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Los ancestros, la montaña y el cielo se ensamblan en el Camino de los Tijaraferos

Presentamos el panel de grabados rupestres continuo más grande de la isla de La Palma, mide unos 6 m de largo y contiene unas 70 figuras de carácter antropomorfo

El pasado domingo 7 de enero recibimos uno de los mejores regalos de Reyes que podía imaginar. En compañía de Esteban, Tiyaye, Fernando y Javier llegamos a penetrar en una de las moradas de los ancestros y espíritus de nuestros antepasados awara que más nos han impresionado. En medio de los gigantescos paredones de La Caldera de Taburiente, entre abruptas cumbres con imponentes desniveles que incitan a la admiración, a las emociones, a pesar de los terrenos escarpados y las dificultades de los pasos, la verticalidad del terreno conquistó nuestros sueños y superó nuestras expectativas. Arriba disfrutamos con cada paso dado, sentimos una mirada limpia y serena, pero las mayores emociones afloraron cuando nos mezclamos “entre los dioses que danzan” (Javier Díaz), grandes conjuntos de grabados rupestres que representan cuerpos humanos figurados tallados sobre el “jabrusco” (toba volcánica).

Hasta ahora, en el Archipiélago Canario, la isla de las representaciones antropomórficas era indiscutiblemente Gran Canaria. Sin embargo, el aumento del catálogo de estaciones en la isla de La Palma, su distribución, los soportes, las tipologías, las extraordinarias dimensiones de los paneles y el número de motivos la han llevado a lo más alto del cajón. En estos momentos contabilizamos cerca de 40 ubicaciones con unos 350 motivos aproximadamente, lo que supone casi el 10 % del total de las estaciones rupestres de la Isla. Las representaciones antropomorfas en la isla de La Palma están manifestando su presencia de tal manera en estos últimos años que bien merecen una atención especial (Miguel A. Martín, revista Iruene nº 8, 2016).

Los emplazamientos son siempre al aire libre y los soportes, más del 90 % sobre “jabrusco” de colores ocres, variando las dimensiones de las figuras entre los 10 cm y 1,50 m. Este último caso es excepcional y se encuentra en El Bocarón (Barlovento).

Nos encontramos ante modelos o trazos que figuran el cuerpo humano basados en un esquema simple que representa el tronco y las extremidades superiores, bastante estilizadas y con el mínimo de elementos. Exceptuando unos pocos casos, carecen de movimiento y son muy sintéticas, tanto que buena parte de ellas resultan inidentificables. La simplificación y el esquematismo no hay que entenderlos como una pérdida de capacidad artística, sino como una mayor capacidad de simplificación, un paso hacia la abstracción mediante una lógica visual efectiva que lleva al reconocimiento de lo representado, a una descripción figurada sin rasgos faciales.

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En los sitios conocidos como El Paso de Los Olivos, El Espigón y el Paso de La Cochina exploramos seis conjuntos de representaciones humanas esquematiformes hieráticas, fijados sobre la roca, que desafiaron el paso del tiempo para mostrarnos toda su belleza y acercarnos a su epítome o sinopsis ceremonial.

Todas las figuras fueron ejecutadas mediante una técnica de raspado con algún objeto duro (madera, piedra o hueso) hasta conseguir la forma deseada. Estas adquieren diferentes posturas en forma de cruz (brazos rectos), en otras los brazos presentan curvaturas hacia el cielo (posición de orante o de adoración), algunas exhiben uno de los brazos en lo alto y el otro hacia el suelo, las hay enmarcadas rodeadas de un círculo y/o un rectángulo, otras muestran brazos y piernas extendidas dando la sensación de movimiento, las más sencillas muestran un simple trazo vertical, existe incluso una en bajo relieve, pero la más generalizada y más conjuntada es la representación de antropomorfos entrelazados, unidos por los brazos en diferentes niveles.

Detrás de toda esta apariencia de tendencia esquemática se ocultan unas composiciones iconográficas que se repiten y se solapan dando una sensación de desorden. Siguen los mismos patrones que los encontrados en el resto de la isla. Figuras atrapadas en las paredes, testigos de un pasado ritual que ahora se nos manifiesta.

* El Paso de Los Olivos I lo componen unos 10 grabados rupestres antropomorfos labrados sobre un fragmento de “jabrusco” de un metro y medio de desarrollo.

* El Paso de Los Olivos II es la estación más grande con un panel de unos 6 m de largo y 1,50 m de alto con más de 70 motivos antropomorfos en tres niveles. Encontramos una gran variedad de tipologías. El extremo oriental está rematado con unas formas indefinidas basadas en una sucesión de ondulaciones insólitas.

