obligatoriamente.
La fuente no es una agente interesado en darle publicidad engañosa al Turismo Industrial…
ES UN ECONOMISTA DE PRESTIGIO…Y ES QUE EN LAS ORGANIZACIONES CONSERVACIONISTAS NO NOS FALTAN TITULADOS CON MORAL Y ESCRUPULOS…
El turista rural se aburre. El sector no remonta, no se decide a cambiar lo que debería cambiar y sigue con las mismas fórmulas y los mismos resultados negativos. ¿Por qué? ¿Hay esperanza para el turismo rural en España? Es lo que plantea Arturo Crosby en este post.
¿Percepción exagerada o realidad evidente? ¿Quién tiene la varita mágica?
Basta con hablar con el sector turístico rural (Perdón, quiero decir, con algunos de los agentes o fuentes de información, observación de datos, leer informaciones y boletines, blogs, comentarios, etc.…) para darse cuenta, que el tema no ha remontado nada en España.
"Retomando una frase de A. Einstein, que siempre dijo, que no se pueden esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo, pues volvemos a encontrarnos, como hace décadas, porque no ha cambiado apenas nada"
No sé cómo estará yendo en otros países con oferta turística similar o en los países emergentes, como es el caso de Latinoamérica. Pero quizás alguno de los lectores, nos podrá informar!
Un mal puente
La semana pasada hubo en España un puente o como se denomino, un acueducto de festivos, sin precedente, día si y día no era festivo (martes y jueves), por lo que muchos empresarios turísticos, restauradores,…tanto rurales como urbanos se pensaron que podrían hacer el Agosto, que este año no hubo.
Yo no creo en la suerte, pero si en las probabilidades. Tampoco creo que especular y pretender acertar, porque si, no es una herramienta buena, ni practica para la gestión turística, cosa muy usual en el sector.
Pero usando esta macrosemana festiva, como referencia, aquellos que pensaban tener una ocupación del 70 al 90%, estaban muy equivocados y asi sucedió. Es obvio, que a final de año, con las fiestas de navidad y Nochevieja a semanas vista, con otros festivos recientes o no lejanos, con la situación financiera negativa de gran parte de la demanda, pensar que habría lleno, durante una semana, era realmente increíble. Y claro, han venido las quejas, el grito en el cielo y todo tipo de lamentaciones.
Es muy simple, hagan un ejercicio simple, ¡ponganse en el lugar del consumidor y tomen decisiones!
Pero siendo más específicos y retomando el turismo rural, cuantifiquen cuantas semanas al año, se consumen? Si no recuerdo mal, el promedio de estancia ronda 2.5 noches (orientativamente). Entonces como se puede esperar que no habiendo cambiado nada, de la situación, tanto de la demanda como de la oferta, repentinamente se de un vuelco y haya pleno? Difícil, ¿verdad?
Mismas acciones, mismos resultados
Retomando una frase de A. Einstein, que siempre dijo, que no se pueden esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo, pues volvemos a encontrarnos, como hace décadas, porque no ha cambiado apenas nada, pero se sigue pensando que todo cambiara, sin dejar de repetir los mismos errores o de aceptar la situación como esta, pero esperando a que alguien haga algo. La varita mágica es de los magos y recuerden que es un juego de ilusiones y percepciones, no de realidad, aunque así lo parezca.
Permítanme recordarles, entre otros temas, que una mayoría de turistas en el medio rural, se aburre y por tanto no tiene motivación para alargar su estadía, con la consecuente pérdida de competitividad.
Si, aunque no se lo crean la mayoría de los turistas, se aburre. Una vez superada la crisis de ansiedad del stress, al llegar al campo, se pasa a la fase de consumismo, de turismo, pero sin embargo, no existe una oferta de animación, donde haya parte vendible como producto y parte asequible, como experiencia. Es simple, no existe (salvo excepciones).
Mas allá de la crisis económica, porque hay clientela, con poder adquisitivo, que apenas ha sufrido, otros que han mejorado mucho, y otros tantos que todavía pueden consumir aunque menos,…hay que tener en cuenta este factor de animación, que no funciona y que apenas requiere inversiones, salvo el saber hacer, el saber poner en valor una serie de recursos existentes, muchos ya pagados, transformarlos en productos y experiencias, de tal forma, que incluso se puedan ofertar como complemento adicional al alojamiento (a partir de un número mínimo de noches, por ejemplo), pero como parte íntegra del producto turístico. Los municipios, comarcas y mancomunidades deberán tener un papel fundamental en este proceso, porque gran parte de los recursos dependen de estas Administraciones, que tienen la obligación de converger con los intereses del sector.
Es decir, si se pueden aplicar formulas que mejoren la situación, pero eso obliga a llevar a cabo cambios sustanciales en la forma de pensar y actuar, porque al menos los resultados podrán ser diferentes.
El desplome de Túnez y Egipto en 2011 como consecuencia de la Primavera árabe fue determinante para que el PIB turístico de España creciera un 2,6% el año pasado, según Exceltur.
La demanda interna del mercado emisor español cayó un año más, sobre todo en el último trimestre.
Este aumento del 2,6% se tradujo en 2.678 millones de euros más en actividad turística respecto a 2010, así como en 17.000 puestos de trabajo más, según las estimaciones de la asociación empresarial.
El crecimiento del PIB turístico fue debido en exclusiva a la demanda externa y el 66% de este aumento fue consecuencia directa del "infortunio" de los destinos afectados por las revueltas de la Primavera Árabe.
En concreto, apunta Exceltur, Egipto perdió cinco millones de turistas mientras que dos millones de turistas dejaron de ir a Túnez.
Debido a esta alteración de los flujos turísticos internacionales, los destinos españoles que se vieron más beneficiados fueron Baleares, Canarias así como las costas peninsulares.
Del mismo modo, los hoteles y los rent a car de los destinos de playa fueron las empresas que más notaron los efectos de este repunte.
Demanda interior, tocada
Por el contrario, la demanda interna del mercado emisor español cayó un año más, sobre todo en el último trimestre.
"Los gobiernos tienen que comprender que cuando vendemos una habitación de hotel a un turista extranjero, eso es una exportación", dijo en una ocasión el hotelero JW Marriott.
El único sector de la economía española cuyas ventas en el extranjero superan al turismo en el primer semestre es el de bienes de equipo, que incluye maquinaria para la industria, equipos de telecomunicaciones, material de transporte (ferrocarril, buques y aeronaves), motores, aparatos eléctricos y de precisión, etc. Las exportaciones de este sector de enero a junio ascendieron a 21.121 millones de euros.
Pero los ingresos por turismo extranjero superan a todos los demás sectores que tratan de vender su mercancía en el exterior: alimentos, petróleo y gas, materias primas, semimanufacturas (hierro, acero, papel), automoción, manufacturas de consumo (textiles, calzado, juguetes), etc.
Fuente Hosteltur.
Si, donde no hay ni un titulado ni licenciado ni nadie con experiencia en el sector…Obviamente deben ser todos enchufados y mentirosos patológicos…
Los servicios turísticos consumidos por ciudadanos extranjeros en España durante el primer semestre de 2011 generaron unos ingresos de 18.241 millones de euros, un 9,8% más respecto al mismo período del año pasado, según la balanza de pagos del Banco de España difundida ayer. Estos ingresos turísticos tienen un impacto sobre la economía española comparable al de aquellos productos destinados a la exportación y que se consumirán fuera de nuestras fronteras. Los datos oficiales muestran que el turismo sería uno de los sectores líderes en exportaciones.
