VUELVEN LAS BATUCADAS A LA MONTAÑA:

Ya están otra vez dando la tabarra.
Debe ser muy triste la vida de un batuquero. Eso de no tener otro medio de encontrar satisfacción que no sea el molestar al vecindario es indicativo de la clase de gente que son.
¿Hay algún empresario que contrataría a alguien que debe ensayar tanto para tocar eso?
Si al menos fuese un ensayo de La Consagración de La Primavera o de la Quinta de Beethoven tendría explicación tanto ensayo, pero para aporrear un tambor, y de la manera que lo aporrean, que necesiten ensayar tanto, hace que se tengan serias dudas sobre la capacidad intelectual de los practicantes de la batucada.

El problema está en el Ayuntamiento, y da igual quién gobierne. Los vecinos tenemos que soportar los estruendos de las batucadas, los estruendos del estadio (menudos inútiles los de megafonía y menudo ignorante el locutor que no se entera de que teniendo amplificación no hace falta estar a grito pelado todo el rato), los estruendos del Millennium, los estruendos de los coches con "¿música?" en el botellón anexo al Millennium, los gamberros con coches con la música a todo trapo, la anarquía de los gamberros montados en bici (los ciclistas son otra cosa) que van haciendo el animal por zonas peatonales mientras la policía local silba mientras mira hacia otro lado. Etcétera.

Parece que nos quieran echar del municipio.