El yacimiento arqueológico de Risco Caído ha conseguido una gran proyección internacional para ser declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Esto ha sido así gracias al esfuerzo en el trabajo arqueológico de limpieza y catalogación de grabados rupestres, cúpulas, hornacinas y cazoletas, además de las obras de mantenimiento, refuerzo de estructuras, conservación y restauración. Este conjunto de trabajos ha tenido el firme apoyo institucional del Cabildo de Gran Canaria.
El conocimiento que se ha trasmitido ha traspasado fronteras: noticias en prensa, cuatro jornadas con presencia internacional de afamados arqueoastrónomos, programa de visitas, etc. Por lo que se desprende de la memoria presentada a la UNESCO el elemento arqueastronómico de los yacimientos es uno de los ejes centrales sobre los que se fundamenta dicha la solicitud. Por eso sorprende que, del conjunto de espacios sagrados de montaña que se incluyen en la memoria, no se presente ningún estudio en esta línea. Únicamente encontramos una referencia general al fenómeno equinoccial que se produce desde el denominado Almogarén del Bentayga y, sobre todo, se pone el énfasis en un haz de luz que entra por una ventana elevada en la denominada cueva 6 de Risco Caído que determina, según los investigadores del proyecto, un marcador o calendario astronómico. Por tanto, llama la atención que no se definan relaciones con el ámbito celeste en las numerosas cavidades y espacios considerados sagrados por los investigadores.
En esta línea, a finales del 2017, se publicaron, en la Revista Iruene, algunos estudios que indagan en la interpretación arqueoastronómica de estos espacios sagrados (Martín, M.A. El ciclo del cereal: Cuevas santuario de Risco Caído, Risco Chapín y Acusa Seca. pp. 42-83. Se puede ver un resumen en https://www.bienmesabe.org/noticia/2018/Enero/las-cuevas-sagradas-de-risco-caido-barranco-hondo-gran-canaria-custodian-el-protocolo-cosmico-ritual-del-ciclo-agricola).
El asentamiento de Risco Caído está formado por 21 cuevas artificiales. Están localizadas en lo alto de un escarpado acantilado que forma un saliente sobre la margen izquierda de Barranco Hondo (Artenara). Destacan las clasificadas con los números 6 y 7, que conservan en su interior un grupo importante de grabados rupestres trianguliformes, cúpulas, hornacinas y cazoletas.
En este contexto arqueoastronómico, si la intención era determinar la llegada del equinoccio de primavera para que simbólicamente la luz fertilice los triángulos, parece extraño que este primer rayo de luz que entra por la ventana no “impacte” sobre ningún motivo y haya que esperar un tiempo hasta que empiece a rozar alguno de ellos. Es también llamativo que el recorrido del Sol por la pared se centra en un espacio muy reducido, quedando gran parte del panel rupestre en la más absoluta oscuridad. No parece lógico que más de la mitad de los motivos nunca reciban iluminación solar. Incluso, cuando llega el solsticio de verano, esta luz tampoco se desplaza por la pared sobre nada diferenciado y significativo. Ni siquiera muere sobre ninguna cazoleta en el suelo. No hay nada que lo distinga del resto de las jornadas en un día tan señalado en el calendario indígena. Por su parte, el investigador José Barrios García (2017) muestra también su escepticismo sobre la existencia de “marcadores” solsticiales o equinocciales en la citada cavidad. Igualmente constata la ausencia de estudios arqueastronómicos que sustenten estos planteamientos (Algunas consideraciones sobre las políticas de protección del patrimonio arqueoastronómico de Gran Canaria: los casos de Cuatro Puertas y Risco Caído. XXII Coloquio de Historia Canario-Americana).
Por otro lado, gran parte del lugar se encuentra totalmente remozado exteriormente con muros artificiales de sillares de piedras que cierran totalmente las cavidades 6 y 7. Se tapiaron los orificios o puertas de entrada originales, que presentaban grandes dimensiones. Este cerramiento artificial, que se hizo con las mejores intenciones de preservar el sitio, modificó y desnaturalizó por tanto su fisonomía arquitectónica originaria, dejándolo en un estado que nunca existió (fig. 1). Lo peor es que destruye todo un ideario inmaterial espacial basado en el tránsito temporal de la luz solar sobre los triángulos esculpidos en sus paredes. Ahora nos encontramos con el dilema de si Risco Caído debió ser reconstruido de esa manera o no. El problema es que una intervención tan contundente falsea el pasado, al incorporar construcciones ficticias -sobre todo muros y puertas- que no existieron en la forma que hoy se recrea.