Alguno debería volver a ver la película de Forrest Gump y quedarse con las frases tan míticas para llevarlas a la práctica…
…y dejarse de altanerías, tópicos y recursos totalmente desfasados que APESTAN A NAFTALINA.
Bueno , el titular del articulo lo dice TODO: EL TURISMO INDUSTRIAL PROVOCA GRAVES IMPACTOS EN LOS TERRITORIOS Y SOCIEDADES RECEPTORAS.
Y ahora vendrán los “lumbreras!” con sus “arpones” a “goborar” y “barbotar”…Nada de argüir y fundamentar…
Vacaciones contra el planeta
Junio de 2007,
EL TURISMO INDUSTRIAL PROVOCA GRAVES IMPACTOS EN LOS TERRITORIOS Y SOCIEDADES RECEPTORAS.
YAYO HERRERO, ECOLOGISTAS EN ACCIÓN. REVISTA EL ECOLOGISTA Nº 53.
El turismo es una de las mayores industrias del mundo. Su impronta en las sociedades receptoras y en sus territorios es demoledora (basta fijarse en nuestra costa mediterránea). En los viajes a países exóticos del sur, el turista busca imágenes estereotipadas que le son facilitadas por la industria en poblados y entornos que no son sino enormes decorados, vigilados y a resguardo de los problemas sociales y ambientales del lugar.
Un grupo de estadounidenses achicharrados por el sol se come un cocido en el restaurante madrileño Botín, ése en el que comió Heminway, un 10 de agosto de 2006 a las 19:30. Ciento quince españoles, vestidos con chilabas, montan en camellos que llevados de las riendas por muchachos egipcios, les conducen hasta una jaima-tienda, desierto adentro, en la que pagan por la misma arena que pisan, pero envasada. Una pareja de recién casados pasa su luna de miel encerrada en un centro comercial flotante de seis plantas que transporta a 5.000 personas de un puerto a otro del Mediterráneo. Catorce profesionales europeos de éxito, vestidos de Coronel Tapioca de los pies a la cabeza, atraviesan por la mañana un salar en burro, se tiran a mediodía desde la cima de un monte en parapente, descienden por la tarde los rápidos de un río agarrados a una tablita y se reponen por la noche en un hotel con piscina, aire acondicionado, sauna y camareros disfrazados de indígenas.
Todas estas personas tienen tres cosas en común: son turistas, son clientes de empresas líderes de uno de los sectores de mayor crecimiento económico y, una tercera coincidencia, el tipo de vacaciones que éstas les han vendido provoca graves impactos ecológicos y sociales en los territorios y sociedades receptoras.
El turismo constituye hoy una de las mayores industrias del mundo. La explosión del transporte a precios bajos ha permitido que determinados sectores sociales, hayan aumentado la frecuencia, la distancia recorrida y la complejidad de los servicios requeridos en sus viajes vacacionales. En las últimas décadas el crecimiento exponencial del sector turístico ha cuadruplicado al de la economía mundial.
Países como España reciben anualmente un número de visitantes casi mayor que su propia población, concentrados en unos pocos meses y en algunos lugares (las islas, la costa mediterránea y la Comunidad de Madrid). Los no hace mucho pequeños pueblos de pescadores, como Santa Pola, están llenos de edificios de más de quince pisos y tienen una densidad de población similar a la del centro de Londres. Carreteras, aeropuertos, campos de golf, sucursales bancarias, inmobiliarias, tiendas y hoteles son signos visibles de esta expansión creciente del turismo.
El turismo es un sector depredador de energía. La parte del león se la lleva el transporte en cualquiera de sus modalidades, pero sobre todo en coche y avión… El 90% del gasto energético del sector en los países ricos se debe a los desplazamientos hacia y desde los lugares de destino. Si un español ajustase su gasto energético a las capacidades de carga de su territorio probablemente no podría realizar un vuelo transcontinental más que una vez cada veinte años. Sin embargo, es obvio que los desplazamientos son cada vez más frecuentes. Fines de semana a la otra punta de Europa. Semana Santa en el Caribe y diez días en verano a Senegal o Guatemala. Las compañías aéreas de bajo coste y las agencias on line compiten por bajar las tarifas. De sol y playa, rural, de aventura, cruceros, solidario, etc., una opción para cada público.
Esta orgía de movilidad contrasta cínicamente con la preocupación que pregonan políticos o empresarios ante el cambio climático, el más conocido de los efectos que ha provocado el divorcio entre la forma en la que las sociedades ricas organizan su intendencia, y los procesos que la biosfera ha construido durante millones de años para garantizar la protección del conjunto de los sistemas vivos. La reducción de las emisiones de CO2 y la posibilidad de aminorar los efectos del calentamiento global están muy relacionadas con la reducción drástica del transporte horizontal, tan ajeno a la naturaleza como amenazador para el futuro. Sin embargo, nuestra cultura considera el transporte como uno de los mayores exponentes del progreso, y viajar lejos se ha convertido en un asunto de significación social. La cultura del descanso y las vacaciones se identifican con el viaje.
Tampoco se libran los mares
Cada día más de trescientos cruceros surcan los mares de todo el mundo. Son auténticas ciudades flotantes provistas de piscinas, teatros, cines, restaurantes, saunas, pistas de tenis, comercios, tiendas de revelado de fotos, lavanderías y todo aquello que el pasajero pueda desear. Cargan y descargan insumos y residuos, en puertos en los que atracan apenas unas horas que los pasajeros aprovechan para comprar todo lo que pueden y visitar los monumentos de rigor.
Los cruceros arrojan el 24% de toda la basura sólida que se vierte en el mar desde el propio mar. Aunque se va desarrollando normativa que regula la gestión de los residuos a bordo, en general, el control y la regulación es deficiente y muchos cruceros llevan banderas de conveniencia de países que no se rigen por estas normas. La contaminación de las llamadas aguas negras y grises han provocado el cierre de zonas de marisqueo y caladeros de pesca. El vertido de metales pesados e hidrocarburos también provoca la destrucción a medio plazo de la vida marina.
La destrucción de los territorios
En tierra, el crecimiento económico legitima a la industria del turismo para arrasar lo que sea. La construcción de carreteras, aeropuertos y puertos, las instalación de pistas de esquí, apartamentos de montaña que están vacíos la mitad del año, segundas residencias en la playa para personas que van dos meses, campos de golf en el desierto, infraestructuras para las diversiones más peregrinas…
Muchas de los lugares devastados son o están cercanos a zonas frágiles, de alto valor ecológico.
Así, el litoral español, en una enorme operación especulativa, se va rápidamente convirtiendo en una barrera de cemento, sin distinción entre los diferentes pueblos. Un continuo de carreteras, campos de golf, parques temáticos, horrendos mazacotes de hormigón e hileras de adosados asolan los territorios y consumen una obscena cantidad de agua y energía, que el conjunto del planeta ya no puede permitirse.
Turismo y globalización
Como ya es bien conocido, una buena parte de la industria turística tiene carácter transnacional. En España, empresas como Sol Meliá, Barceló, RIU, Iberostar, Fiesta Hotels, etc. controlan una buena parte de la oferta turística en los cinco continentes. Las inversiones de los gobiernos en infraestructuras permiten el crecimiento exponencial de las transnacionales con el mínimo gasto (suyo). Se construyen aeropuertos, puertos, autopistas y centrales eléctricas con dinero público a expensas de otro tipo de inversiones en educación, sanidad, autosuficiencia alimentaria, etc. La expansión de la industria turística está garantizada a costa de los derechos de las trabajadoras y trabajadores y de la precaria autonomía de las comunidades colonizadas, a las que apenas les quedan las migajas del negocio.
