Me gusta la Historia, pero no soy historiador ni pretendo serlo, ni siquiera por afición.
Pero me da mucha pena que acontecimientos y personas importantes de nuestra isla de La Palma sean unos perfectos desconocidos para muchos palmeros. Es el caso, por ejemplo, de los Mártires de Tazacorte, el Padre Jacinto Martínez Puntallana, Don José Pons, el Padre Tomás Morales, etc… He puesto como ejemplo sólo a personajes de la vida religiosa, pero podría poner muchísimos del mundo cultural, político, social, etc…
El 1 de octubre (es decir mañana, a la hora de escribir esto) la Iglesia celebra la memoria de un hombre que -como se suele decir- va camino de los altares y que está muy vinculado a nuestra isla: Hijo de palmeros aunque él, por las circunstancias de la vida, como muchos de nosotros, nació en Venezuela. Se trata del Siervo de Dios Padre Tomás Morales Pérez.
Abro este post, no como tal, es decir: no con el ánimo de abrir un tema de discusión, sino como quien escribe un artículo (líbreme Dios de pretenderlo) para que tengamos un poco más de conocimiento sobre este hombre. A la vez que animo a los verdaderos historiadores que colaboran en elapuron a que escriban sobre él.
Sé que es un atrevimiento por mi parte, pero creo que él se merece un recuerdo, al menos el 1 de octubre, aniversario de su Dies Natalis, Ya que fue un 1 de octubre, del año 1994 concretamente, el Día de su Nacimiento para el Cielo.
Lo que he escrito está tomado de dos fuentes y alguna que otra cosa añadida de mi cosecha. Dichas fuentes son un artículo de J. J. Rodríguez-Lewis en:
http://jjrodriguez-lewis.blogspot.com/2009_08_01_archive.html
Y la página web de los Cruzados de Santa María:
www.cruzadosdesantamaria.es/…/csm_pmorales.html
SIERVO DE DIOS TOMÁS MORALES PÉREZ, S. J. – 1 de octubre
El P. Tomás Morales nació el 30 de octubre de 1908 en Macuto (Venezuela), donde se habían trasladado sus padres en busca de trabajo. Sus padres eran de la isla de La Palma en Canarias; su padre, Antonio Morales Arzol, era de Santa Cruz de La Palma, aunque su familia vivía en San Antonio (municipio de Breña Baja) y su madre, Josefa Pérez Díaz era del municipio de Villa de Mazo. Se casaron en la Parroquia de El Salvador en Santa Cruz de La Palma ante el sacerdote Alonso Pérez Sánchez, primo de Josefa. Su familia era una de las más relevantes de La Palma, por la trascendencia de la labor de sus miembros, fue la de los Pérez Díaz, originarios de la Villa de Mazo. La saga la inician dos hermanos, Alonso y Blas Pérez Sánchez, caciquillos y ex alcaldes de aquel pueblo a finales del siglo XIX, que casaron con sendas hermanas: Luisa y Catalina Díaz Guerra. Del primer matrimonio son descendientes, en primera generación, los hermanos Alonso, Pedro y Norberto Pérez Díaz, juristas de prestigio e importantes políticos republicanos los dos primeros (Pedro, letrado del Consejo de Estado, yerno de Salmerón y prin¬cipal adalid de la Ley de Cabildos de 1912), y sacerdote de vasta obra y magis¬terio (en La Victoria de Acentejo y El Paso) el último.
Del segundo, en primera gene¬ración, Juan y Maximiliano Pérez Díaz, ilustres médico y farmacéutico y, en segunda (hijo de Juan), Blas Pérez González, cate-drático de Derecho civil y ministro de la Gobernación (1942-1957) y (hijo de Josefa Pérez Díaz y Antonio Morales Arzol), Tomás Morales Pérez, jesuita, objeto de esta sem¬blanza y -ciertamente- personaje casi desconocido para la isla.