En las actuales “Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial” de la UNESCO, se insiste en no reconstruir restos arqueológicos, matizando algunas excepciones, eso sí, antes de agotar la consolidación y reparación de los sitios y siempre basándose en una documentación completa y detallada que no suponga borrar cualquier huella en el transcurso de los trabajos. En Risco Caído creemos que se cometió un grave error, pues si lo que está en juego es una declaración de Patrimonio Mundial basada en la arqueoastronomía, la restauración realizada ha eliminado muchas de sus posibilidades.
¿Cómo era Risco Caído hace 1.000 o 500 años? A pesar de encontrarse en estado ruinoso con desprendimientos apreciables, las cuevas presentaban aberturas considerables. Nada que ver con lo que vemos en la actualidad. Cuando los canarios eligieron el lugar para construir sus cuevas-templos debieron observar las posiciones de salida, sobre el horizonte, de los astros más significativos. Luego, al terminar las construcciones observaron en las paredes hasta dónde y cómo se desplazaba el mayor arco de luz solar que entraba en las cavidades y tallaron los triángulos justo a partir de la línea que demarcaba la luz. Establecieron, de este modo, los topes en las paredes para tallar los motivos triangulares en los solsticios y equinoccios.
En este lugar, la verdadera protagonista es la luz. Un somero cálculo de cómo se encontraba la cueva 6 sin los sillares de cerramiento reciente, nos serviría para imaginar el rayo de luz solar entrando a través de los grandes vanos de los accesos a las cavidades, alumbrando progresivamente los petroglifos de la pared en su desplazamiento hasta que el Sol alcanza su extremo norte (solsticio de verano) impactando en la pared del fondo para iluminar todos los motivos triangulares. Al estar orientada hacia el NE, si no se hubiera clausurado, la sobredimensionada luz que entra por la ventana quedaría muy mermada al penetrar el Sol por el pórtico hasta la altura que marca la línea donde se tallaron los grabados.
Con estos cerramientos se ha creado un nuevo escenario que se percibe solo después de generar artificialmente una oscuridad total en el interior de la cueva. Al realizar una intervención que reconstruye el complejo de cuevas y cerrar completamente con muros y pequeñas puertas de entrada, se crea en su interior un recinto oscuro que otorga a la ventana un protagonismo que no tenía. La agresiva intervención originó una nueva situación que dirige toda la atención en una determinada dirección, sepultándose con ello el distintivo de su verdadera identidad.
Habrá que plantearse una re-deconstrucción que busque soluciones técnicas que garanticen su conservación original, permitiendo la entrada de la luz y que se pueda apreciar el recorrido del Sol a lo largo del año por los grabados rupestres, cúpulas, hornacinas y cazoletas. Solo entonces podremos comprender al menos parte de la realidad cósmica y ritual de las cavidades. Todo lo que rodea al yacimiento arqueológico se ha devaluado, el contexto, el paisaje, el cielo, los astros… originando un espacio museístico dentro de un nuevo contexto. Pareciera que prima lo aparentemente espectacular sobre el sentido sagrado y profundo de esos espacios.
¿Por qué pasa desapercibida para los arqueoastrónomos la cueva 7? Pues sencillamente porque no posee ninguna ventana. Sin embargo, contiene muchos más grabados (unos 70 motivos triangulares) distribuidos por las tres paredes de la cavidad. Al estar orientada hacia el Este, la primera luz solar entra en su interior durante todo el año, por eso hay grabados rupestres en las paredes laterales y el fondo. En el solsticio de verano, la luz solar ilumina preferentemente la pared de la derecha (Sur) que contiene 18 grabados. Conforme avanzan los meses, la luz se va desplazando hacia la pared del fondo, que registra 32 grabados triangulares y durante el solsticio de invierno abarca la pared izquierda (Norte) que contiene una veintena de motivos trianguliformes. En la actualidad, los trabajos de cerramiento y consolidación sellaron la entrada impidiendo apreciar el recorrido de la luz solar sobre los grabados rupestres, cúpulas, hornacinas y cazoletas.