El turismo industrial es una de las mejores herramientas con las que ha contado el capitalismo para hacerse propaganda a sí mismo. La llegada de los habitantes urbanos a las zonas rurales y, algo más tarde, la llegada masiva de turistas occidentales a las sociedades del Sur, han supuesto enormes impactos. La exhibición impúdica de la sobreabundancia y el despilfarro asociado al ocio seduce a las sociedades receptoras.
Muchas sociedades sostenibles se destruyen rápidamente al abandonar su estilo de vida sin advertir que su pretensión de emular a quienes les visitan resulta imposible en un mundo físicamente limitado.
La ilusión de muchos niños y niñas en los países del Sur por las camisetas usadas, las cámaras fotográficas, los bolígrafos, las compras masivas de souvenirs y demás muestras del desarrollo, son sólo un ejemplo de lo que constituye una obra maestra de marketing de la globalización. A través del turismo se muestra a las personas de todo el planeta lo que podrían obtener si su país se incorpora al club de los ricos, o si consigue instalarse en este mundo privilegiado de la acumulación sin límites. A través de este contacto, las personas que viven en sociedades menos depredadoras, se sienten subdesarrolladas por llevar una vida sencilla, por no viajar, por no comprar, por no usar y tirar.
De un Marina D’or a otro…
El monopolio de los clientes con ofertas de todo incluido dificulta la relación del turista con el espacio real, más allá de las fronteras del complejo turístico. Las personas viajan miles de kilómetros para residir unos pocos días en un espacio construido para ellas, en el que los nativos contratados siempre son acogedores. Los conflictos sociales y la destrucción ambiental se ocultan tras decorados vigilados y protegidos de los autóctonos que tienen vedado el acceso. Playas artificiales, pueblos artificiales… El turista se traslada de un no-lugar a otro. Las mismas marcas, los mismos aeropuertos, las mismas cadenas hoteleras…
El turista siente que se encuentra en un lugar diferente en la medida en que el decorado y los nativos con los que se relacione se ajusten al estereotipo que lleva en la cabeza al salir de casa. Cuanto más se corresponda a lo que vio en la televisión, cuanto más se reconozcan las imágenes del folleto de la agencia, tanto más es valorada la experiencia del viaje.
“Egipto tiene que parecerse al de la Exposición Universal; Bali tiene que parecerse al de El Corte Inglés; África tiene que parecerse a la de Port Aventura. Egipto, Bali, África tienen que convertirse en Parques Temáticos de sí mismos, a la medida de la fotografía que queremos fotografiar” . Las sociedades tienen que adaptarse a lo que se espera de ellas. Deberán ajustar su economía, crear infraestructuras, ajustar sus costumbres y formas de vida, poner el agua, el territorio, y las personas a disposición de lo que las agencias venden a los turistas. Paradójicamente, lejos de romper clichés, el turismo industrial tiene que recrear el tópico y el estereotipo para que el cliente pueda llegar a tener la sensación de estar en un lugar diferente.
El turista de este modo se convierte en una caricatura del viajero. Durante sus vacaciones es un ser dependiente, guiado, disfrazado, divertido y alimentado en grupo. El año pasado una agencia de viajes en las marquesinas de los autobuses definía el tonting como el empeño en diseñar el propio viaje, en escoger el modo de transporte y el tipo alojamiento. ¿Para qué, si una agencia lo hace por ti y te selecciona hasta los amigos para el viaje? Horarios impuestos, menús elegidos, solidaridades y amores de diez días en el paquete turístico, traslados en masa, fotografías comunes, etc. El paquete turístico también ejerce como simulacro de experiencia comunitaria que nos es robada en la vorágine de la avanzada vida capitalista.
Sólo se viaja en una dirección
Además de la devastación social y ecológica que lo acompaña, el crecimiento del turismo se produce en un contexto en el que la mayoría de la población mundial no tiene la posibilidad de poder desplazarse, ni siquiera por circunstancias de pura supervivencia.
Las caravanas de turistas contrastan con los miles de inmigrantes que tratan de pasar las fronteras entre la invisibilidad y la explotación. En camiones frigoríficos, amontonados en cayucos y pateras, los inmigrantes, refugiados ambientales y económicos, damnificados del capitalismo, mueren todos los días por querer viajar sin ser turistas. No pueden atravesar esa línea que con tanta facilidad cruzan los minerales, el petróleo, los mensajes de correo electrónico, el cacao y hasta los virus. En dirección contraria, mientras tanto, millones de vuelos al año trasladan a cientos de millones de turistas a los que nadie detiene porque no existen fronteras que detengan o limiten los flujos de consumidores.
“Turismo y emigración constituyen dos formas diferentes de desplazamiento político en el espacio” . Dos flujos desiguales que reproducen la explotación ecológica y económica a escala planetaria y legitiman una relación neocolonial en el ámbito local.
¿Puede ser sostenible el turismo?
Cuando la destrucción viene de superar los límites en el número de kilómetros recorridos, en el número de viviendas construidas, en los espacios naturales alterados, en los residuos generados, en las carreteras construidas… las soluciones sólo se encuentran en la reducción.
En nuestra sociedad del exceso, salen sarpullidos al escuchar la palabra menos. Pero aunque no guste oírlo, no hay modelo turístico sostenible que no pase por reducir drásticamente el disparate actual. Menos distancia, menos uso de combustible fósil, menos construcción, menos gasto de agua, menos residuos, menos plazas hoteleras, menos parques temáticos, menos presencia en lugares ambientalmente frágiles…
Después de revisar cuáles son los impactos y cuáles los problemas, reducir es una cuestión de sentido común. Los cartelitos que recuerdan que no es necesario lavar las toallas todos los días, son tiritas para cortar una hemorragia de despilfarro en la que se nos va la vida. Quienes engrosan sus cuentas de resultados con este negocio, probablemente no dudarán de tildar de catastrofista a cualquiera que observe que el único remedio para las enfermedades del exceso es la reducción. Pero, aunque no guste… no hay otra.
¿Es posible satisfacer la curiosidad natural que tienen las personas de conocer otras realidades, de forma que no se agrave la situación de un mundo progresivamente devastado?
Más tiempo para la vida y el descanso, más relaciones, más conversaciones, más tiempo para desplazarnos tirando de nuestros músculos, más visitar a los amigos, más compartir casa, más dormir al raso, más tiempo para permanecer, más caricias… Hay muchas cosas que cuanto más se practican, mas felices somos, de ésas podemos abusar todo lo que queramos. Ni se gastan, ni deterioran, ni son posibles sólo a costa de la explotación de los demás.
La velocidad de la vida avanzada nos impide disfrutar del camino, de sus recovecos. En el turismo industrial el camino no existe, sólo importa el destino. No hay libro de viajes ni relato etnográfico que nos haya emocionado, en el que el protagonista no se haya detenido, no haya permanecido, no haya disfrutado del tránsito. Viajar hacia lo hondo, para conocer en profundidad, para tener el placer de permanecer, para no romper aquello diferente y maravilloso que todo lo vivo ofrece.
Notas
[1] Santiago Alba Rico “Turismo: la mirada caníbal” http://www.rebelion.org/noticia.php…Más información sobre los impactos del turismo en los números 31 y 29 de El Ecologista.
Que pasa con la avenida de Puerto Naos?