* A unos 100 m de distancia se localiza la estación rupestre del Espigón con más de 20 figuras humanas esquemáticas entrelazadas y algunas exentas. Destaca una de las imágenes enmarcada o encerrada en un rectángulo. En este lugar tan solo se talló una parte de la pared, lo cual reafirma nuestras conclusiones.

* A unos 500 m de distancia en línea recta, pero dando muchos pasos por las escarpadas laderas para llegar, el Paso de La Cochina I se nos manifiesta con tres motivos antropomorfos entrelazados y evidencias de otros exentos.

* Muy cerca llegamos al Paso de La Cochina II estructurado en seis puntos diferenciados con unas 18 muestras y evidencias de alguna más.

* Paso de La Cochina III exhibe tres motivos en dos niveles. Unos metros por encima de los petroglifos existe una concavidad muy abierta con paredes y suelo de “jabrusco” muy compacto de arenisca de colores. Tanto en la vertical como en el suelo se descubren canales y unas ocho cazoletas que vienen a reforzar el sentido ritual y ceremonial de estos lugares.

¿Qué sentido tienen estas figuras en lugares tan extremos? ¿Cómo interpretar estos mensajes gráficos? ¿Qué paradigmas de contacto practicaron los canarios con la montaña y el cielo? Detrás de toda esta iconografía se esconde un pensamiento y una vivencia de presencia colectiva, una abertura hacia una consciencia o memoria cósmica. Es bien sabido que la montaña, como fenómeno universal, representa el paradigma del templo en la propia naturaleza, el arquetipo de ascensión que se revela ya en los comportamientos religiosos de la prehistoria. Los seres humanos ubicaron la residencia divina en las montañas, construyeron mitos y estructuras o elementos de culto y la consideraron el templo más sagrado. En la montaña residían las divinidades, convirtiéndose en el eje astronómico y punto central donde el Sol, la Luna y las estrellas se reencuentran todos los años. Los soportes fueron seleccionados conscientemente para establecer una relación directa con los astros. El espacio sagrado tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y de hacerlo diferente. Se reviste de símbolos, signos, códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar.

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Los antropomorfos de la isla de La Palma ¿representan personas, ancestros, espíritus o deidades? Lo que está claro es que no exteriorizan atributos concretos. Sin embargo, su aparente simplicidad en las representaciones no implica un espíritu escueto o un procedimiento elemental. El soporte (el punto de partida) sobre el que se sustenta el símbolo tiene la intensión de evocar, de apuntar hacia otra representación visible que allí se manifiesta, dispersando una intencionalidad que se expande y prolifera en otros ámbitos.

Una colectividad simboliza sus emociones religiosas y su noción de universo en repeticiones constantes (un continuum), eternas y ritualizadas, para mantener el orden del cosmos. La orientación de las composiciones parece tener un cierto sentido articulativo de las masas, sin diferir entre los mandamientos espirituales y las reglas sociales (ésta remite a la otra), sobre los soportes que permite entrever cierta ordenación escénica y sincrónica en el aparente desorden figurativo.

Un detalle que nos llamó la atención es la repetición en las orientaciones que presentan los seis yacimientos rupestres hacia dos lugares muy acentuados en el relieve (ladera del Bejenao y Cumbre Vieja) y coincidentes con dos períodos destacados en las celebraciones awara (solsticio de invierno y orto de la estrella Canopo el 15 de agosto al amanecer y 2 de febrero durante el crepúsculo, en el calendario cristiano correspondientes a La Asunción y La Candelaria).

1. El orto solar durante el solsticio de invierno por la ladera del Bejenao se alinea en tres ocasiones (El Espigón, Paso de La Cochina II y III).

2. El orto de la estrella Canopo sobre Cumbre Vieja presenta otras tres alineaciones (Paso de Los Olivos I y II, Paso de La Cochina I).

Las cercanas estaciones del Espigón y el Paso de Los Olivos presentan disposiciones complementarias (solsticio de invierno y la estrella Canopo). Tan sólo encontramos una orientación diferenciada de un único motivo antropomorfo en el Paso de La Cochina III que se dirige hacia el lugar por donde aparece el Sol durante el solsticio de verano por la zona de cumbre del Pico del Cerro (S/C de La Palma).

Los antiguos observaban como nosotros, pero experimentaron una realidad cotidiana diferente y, en consecuencia, una percepción distinta. Una de las razones que lo explica es la mentalidad de las creencias en fuerzas sobrenaturales que son la causa de todo lo que sucede. La percepción de la realidad representada simbólicamente es una tarea pendiente de muchos investigadores necesaria para descubrir los secretos de otras realidades.

Autor: Miguel A. Martín González

(historiador, profesor, fundador y director de la revista Iruene)

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