El resto de cuevas sagradas de la Isla, emplazadas en Risco Chapín (Candiles, Caballero, Cagarrutal), Acusa (Cueva de las Estrellas y Cueva Pintada), Silva Jeréz, Morro Ávila, Cuevas de Lezcano, Cueva del Guayre, Cueva de La Paja del Lomo de La Punta… que contienen triángulos tallados o pintados, bandas de pinturas con almagres y puntillismo en las paredes interiores, no presentan cerramientos.
Nos gustaría detenernos, un instante, en la última de las cuevas reseñadas, situada a unos 350 m de distancia de Risco Caído. Gracias a la inestimable colaboración de Luis León, que se desplazó al lugar coincidiendo con el solsticio de verano, se pudo comprobar cómo la luz solar penetra por la puerta y alumbra la pared donde se localizan los grabados rupestres trianguliformes (fig. 2). La penumbra de los primeros motivos se debe a que el marco de madera y unas pequeñas rocas colocadas entre este y la pared, añadidos históricamente, resta espacio a la entrada de luz. Este es un caso paralelo, equivalente a lo que sucedía, al menos en parte, en Risco Caído.
Otro aspecto en el que han insistido constantemente algunos investigadores, es el relativo a considerar la cueva 6 de este complejo como un “preciso calendario” (Julio Cuenca en El diario.es 01/12/2017). Aunque este tema es complejo y requeriría un amplio análisis, apuntamos algunas consideraciones.
La primera es que no hemos encontrado ninguna justificación a esta afirmación, salvo la genérica entrada de la luz desde “unos días antes” del equinoccio de primavera, hasta unos días después del equinoccio de otoño. Cómo decíamos anteriormente, los momentos precisos del despunte solar en los equinoccios no está señalado de ninguna manera en la bóveda de la cueva 6. Tampoco existe ningún grabado significativo que marque la llegada del solsticio de verano.
La antigua población canaria no necesitaba construir unas cuevas tan complejas para ubicarse en el tiempo. El seguimiento del ciclo anual, marcado por el Sol, es relativamente sencillo, estableciendo mediante postes, piedras hincadas o eventos geográficos su discurrir entre los dos solsticios. La necesidad de precisión en los momentos del ciclo anual no era principalmente económica, sino ritual. Las ceremonias tenían que realizarse en el día preciso que correspondiera y a ese ciclo sagrado se engarzaba el ciclo económico. Esa precisión no la daba el Sol sino las estrellas. Para el caso que nos ocupa, sería la aparición las Pléyades en el amanecer o atardecer, las que determinarían los momentos claves del calendario ritual (ver los artículos de J. Cabrera González: El antiguo calendario isleño, el de M.A. Martín González citado anteriormente en la Revista Iruene , nº 9 y el de Miguel A. Martín González y Oscar R. Sánchez Artiles: Los santuarios de montaña en el microcosmos de la isla de Gran Canaria, en la Revista Iruene, nº 5, 2010). Lo importante en Risco Caído no era marcar el tiempo, sino realizar los rituales que vinculaban el mundo celeste, el terrestre y el inframundo en momentos precisos del ciclo cósmico (E. Pérez Cáceres: Los espíritus del mar: El culto a los antepasados entre los indígenas de Canarias. Revista Iruene nº 9). Y ese ciclo era perfectamente controlado por el conocimiento indígena desde múltiples emplazamientos.
Esperamos que el despliegue tecnológico, las estrategias publicitarias y la primacía de lo supuestamente espectacular, no acabe ocultando la sabiduría y el sentido profundo que estas cuevas sagradas encierran. Los Canarios no solo demuestran un gran conocimiento en la construcción de estos templos, sino que también manifiestan una cosmovisión de amplias miras que religa el cosmos, la tierra y la vida humana. Se trata de la expresión de una profunda espiritualidad. En nuestra opinión, ese es el verdadero valor de Risco Caído y el resto de cuevas-templo de la Isla de Gran Canaria.
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