Quien conoce las licencias y respectivas condiciones a
los negocios que se ubican en dicha avenida y que dan
tan mala imagen?
GALVA
Mejor es la Película de T. Kitano…ZATOICHI…
La “limpia`” que hace el protagonista de “elementos” que son análogos a los actores del Turismo Industrial es la que necesitan LOS SURES; y la que necesitaríamos EN ESTA ISLA BONITA si nos conducimos por la senda de los ADORADORES DEL BECERRO DE ORO…
El Turismo rural deja el dinero en el “circuito económico palmero” , el Turismo de Macrohoteles le da el dinero a la Cadena Hotelera: EL DINERO SE VA DE NUESTRA ISLA PARA LOS NEOESCLAVISTAS…
http://www.ecologistasenaccion.org/article8563.html
Viajar perdiendo el Sur
Septiembre de 2011, por Revista | Visitas: 1683
Análisis crítico del turismo de masas en la globalización económica.
Rodrigo Fernández Miranda, Comisión de Consumo de Ecologistas en Acción de Madrid y autor del libro Viajar perdiendo el Sur (Libros en Acción, 2011).
Revista El Ecologista nº 70.
Mucha gente cree que el turismo es una industria ‘sin chimeneas’, esto es, sin apenas impactos ambientales. Pero lo cierto es que la generalización y masificación de la actividad turística está provocando grandes problemas tanto de carácter ambiental como de afección social a las sociedades del Sur que reciben a los visitantes.
La conquista del ocio lejano
“Es el viaje y no el destino lo que acaba siendo una fuente de prodigio”, afirmó en el Siglo XIV el incansable Marco Polo. Sin duda, desconociendo entonces las connotaciones que aquella frase tendría siete siglos después, como leitmotiv de toda una industria globalizada del turismo de masas.
La génesis de esta industria se remonta a la Revolución Industrial, aunque es a partir de los Acuerdos de Bretton Woods en 1944 cuando comienza un fuerte proceso expansivo y de crecimiento exponencial. Con su liberalización, desde mediados de los años 70, el turismo internacional fue configurándose como uno de los precursores de la globalización económica.
En los albores del siglo XXI, en un mundo caracterizado por el movimiento, el turismo se convirtió en la industria más poderosa del planeta, por delante de la automoción, el petróleo, la electrónica y la alimentación, y el primer renglón en el comercio internacional. A su vez, representa la actividad de más crecimiento y que mayor cantidad de empleos genera de la economía mundial. El factor tecnológico y la energía barata han contribuido a una disminución de los tiempos, los espacios y los costes: más rápido, más lejos, y también más barato.
Si se observa la evolución de los desplazamientos internacionales de personas desde la segunda mitad del siglo XX, los datos son elocuentes: 20 millones en los años de posguerra; 200 millones en 1975; 426,5 millones en 1989; 920 millones en 2008 (figura 1).
Figura 1: Evolución de los desplazamientos 1950-2008 (datos en millones de desplazamientos)
Durante los años dorados (1950-1973) la tasa de crecimiento de los desplazamientos internacionales alcanzó casi el 800%, entre 1975 y 1989 el 113%, y otro 115% desde la caída del Muro de Berlín hasta 2008. En poco más de 60 años los desplazamientos de personas a lo largo del mundo se multiplicaron nada menos que 46 veces. Entre 1989 y 2004 los ingresos de la industria turística mundial se multiplicaron por tres. A modo de ejemplo de este fuerte crecimiento, México, el 10º país del mundo en visitas internacionales, tuvo más visitas extranjeras durante 2009 –21,5 millones– que el total de desplazamientos mundiales anuales en los primeros años de la posguerra.
Viajan los ricos, ganan los ricos
Simultáneamente, la tendencia a la concentración de los capitales del sector ha determinado que un puñado de tour-operadores transnacionales controlen la mayor parte de los flujos financieros y comerciales a escala global de la actividad.
Concentración que acompaña a la constante expansión geográfica y diversificación comercial.
En este escenario expansivo, muchos territorios del Sur fueron gradualmente ganando protagonismo como destinos turísticos. Para muchos países empobrecidos la apertura económica, la explotación de recursos y la mercantilización de espacios para inducir el desarrollo turístico supuso una vía rápida y eficaz para su integración en el sistema mundializado. Una deslocalización productiva hacia la Periferia que fue masificando un turismo Norte-Sur de patio trasero.
Así, entre 1995 y 2009 los países del Sur incrementaron en más del 10% su participación como destino en la tarta de desplazamientos internacionales, con una tasa anual de crecimiento que duplica a la registrada en los países centrales. De continuar esta tendencia, en pocos años recibirían más visitas que los territorios del Norte (ver figura 2).
Evolución de la participación de países del Norte y del Sur en la industria turística internacional
En este proceso de deslocalización de destinos de masas, la mayor parte de la oferta, estandarizada y homogeneizada, es de tipo sol y playa. En cuanto a su dimensión espacial y su relación con el territorio de destino, este turismo induce fuertes procesos de urbanización y construcción de infraestructuras y exige un uso intensivo de recursos para la satisfacción de la demanda.
Por otro lado, este turismo debe enmarcarse en el modelo consumista, en una sociedad global 80/20, en el que el deseo de viajar cada vez más rápido y más lejos se masifica entre la selecta minoría mundial que constituyen las sociedades opulentas. Además, tiende a la creación de espacios adaptados para tal fin, privatizados, aislados y libres de todo tipo de riesgos y molestias que garanticen el desconocimiento o la interacción cultural anecdótica y mercantilizada en los destinos.
El gran motor de este engranaje global del movimiento y el ocio son las empresas transnacionales, que se expanden por mercados geográficos del Sur, en los que las reglas de juego favorecen su llegada y actividad, con bajas o nulas barreras comerciales, laxas regulaciones laborales, permisivas legislaciones ambientales, elevados incentivos fiscales, menores costes de los factores de explotación, y otro conjunto de cesiones y concesiones por parte de los poderes públicos locales. Además, a través de sus lobbies, inciden de forma directa en los espacios de toma de decisiones políticas nacionales, regionales y globales con objeto de preservar sus intereses.
Los actores públicos también tienen un papel activo en esta expansión hacia la periferia. Los Estados del Norte, a través de la promoción de la internacionalización de sus capitales turísticos; los del Sur, abriendo su economía, estableciendo políticas de atracción de inversiones y limitando sus funciones en cuanto a planificación y toma de decisiones en materia de la política económica en favor del libre mercado.
Asimismo, los organismos internacionales han promovido el proceso de turistización neoliberal del Sur, a través de las recetas de ajuste del FMI y el BM, y principalmente del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios impulsado desde la OMC. Mientras, en el marco discursivo dominante se apela de forma recurrente a las ideas de desarrollo y progreso en estos países receptores.
En este proceso de crecimiento y expansión a través de la deslocalización de sus paraísos, la correlación de fuerzas entre el concentrado sector privado transnacional, los Estados centrales, los organismos internacionales y estos nuevos Estados receptores es cada vez más desigual.
La chimenea turística
Si algo ha logrado el turismo internacional, además del crecimiento continuo de su actividad, es hacernos creer que se trata de una industria sin chimeneas ni humos, y con ello invisibilizar gran parte de los impactos negativos que conlleva. Estos se suelen asociar a algunos de sus sectores conexos, como la construcción o el transporte, pero de los que la industria turística parece quedar exonerada.