La razón de este sorprendente desconocimiento habrá que buscarla acaso en su nacimiento, lejos de La Palma. Sus padres habían emigrado a Venezuela, por lo que el padre Morales nacería allí, concretamente en la ciudad de Macuto el 30 de octubre de 1908, poco antes de que se instalaran sus progenitores definitivamente en Madrid. Era el menor de nueve hermanos. Durante su vida se trasladaría, no obstante, algunos veranos a La Palma, él mismo nos cuenta en sus escritos esas estancias veraniegas en casa de sus tías en Breña Baja y Villa de Mazo.
Tomás Morales estudiaría Derecho en la Universidad Central, estudios que culminaría con premio extraordinario, y preparaba su doctorado en Bolonia cuando, con 23 años, sintió la llamada de San Ignacio a su vocación, ordenándose sacerdote el 13 de mayo de 1942.
Vueltos todos casi inmediatamente a España, a Madrid, el inquieto Tomás estudió en el Colegio Alemán (1914-1916) y luego en el Colegio de los Jesuitas de Chamartín, interno, de 1917 a 1924. Después, con la perspectiva de dedicarse a la política, decidió estudiar Derecho en la Universidad Central de Madrid. Desde la Universidad conoció el agitado ambiente social y político de la época; recibió clases de varios profesores de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), y entró en contacto con los Estudiantes Católicos (asociación católica universitaria impulsada por el P. Ayala, y vinculada a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas).
Buen estudiante y muy comprometido con la defensa del pensamiento cristiano en la Universidad, fue nombrado presidente de la Federación madrileña de los Estudiantes Católicos. En 1929 conoció a Amparo García, que fue su novia hasta su entrada en el noviciado jesuita en 1932. Tras obtener el grado de licenciado en Derecho en 1930, con la calificación de sobresaliente -y Premio Extraordinario de Licenciatura-, comenzó a preparar las oposiciones a abogado del Estado, que suspendió por una fecha errónea (mayo de 1931). En diciembre de este año marchó a la Universidad de Bolonia a realizar el doctorado; allí, el 14 de mayo de 1932, se sintió llamado por Dios a una entrega total y solicitó el ingreso en la Compañía de Jesús. Finalizó el doctorado el mes de julio (premio Víctor Manuel II) e inmediatamente partió al noviciado de Chevetogne (Bélgica).
En 1938 murió su padre. Fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1942, y en 1946 terminó su formación, que adquirió en diversos lugares de Bélgica, Italia y España. Su primer destino fue Madrid, la comunidad de jesuitas del mismo Colegio de Chamartín en que él había estudiado; dirigió varias tandas de Ejercicios Espirituales, en las que participaban universitarios, empleados y obreros. Ya entonces comenzó a dedicarse preferentemente a la juventud profesional, falta de una atención espiritual bien organizada. Fruto de su labor surgió en 1946 El Hogar (desde 1950, El Hogar del Empleado), que agrupó a los más deseosos de una entrega cristiana. Círculos de estudio, convivencias en las sierras de Guadarrama y Gredos fueron sus principales métodos de formación humana; la Virgen presidió la espiritual, atención a enfermos, residencias de empleados, cooperativas, escuelas de formación profesional, alguna constructora…
En octubre de 1947 fue trasladado a la casa de la Compañía en la calle Almagro, en que permanecerá hasta 1960; desde entonces se ocupó del Secretariado de Ejercicios Espirituales para empleados. En 1948 murió su madre.
Por esta época, algunos de sus dirigidos le comunicaron su deseo de entrega total sin abandonar el mundo; tras una lenta maduración y varias consultas a la jerarquía eclesiástica, en enero de 1956 el patriarca-obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Elijo y Garay, aprobó la creación del Instituto Secular Cruzada de Santa María (jurídicamente no fue I.S. hasta 1983). Con los primeros consagrados se retiró varios meses a Comillas (Cantabria). Pronto vio la necesidad de formar sacerdotes propios. Por otra parte, desde 1957, un grupo de empleadas de banco se sintió atraída por el modo de vida del recién nacido instituto secular; de ellas surgieron las que el 12 de septiembre de 1960 iniciaron la Cruzada de Santa María femenina.
