Ya no es posible pasear por la acera que bordea la Quinta Verde.
Si levantas la vista para admirar su preciosa estampa; ¡ZAS!, zurullo canino que pisas.
Solo te queda bajar la cabeza zigzagueando para esquivar las cagarrutas que decoran la totalidad del tramo de acera que recorre tan emblemático lugar.
Queda esperar que algún día un responsable con más capacidad craneal que un simple perro ponga remedio a la cosa.
De momento, la Quinta es MARRÓN
…y apesta que no veas.