A pesar de esta pretendida inocuidad, el proceso de turistización del Sur supone una transformación radical de la fisonomía de la economía, el trabajo, la sociedad, la cultura y las condiciones medioambientales. En el reparto de la globalización turística, los territorios y poblaciones periféricas se quedan con los impactos negativos de la actividad y sin la mayor parte de sus beneficios.
Los principales impactos de este turismo se suelen agrupar en tres bloques, medioambientales, culturales y económicos. Los primeros, derivados del incremento sensible de las necesidades energéticas, la sobreexplotación, el cambio de uso y la destrucción de los recursos y los ecosistemas, así como la generación de residuos. A nivel económico, creando empleos precarios y destruyendo actividades económicas tradicionales, provocando un aumento de precios de bienes esenciales y repatriando las ganancias obtenidas hacia el Centro. Los impactos sociales nacen de la construcción de relaciones asimétricas turismo-población autóctona, la erosión de los valores humanos e inmateriales, así como la internacionalización de la cultura del provecho y la escala de valores consumistas, la sobreexplotación del patrimonio cultural o la alteración de las estructuras sociales en los destinos.
Aproximadamente dos tercios de los ingresos que genera la actividad turística globalizada quedan fuera de las economías del Sur en donde se generan. En esta dinámica turistizadora, los territorios y recursos que antaño se destinaban a la vida y la satisfacción de las necesidades de la población local se transforman en una materia prima más del mercado mundial destinada al hedonismo de las clases consumidoras. A la vez que supone una vía encubierta para la entrada de un estilo de vida y un sistema de valores funcionales al consumismo. Además, se debe tener en cuenta que esta expansión supone una dispersión geográfica y prolongación de las economías del Norte.
Asimismo, la masificación de las llegadas por encima de la capacidad de carga, la escasa capacidad de regulación, planificación y control de los poderes públicos y el bajo nivel de diversificación de la economía local, la nula participación de la población local en la actividad y la creciente concentración de la oferta son factores que inciden como potenciadores de estos impactos.
De esta manera, la turistización supone la exportación y mundialización de un modelo que sobrepone el derecho al lucro de las empresas transnacionales y al hedonismo de las sociedades opulentas, por encima de los derechos económicos, sociales, medioambientales y culturales de una parte significativa de las poblaciones actuales y futuras en los destinos. Un proceso incompatible con el desarrollo humano, la conservación de las condiciones naturales, económicas y socioculturales del territorio.
Bajo el paraguas de este desarrollo, una parte significativa de las poblaciones anfitrionas se verán obligadas a cargar con una hipoteca ecológica, económica y social, en beneficio de la voracidad y las ingentes ganancias económicas a corto plazo de esta industria. Un intercambio que resulta desde todo punto de vista injusto y desigual, y que está necesariamente reñido con la sostenibilidad socioambiental y económica de los destinos.
Límites: la condena del turismo trastero
La masificación selectiva de esta actividad en pocas décadas, los destinos cada vez más lejanos, la aceleración de la expansión y el abaratamiento de los costes son cuestiones que tienen una relación directa con el pago de salarios de supervivencia y la escasa sindicalización, la sobreexplotación de recursos naturales, culturales y humanos, la apropiación del territorio y los bienes esenciales y el aprovechamiento de laxas regulaciones de los poderes públicos en los destinos.
La mitología desarrollista se enfrenta al contraste con la realidad: el crecimiento económico al desarrollo humano; la creación de empleo a la precariedad y el desempleo; la sobreexplotación de recursos para el turismo extranjero a la carestía para la población autóctona; el crecimiento de la inversión extranjera al bienestar y la cohesión social. Por otro lado, los turistas-masa en ningún caso pagan los costes que generan en el territorio anfitrión, si se tienen en cuenta las externalidades sociales y medioambientales derivadas de dicha actividad o la reposición de los recursos empleados para esta, entre otros.
Paradigma de la destrucción creativa, el análisis crítico de este turismo también revela que los intercambios Norte-Sur en el marco de las normas de la OMC son una fuente de degradación ambiental, injusticia y dependencia sistemática.
También representa un ejemplo de la insostenibilidad del modelo consumista, disociado de las necesidades y las posibilidades, exento de racionalidad y de límites percibidos. Y, en última instancia, también se constituye como un emblema de que la economía de mercado está separada de la vida, y de que resulta imposible pensar en la preservación del medio ambiente sin la existencia de un marco de justicia social.
Un modelo que, en nombre de los principales derechos inalienables en el capitalismo global, el lucro y el consumismo, se lleva por delante todo aquello capaz de ser consumido: territorios, imágenes, novedades, recursos, ocio, poblaciones. Y también los derechos de muchos otros.
La retórica del bienestar, el desarrollo y la felicidad asociada al voraz proceso expansivo del turismo internacional también muestra un interesado olvido de los límites. Resulta obvio que la consigna del “más rápido, más frecuentemente, más lejos y más turistas low cost” se tope con límites físicos de inputs y outputs más temprano que tarde.
Frente a la panacea del crecimiento económico, las evidencias ecológicas del agotamiento del modelo de producción, distribución y consumo son cada vez más acuciantes. Cuestiones como el cambio climático, la contaminación o el agotamiento de las materias primas y las fuentes de energía son algunos de los elementos que caracterizan a este escenario de límites, y que tienen una relación directa con este turismo y sus sectores conexos. Elementos que también suponen una condena a las ansias de expansión y crecimiento ilimitado para la turistización planetaria, la concentración de sus capitales, la deslocalización y desregulación radical de actividades productivas.
Una condición necesaria para la expansión de todo el aparato turístico global (incluyendo la construcción y el transporte), que no en vano es uno de los grandes consumidores de combustibles fósiles, es la energía de bajo coste. Por lo que, en última instancia, el aumento imparable de la demanda energética, el pico del petróleo y el turismo internacional de masas son caras de una misma y alarmante realidad.
Desde el punto de vista del estilo de vida y el modelo de consumo, este turismo representa el ejemplo más claro de un estilo de vivir a expensas del futuro. La crisis ecológica no se puede superar ni con una mayor eficiencia ni con un capitalismo verde, sino que la cuestión pasa imperiosamente por una radical reducción y racionalización. La calidad de vida y la felicidad sin ninguna duda están en otra parte. Por eso, los límites al modelo no solo deben pensarse desde la producción, sino también desde una transformación en la cultura del provecho y el despilfarro.
A pesar de las estadísticas de avance implacable de la actividad turística, los indicadores ambientales hacen pensar que la edad de oro de este tipo de ocio lejano, mercantilizado y masificado alrededor del mundo tiende a terminarse. Lo que tarde o temprano ocurrirá, sea voluntaria u obligatoriamente.
La fuente no es una agente interesado en darle publicidad engañosa al Turismo Industrial…
ES UN ECONOMISTA DE PRESTIGIO…Y ES QUE EN LAS ORGANIZACIONES CONSERVACIONISTAS NO NOS FALTAN TITULADOS CON MORAL Y ESCRUPULOS…
PIDA LA MANUMISIÓN SR CRITERIO…
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CriteriO
Este es el más interesante y aplicable a la isla:
El turista rural se aburre. El sector no remonta, no se decide a cambiar lo que debería cambiar y sigue con las mismas fórmulas y los mismos resultados negativos. ¿Por qué? ¿Hay esperanza para el turismo rural en España? Es lo que plantea Arturo Crosby en este post.
¿Percepción exagerada o realidad evidente? ¿Quién tiene la varita mágica?