Con permiso para continuar dirigiendo individualmente a algunos cruzados, vio claro que, para su subsistencia, la Cruzada debía separarse completamente de El Hogar del Empleado. El obispo auxiliar de Madrid, José Mª García Lahiguera, permitió la existencia del instituto, cuyos componentes comenzaron entonces a vivir en comunidad. El Padre Morales, sin embargo, fue destinado a Badajoz, a donde marchó en octubre de 1961; además de su atención a los jóvenes de la ciudad, desde allí siguió en la distancia la vida de la Cruzada.
En octubre de 1963, el P. Luis González SJ, nuevo provincial de Toledo, decidió la vuelta del Padre Morales a Madrid. En la España de los años 60, sus esfuerzos evangelizadores se dirigirán ahora al mundo de la Enseñanza y de la Universidad: de la juventud, en resumen. En 1964 solicitó dos cruzados para marchar en misión a Perú: fue el inicio de la posterior labor misional del Instituto en Hispanoamérica; al mismo tiempo comenzó la extensión a distintos lugares de España: Zamora, Almendralejo (Badajoz), Logroño, Valladolid… A partir de 1965 comenzaron a funcionar bajo su inspiración los Hogares de Santa María, rama matrimonial independiente de los institutos seculares. En 1967 se ordenaron los dos primeros sacerdotes cruzados.
El 13 de mayo de 1970 fijó las Reglas para uso de los cruzados. Insistió en la formación intelectual y en la importancia del desempeño pleno de la propia profesión, tanto como la oración o el apostolado directo. En 1975 hizo lo propio con las Reglas de la Cruzada femenina.
El 7 de octubre de 1985, en Roma y junto con Abelardo de Armas, hizo entrega de las Constituciones de la Cruzada al papa Juan Pablo II (que fueron aprobadas en 1988; las de la Cruzada femenina fueron presentadas en 1988 y aprobadas en 1989). En los últimos años de su vida mantuvo la misma autoexigencia de siempre: hasta el mismo día anterior a su muerte estuvo recibiendo a dirigidos suyos y dictando diversos trabajos. Ingresado por neumonía en el hospital de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares, murió el 1 de octubre de 1994.
Escribió varias obras, síntesis en palabras de un pensamiento sumamente práctico, cuyo objetivo fue hacer comprender a los laicos el don que adquirían por el bautismo: el del apostolado. Esas obras fueron: Forja de Hombres; Laicos en marcha; Hora de los laicos; Semblanzas de testigos de Cristo para los nuevos tiempos. Deben añadirse diversos escritos espirituales destinados a cruzados, cruzadas, matrimonios y otros miembros de las comunidades cristianas cuya formación él inspiró.
Fue hombre de rica personalidad: de carácter tímido, cultivó intensamente la amistad y fue enormemente audaz en su apostolado; de gran voluntad y exigencia, decidido, fue al mismo tiempo un corazón lleno de ternura ante el sufrimiento; inteligente -brillante- y culto, no careció de sentido del humor; independiente, se adaptó a la inconstancia de los jóvenes. Grandes cualidades, pero que no terminan de definirle; otras tres palabras, que tocan de lleno su vida, sí lo hacen: maestro, testigo, padre. Maestro, por su ejemplaridad, coherencia y autoridad. Testigo, por su amor total, entregado y paciente. Padre, porque quiso educar amando. Por todo esto, el 8 de marzo del Año Santo de 2000 el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, solicitó a la Congregación de las Causas de los Santos la apertura de la del Padre Morales, que fue concedida y anunciada el 24 de junio del mismo año en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid).
Sin duda, el padre Tomás Morales Pérez S.J. puede considerarse el último de los ilustres miembros de esa insigne familia palmera que fueron los Pérez Díaz y que, pese a que no naciera en La Palma, merecería que se conociera y se reconociera su obra, y el alcance de la misma: en una isla que fue la de sus padres y la de su ínclita ascendencia.