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Opinión
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La Virgen mejicana de Villa de Mazo

La Virgen de los Dolores, foto MVH.

Una pequeña ermita, hoy con espadaña y tres campanas, esconde uno de los más bellos relatos de la religiosidad, devoción y universo mariano que guardan con cariño los vecinos del municipio palmero de Villa de Mazo.

El bello grupo escultórico mejicano de la Virgen de los Dolores (s. XVIII), titular de la ermita de su advocación en El Hoyo, hoy se encuentra a buen recaudo en la parroquia de San Blas ante la inestabilidad arquitectónica del templo cerrado y sin culto. Desde hace más de ocho años se lleva estudiando su restauración que no ha llegado, aún, a un buen fin. El inmueble sufre el paso del tiempo y amenaza ruina, cada invierno que pasa es un logro, aunque el inmueble continúa en incertidumbre patrimonial.

Historia y leyenda

La historia y leyenda de la Virgen de los Dolores de Villa de Mazo se encuentra recogida, con esmero y todo detalle, en el Libro de la fundación de la ermita (1759-1870) que se conserva en el Archivo parroquial de San Blas.

A mediados del siglo XVIII, el fraile Valentín de Morán solicitó al Obispado de Canarias licencia para construir una ermita a costa del presbítero Tomás de Aquino Fernández Riverol en la hacienda de este último en Lodero, en El Hoyo de Mazo. El 5 de diciembre de 1759 se concede autorización para la edificación y licencia para ser bendecida una vez terminada. Las obras comenzaron de inmediato y se bendice el 15 de abril de 1761.

En el año 1770, Tomás de Aquino Fernández embarca desde La Palma hacia el puerto venezolano de La Guaira como capellán de la fragata Paloma Isleña. Una vez allí se encuentra con su paisano Juan Méndez que, a su vez, tenía previsto viajar a Veracruz (México) en el barco La Soledad.

Enterado de este viaje Fernández Riverol le encarga un grupo escultó­rico de un Cristo desclava­do de la Cruz y en brazos de su madre, al tener conoci­miento de que en este puerto se vendían imágenes de estas caracte­rísticas, para sustituir la pintura de la Virgen de los Dolores que se encontraba en la ermita que él había fundado. Tomás de Aquino Fernández le pide que le envíe la imagen a La Guaira, a lo que respondió Méndez que así lo haría si ello era posible y trasladándola directamente a La Palma en caso contrario.

En los talleres de imaginería de Veracruz no encontraron la Virgen que solicitaba el fundador de la ermita de Villa de Mazo y la solicitan a la ciudad de México. Desde allí llegó el grupo escultórico de Los Dolores y el Cristo a Veracruz sobre una mula dentro de una caja, importando el acarreo unos 4 pesos y la imagen 360 reales, que Juan Méndez cobró en La Palma. Méndez no regresó por Venezuela y se dispuso a traerla directamente a la Isla.

La Virgen embarcó en Veracruz con escala en Campeche. Se cuenta de la insistencia y presión ejercidas por las gentes de este último puerto para que la imagen se quedara en esta población al estimarse como milagro el hecho de este viaje que debió durar unos veinte días se realizó sólo en cuatro y medio. En esos tiempos de navegación a vela se valoraba extraordinariamente el tiempo. La reacción de Juan Méndez fue contunden­te y respondió a los lugareños que ni por mil pesos se desprendía de la Virgen, continuando su periplo hacia el naciente del océano Atlántico.

La caja que contenía la imagen continuó su travesía atlántica apiñada en el fondo de la bodega junto a numerosos fardos, especies y mercancías varias. A los pocos días de navegación, un fuerte temporal hizo temer por la vida de los marineros y por la propia embarcación. La tripula­ción se encomendaba a Dios y a su madre bendita.

El piloto del barco, enterado del lugar en el que se encontraba la imagen en las bodegas y superando las dificultades para llegar hasta ella, por el fuerte oleaje que hacía zozobrar y ponía en peligro al barco, la hizo subir a la cubierta y la colocó en el camarote de popa. Todos implora­ban su interce­sión con rezos y la fe cristia­na, ante el dolor y el peligro de muerte, buscaba consuelo en la Virgen y madre.

De inmediato, milagrosamente la tempestad cesó. El viento, la lluvia y el fuerte oleaje se aplacaron y comenzó a soplar una suave y fresca brisa del alisio atlántico en dirección al este. La alegría y el júbilo de viajeros y tripulación, al verse salvados, se derramó en cantos y vivas a María. El capitán fijó rumbo veloz, a todo trapo, hacia La Palma.

El 15 de julio de 1774 llegó la Virgen a la isla canaria de La Palma. Se cuenta que los capitanes de los diferentes navíos que la transportaron, en muestras de agradeci­miento hacia la imagen, no cobraron el porte de su flete. Desde el puerto palmero, la Virgen fue conducida hasta la vivienda de Tomás de Aquino, en Santa Cruz de La Palma, siendo aquí bendecida por Cristóbal Martínez Méndez. Más tarde, el 18 de septiembre fue llevaba a su ermita y morada definitiva en el lugar de Lodero de Villa de Mazo, día en el que la Iglesia celebraba los Siete Dolores de María.

La crónica del libro de la fundación de la ermita concluye con el testimonio de lo que sucedió, hace 246 años, y los festejos populares en honor y bienvenida a la Virgen de los Siete Dolores con la entronizaron en su “morada” definitiva bajo “varios arcos con todo aseo vestidos”. Arraigo entre los mazucos de la antigua costumbre de los vecinos de Villa de Mazo, hoy en la solemnidad del Corpus Christi, el vestir arcos con todo aseo,

“… y muchedumbre de Gente devota assí de este lugar como de otros comarcanos. Hísose prosesión pr el contorno de la hazienda inmediata, en cuyo transito se hizieron varios arcos con todo aseo vestidos, y tres loas a el pasaje de dha prosesión con mucha rama y vanderas de regosijo conque el devoto pueblo quiso significar el goso de esta celebración, gososos de tener en su lugar tan dichosa Prenda”.

Estos hechos, tenidos por milagro­sos, se corrieron de boca en boca por toda la Isla y desde ese momento la imagen mexicana de la Virgen de los Dolores sentó fe, devoción y leyenda entre los palmeros. Las tres campanas de la espadaña de la ermita llaman y repican a fiesta y oración. La más alta, fundida en Caracas por 30 pesos e inventariada en 1768, fue la primera y única campana que tuvo la primitiva ermi­ta y fue esta la que le dio, con su cantarín tañer, la bienveni­da a la Virgen de los Dolores, “La Prenda”, a su definitiva y santa morada.

Y el milagro y la leyenda se extendieron entre las dos orillas hermanas del Atlántico.

* Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009).

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