Basta con hablar con el sector turístico rural (Perdón, quiero decir, con algunos de los agentes o fuentes de información, observación de datos, leer informaciones y boletines, blogs, comentarios, etc.…) para darse cuenta, que el tema no ha remontado nada en España.
"Retomando una frase de A. Einstein, que siempre dijo, que no se pueden esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo, pues volvemos a encontrarnos, como hace décadas, porque no ha cambiado apenas nada"
No sé cómo estará yendo en otros países con oferta turística similar o en los países emergentes, como es el caso de Latinoamérica. Pero quizás alguno de los lectores, nos podrá informar!
Un mal puente
La semana pasada hubo en España un puente o como se denomino, un acueducto de festivos, sin precedente, día si y día no era festivo (martes y jueves), por lo que muchos empresarios turísticos, restauradores,…tanto rurales como urbanos se pensaron que podrían hacer el Agosto, que este año no hubo.
Yo no creo en la suerte, pero si en las probabilidades. Tampoco creo que especular y pretender acertar, porque si, no es una herramienta buena, ni practica para la gestión turística, cosa muy usual en el sector.
Pero usando esta macrosemana festiva, como referencia, aquellos que pensaban tener una ocupación del 70 al 90%, estaban muy equivocados y asi sucedió. Es obvio, que a final de año, con las fiestas de navidad y Nochevieja a semanas vista, con otros festivos recientes o no lejanos, con la situación financiera negativa de gran parte de la demanda, pensar que habría lleno, durante una semana, era realmente increíble. Y claro, han venido las quejas, el grito en el cielo y todo tipo de lamentaciones.
Es muy simple, hagan un ejercicio simple, ¡ponganse en el lugar del consumidor y tomen decisiones!
Pero siendo más específicos y retomando el turismo rural, cuantifiquen cuantas semanas al año, se consumen? Si no recuerdo mal, el promedio de estancia ronda 2.5 noches (orientativamente). Entonces como se puede esperar que no habiendo cambiado nada, de la situación, tanto de la demanda como de la oferta, repentinamente se de un vuelco y haya pleno? Difícil, ¿verdad?
Mismas acciones, mismos resultados
Retomando una frase de A. Einstein, que siempre dijo, que no se pueden esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo, pues volvemos a encontrarnos, como hace décadas, porque no ha cambiado apenas nada, pero se sigue pensando que todo cambiara, sin dejar de repetir los mismos errores o de aceptar la situación como esta, pero esperando a que alguien haga algo. La varita mágica es de los magos y recuerden que es un juego de ilusiones y percepciones, no de realidad, aunque así lo parezca.
Permítanme recordarles, entre otros temas, que una mayoría de turistas en el medio rural, se aburre y por tanto no tiene motivación para alargar su estadía, con la consecuente pérdida de competitividad.
Si, aunque no se lo crean la mayoría de los turistas, se aburre. Una vez superada la crisis de ansiedad del stress, al llegar al campo, se pasa a la fase de consumismo, de turismo, pero sin embargo, no existe una oferta de animación, donde haya parte vendible como producto y parte asequible, como experiencia. Es simple, no existe (salvo excepciones).
Mas allá de la crisis económica, porque hay clientela, con poder adquisitivo, que apenas ha sufrido, otros que han mejorado mucho, y otros tantos que todavía pueden consumir aunque menos,…hay que tener en cuenta este factor de animación, que no funciona y que apenas requiere inversiones, salvo el saber hacer, el saber poner en valor una serie de recursos existentes, muchos ya pagados, transformarlos en productos y experiencias, de tal forma, que incluso se puedan ofertar como complemento adicional al alojamiento (a partir de un número mínimo de noches, por ejemplo), pero como parte íntegra del producto turístico. Los municipios, comarcas y mancomunidades deberán tener un papel fundamental en este proceso, porque gran parte de los recursos dependen de estas Administraciones, que tienen la obligación de converger con los intereses del sector.
Es decir, si se pueden aplicar formulas que mejoren la situación, pero eso obliga a llevar a cabo cambios sustanciales en la forma de pensar y actuar, porque al menos los resultados podrán ser diferentes.
Un cordial saludo y espero sus comentarios,
Arturo Crosby
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CriteriO
El desplome de Túnez y Egipto en 2011 como consecuencia de la Primavera árabe fue determinante para que el PIB turístico de España creciera un 2,6% el año pasado, según Exceltur.
La demanda interna del mercado emisor español cayó un año más, sobre todo en el último trimestre.
Este aumento del 2,6% se tradujo en 2.678 millones de euros más en actividad turística respecto a 2010, así como en 17.000 puestos de trabajo más, según las estimaciones de la asociación empresarial.
El crecimiento del PIB turístico fue debido en exclusiva a la demanda externa y el 66% de este aumento fue consecuencia directa del "infortunio" de los destinos afectados por las revueltas de la Primavera Árabe.
En concreto, apunta Exceltur, Egipto perdió cinco millones de turistas mientras que dos millones de turistas dejaron de ir a Túnez.
Debido a esta alteración de los flujos turísticos internacionales, los destinos españoles que se vieron más beneficiados fueron Baleares, Canarias así como las costas peninsulares.
Del mismo modo, los hoteles y los rent a car de los destinos de playa fueron las empresas que más notaron los efectos de este repunte.
Demanda interior, tocada
Por el contrario, la demanda interna del mercado emisor español cayó un año más, sobre todo en el último trimestre.
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CriteriO
"Los gobiernos tienen que comprender que cuando vendemos una habitación de hotel a un turista extranjero, eso es una exportación", dijo en una ocasión el hotelero JW Marriott.
El único sector de la economía española cuyas ventas en el extranjero superan al turismo en el primer semestre es el de bienes de equipo, que incluye maquinaria para la industria, equipos de telecomunicaciones, material de transporte (ferrocarril, buques y aeronaves), motores, aparatos eléctricos y de precisión, etc. Las exportaciones de este sector de enero a junio ascendieron a 21.121 millones de euros.
Pero los ingresos por turismo extranjero superan a todos los demás sectores que tratan de vender su mercancía en el exterior: alimentos, petróleo y gas, materias primas, semimanufacturas (hierro, acero, papel), automoción, manufacturas de consumo (textiles, calzado, juguetes), etc.
Fuente Hosteltur.
Si, donde no hay ni un titulado ni licenciado ni nadie con experiencia en el sector…Obviamente deben ser todos enchufados y mentirosos patológicos…
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CriteriO
Los servicios turísticos consumidos por ciudadanos extranjeros en España durante el primer semestre de 2011 generaron unos ingresos de 18.241 millones de euros, un 9,8% más respecto al mismo período del año pasado, según la balanza de pagos del Banco de España difundida ayer. Estos ingresos turísticos tienen un impacto sobre la economía española comparable al de aquellos productos destinados a la exportación y que se consumirán fuera de nuestras fronteras. Los datos oficiales muestran que el turismo sería uno de los sectores líderes en exportaciones.
Fuente Hosteltur.
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CriteriO
Alguno debería volver a ver la película de Forrest Gump y quedarse con las frases tan míticas para llevarlas a la práctica…
…y dejarse de altanerías, tópicos y recursos totalmente desfasados que APESTAN A NAFTALINA.
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GALVA
Bueno , el titular del articulo lo dice TODO: EL TURISMO INDUSTRIAL PROVOCA GRAVES IMPACTOS EN LOS TERRITORIOS Y SOCIEDADES RECEPTORAS.
Y ahora vendrán los “lumbreras!” con sus “arpones” a “goborar” y “barbotar”…Nada de argüir y fundamentar…
Vacaciones contra el planeta
Junio de 2007,
EL TURISMO INDUSTRIAL PROVOCA GRAVES IMPACTOS EN LOS TERRITORIOS Y SOCIEDADES RECEPTORAS.
YAYO HERRERO, ECOLOGISTAS EN ACCIÓN. REVISTA EL ECOLOGISTA Nº 53.
El turismo es una de las mayores industrias del mundo. Su impronta en las sociedades receptoras y en sus territorios es demoledora (basta fijarse en nuestra costa mediterránea). En los viajes a países exóticos del sur, el turista busca imágenes estereotipadas que le son facilitadas por la industria en poblados y entornos que no son sino enormes decorados, vigilados y a resguardo de los problemas sociales y ambientales del lugar.
Un grupo de estadounidenses achicharrados por el sol se come un cocido en el restaurante madrileño Botín, ése en el que comió Heminway, un 10 de agosto de 2006 a las 19:30. Ciento quince españoles, vestidos con chilabas, montan en camellos que llevados de las riendas por muchachos egipcios, les conducen hasta una jaima-tienda, desierto adentro, en la que pagan por la misma arena que pisan, pero envasada. Una pareja de recién casados pasa su luna de miel encerrada en un centro comercial flotante de seis plantas que transporta a 5.000 personas de un puerto a otro del Mediterráneo. Catorce profesionales europeos de éxito, vestidos de Coronel Tapioca de los pies a la cabeza, atraviesan por la mañana un salar en burro, se tiran a mediodía desde la cima de un monte en parapente, descienden por la tarde los rápidos de un río agarrados a una tablita y se reponen por la noche en un hotel con piscina, aire acondicionado, sauna y camareros disfrazados de indígenas.
Todas estas personas tienen tres cosas en común: son turistas, son clientes de empresas líderes de uno de los sectores de mayor crecimiento económico y, una tercera coincidencia, el tipo de vacaciones que éstas les han vendido provoca graves impactos ecológicos y sociales en los territorios y sociedades receptoras.
El turismo constituye hoy una de las mayores industrias del mundo. La explosión del transporte a precios bajos ha permitido que determinados sectores sociales, hayan aumentado la frecuencia, la distancia recorrida y la complejidad de los servicios requeridos en sus viajes vacacionales. En las últimas décadas el crecimiento exponencial del sector turístico ha cuadruplicado al de la economía mundial.
Países como España reciben anualmente un número de visitantes casi mayor que su propia población, concentrados en unos pocos meses y en algunos lugares (las islas, la costa mediterránea y la Comunidad de Madrid). Los no hace mucho pequeños pueblos de pescadores, como Santa Pola, están llenos de edificios de más de quince pisos y tienen una densidad de población similar a la del centro de Londres. Carreteras, aeropuertos, campos de golf, sucursales bancarias, inmobiliarias, tiendas y hoteles son signos visibles de esta expansión creciente del turismo.
El turismo es un sector depredador de energía. La parte del león se la lleva el transporte en cualquiera de sus modalidades, pero sobre todo en coche y avión… El 90% del gasto energético del sector en los países ricos se debe a los desplazamientos hacia y desde los lugares de destino. Si un español ajustase su gasto energético a las capacidades de carga de su territorio probablemente no podría realizar un vuelo transcontinental más que una vez cada veinte años. Sin embargo, es obvio que los desplazamientos son cada vez más frecuentes. Fines de semana a la otra punta de Europa. Semana Santa en el Caribe y diez días en verano a Senegal o Guatemala. Las compañías aéreas de bajo coste y las agencias on line compiten por bajar las tarifas. De sol y playa, rural, de aventura, cruceros, solidario, etc., una opción para cada público.
Esta orgía de movilidad contrasta cínicamente con la preocupación que pregonan políticos o empresarios ante el cambio climático, el más conocido de los efectos que ha provocado el divorcio entre la forma en la que las sociedades ricas organizan su intendencia, y los procesos que la biosfera ha construido durante millones de años para garantizar la protección del conjunto de los sistemas vivos. La reducción de las emisiones de CO2 y la posibilidad de aminorar los efectos del calentamiento global están muy relacionadas con la reducción drástica del transporte horizontal, tan ajeno a la naturaleza como amenazador para el futuro. Sin embargo, nuestra cultura considera el transporte como uno de los mayores exponentes del progreso, y viajar lejos se ha convertido en un asunto de significación social. La cultura del descanso y las vacaciones se identifican con el viaje.
Tampoco se libran los mares
Cada día más de trescientos cruceros surcan los mares de todo el mundo. Son auténticas ciudades flotantes provistas de piscinas, teatros, cines, restaurantes, saunas, pistas de tenis, comercios, tiendas de revelado de fotos, lavanderías y todo aquello que el pasajero pueda desear. Cargan y descargan insumos y residuos, en puertos en los que atracan apenas unas horas que los pasajeros aprovechan para comprar todo lo que pueden y visitar los monumentos de rigor.
Los cruceros arrojan el 24% de toda la basura sólida que se vierte en el mar desde el propio mar. Aunque se va desarrollando normativa que regula la gestión de los residuos a bordo, en general, el control y la regulación es deficiente y muchos cruceros llevan banderas de conveniencia de países que no se rigen por estas normas. La contaminación de las llamadas aguas negras y grises han provocado el cierre de zonas de marisqueo y caladeros de pesca. El vertido de metales pesados e hidrocarburos también provoca la destrucción a medio plazo de la vida marina.
La destrucción de los territorios
En tierra, el crecimiento económico legitima a la industria del turismo para arrasar lo que sea. La construcción de carreteras, aeropuertos y puertos, las instalación de pistas de esquí, apartamentos de montaña que están vacíos la mitad del año, segundas residencias en la playa para personas que van dos meses, campos de golf en el desierto, infraestructuras para las diversiones más peregrinas…
Muchas de los lugares devastados son o están cercanos a zonas frágiles, de alto valor ecológico.
Así, el litoral español, en una enorme operación especulativa, se va rápidamente convirtiendo en una barrera de cemento, sin distinción entre los diferentes pueblos. Un continuo de carreteras, campos de golf, parques temáticos, horrendos mazacotes de hormigón e hileras de adosados asolan los territorios y consumen una obscena cantidad de agua y energía, que el conjunto del planeta ya no puede permitirse.
Turismo y globalización
Como ya es bien conocido, una buena parte de la industria turística tiene carácter transnacional. En España, empresas como Sol Meliá, Barceló, RIU, Iberostar, Fiesta Hotels, etc. controlan una buena parte de la oferta turística en los cinco continentes. Las inversiones de los gobiernos en infraestructuras permiten el crecimiento exponencial de las transnacionales con el mínimo gasto (suyo). Se construyen aeropuertos, puertos, autopistas y centrales eléctricas con dinero público a expensas de otro tipo de inversiones en educación, sanidad, autosuficiencia alimentaria, etc. La expansión de la industria turística está garantizada a costa de los derechos de las trabajadoras y trabajadores y de la precaria autonomía de las comunidades colonizadas, a las que apenas les quedan las migajas del negocio.
El turismo industrial es una de las mejores herramientas con las que ha contado el capitalismo para hacerse propaganda a sí mismo. La llegada de los habitantes urbanos a las zonas rurales y, algo más tarde, la llegada masiva de turistas occidentales a las sociedades del Sur, han supuesto enormes impactos. La exhibición impúdica de la sobreabundancia y el despilfarro asociado al ocio seduce a las sociedades receptoras.
Muchas sociedades sostenibles se destruyen rápidamente al abandonar su estilo de vida sin advertir que su pretensión de emular a quienes les visitan resulta imposible en un mundo físicamente limitado.
La ilusión de muchos niños y niñas en los países del Sur por las camisetas usadas, las cámaras fotográficas, los bolígrafos, las compras masivas de souvenirs y demás muestras del desarrollo, son sólo un ejemplo de lo que constituye una obra maestra de marketing de la globalización. A través del turismo se muestra a las personas de todo el planeta lo que podrían obtener si su país se incorpora al club de los ricos, o si consigue instalarse en este mundo privilegiado de la acumulación sin límites. A través de este contacto, las personas que viven en sociedades menos depredadoras, se sienten subdesarrolladas por llevar una vida sencilla, por no viajar, por no comprar, por no usar y tirar.
De un Marina D’or a otro…
El monopolio de los clientes con ofertas de todo incluido dificulta la relación del turista con el espacio real, más allá de las fronteras del complejo turístico. Las personas viajan miles de kilómetros para residir unos pocos días en un espacio construido para ellas, en el que los nativos contratados siempre son acogedores. Los conflictos sociales y la destrucción ambiental se ocultan tras decorados vigilados y protegidos de los autóctonos que tienen vedado el acceso. Playas artificiales, pueblos artificiales… El turista se traslada de un no-lugar a otro. Las mismas marcas, los mismos aeropuertos, las mismas cadenas hoteleras…
El turista siente que se encuentra en un lugar diferente en la medida en que el decorado y los nativos con los que se relacione se ajusten al estereotipo que lleva en la cabeza al salir de casa. Cuanto más se corresponda a lo que vio en la televisión, cuanto más se reconozcan las imágenes del folleto de la agencia, tanto más es valorada la experiencia del viaje.
“Egipto tiene que parecerse al de la Exposición Universal; Bali tiene que parecerse al de El Corte Inglés; África tiene que parecerse a la de Port Aventura. Egipto, Bali, África tienen que convertirse en Parques Temáticos de sí mismos, a la medida de la fotografía que queremos fotografiar” . Las sociedades tienen que adaptarse a lo que se espera de ellas. Deberán ajustar su economía, crear infraestructuras, ajustar sus costumbres y formas de vida, poner el agua, el territorio, y las personas a disposición de lo que las agencias venden a los turistas. Paradójicamente, lejos de romper clichés, el turismo industrial tiene que recrear el tópico y el estereotipo para que el cliente pueda llegar a tener la sensación de estar en un lugar diferente.
El turista de este modo se convierte en una caricatura del viajero. Durante sus vacaciones es un ser dependiente, guiado, disfrazado, divertido y alimentado en grupo. El año pasado una agencia de viajes en las marquesinas de los autobuses definía el tonting como el empeño en diseñar el propio viaje, en escoger el modo de transporte y el tipo alojamiento. ¿Para qué, si una agencia lo hace por ti y te selecciona hasta los amigos para el viaje? Horarios impuestos, menús elegidos, solidaridades y amores de diez días en el paquete turístico, traslados en masa, fotografías comunes, etc. El paquete turístico también ejerce como simulacro de experiencia comunitaria que nos es robada en la vorágine de la avanzada vida capitalista.
Sólo se viaja en una dirección
Además de la devastación social y ecológica que lo acompaña, el crecimiento del turismo se produce en un contexto en el que la mayoría de la población mundial no tiene la posibilidad de poder desplazarse, ni siquiera por circunstancias de pura supervivencia.
Las caravanas de turistas contrastan con los miles de inmigrantes que tratan de pasar las fronteras entre la invisibilidad y la explotación. En camiones frigoríficos, amontonados en cayucos y pateras, los inmigrantes, refugiados ambientales y económicos, damnificados del capitalismo, mueren todos los días por querer viajar sin ser turistas. No pueden atravesar esa línea que con tanta facilidad cruzan los minerales, el petróleo, los mensajes de correo electrónico, el cacao y hasta los virus. En dirección contraria, mientras tanto, millones de vuelos al año trasladan a cientos de millones de turistas a los que nadie detiene porque no existen fronteras que detengan o limiten los flujos de consumidores.
“Turismo y emigración constituyen dos formas diferentes de desplazamiento político en el espacio” . Dos flujos desiguales que reproducen la explotación ecológica y económica a escala planetaria y legitiman una relación neocolonial en el ámbito local.
¿Puede ser sostenible el turismo?
Cuando la destrucción viene de superar los límites en el número de kilómetros recorridos, en el número de viviendas construidas, en los espacios naturales alterados, en los residuos generados, en las carreteras construidas… las soluciones sólo se encuentran en la reducción.
En nuestra sociedad del exceso, salen sarpullidos al escuchar la palabra menos. Pero aunque no guste oírlo, no hay modelo turístico sostenible que no pase por reducir drásticamente el disparate actual. Menos distancia, menos uso de combustible fósil, menos construcción, menos gasto de agua, menos residuos, menos plazas hoteleras, menos parques temáticos, menos presencia en lugares ambientalmente frágiles…
Después de revisar cuáles son los impactos y cuáles los problemas, reducir es una cuestión de sentido común. Los cartelitos que recuerdan que no es necesario lavar las toallas todos los días, son tiritas para cortar una hemorragia de despilfarro en la que se nos va la vida. Quienes engrosan sus cuentas de resultados con este negocio, probablemente no dudarán de tildar de catastrofista a cualquiera que observe que el único remedio para las enfermedades del exceso es la reducción. Pero, aunque no guste… no hay otra.
¿Es posible satisfacer la curiosidad natural que tienen las personas de conocer otras realidades, de forma que no se agrave la situación de un mundo progresivamente devastado?
Más tiempo para la vida y el descanso, más relaciones, más conversaciones, más tiempo para desplazarnos tirando de nuestros músculos, más visitar a los amigos, más compartir casa, más dormir al raso, más tiempo para permanecer, más caricias… Hay muchas cosas que cuanto más se practican, mas felices somos, de ésas podemos abusar todo lo que queramos. Ni se gastan, ni deterioran, ni son posibles sólo a costa de la explotación de los demás.
La velocidad de la vida avanzada nos impide disfrutar del camino, de sus recovecos. En el turismo industrial el camino no existe, sólo importa el destino. No hay libro de viajes ni relato etnográfico que nos haya emocionado, en el que el protagonista no se haya detenido, no haya permanecido, no haya disfrutado del tránsito. Viajar hacia lo hondo, para conocer en profundidad, para tener el placer de permanecer, para no romper aquello diferente y maravilloso que todo lo vivo ofrece.
Notas
[1] Santiago Alba Rico “Turismo: la mirada caníbal” http://www.rebelion.org/noticia.php…Más información sobre los impactos del turismo en los números 31 y 29 de El Ecologista.
PENITENCIAGITE….
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CriteriO
Yo también se copiar y pegar.
La diferencia es que lo mío es legible, coherente y escueto.
Ah, y pa chulo chulo….MI PIRULO!!!
Que día más absurdo!
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CriteriO
Que pasa con la avenida de Puerto Naos?
Quien conoce las licencias y respectivas condiciones a
los negocios que se ubican en dicha avenida y que dan
tan mala imagen?
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CriteriO
Van a tirar por fin el casco extraterrestre de
Tazacorte para darle a la zona el valor que merece?
Hay algún plan de futuro para esa zona?
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