La entrada de Guadalupe González Taño a la presidencia del Cabildo representa una bocanada de aire fresco para la isla de La Palma. Recibe el Cabildo en una situación difícil por la crisis internacional y con una herencia pésima, pero la presidenta insular representa un perfil político que hace despertar la esperanza de que sea capaz de reconducir este barco que iba sin rumbo y casi a la deriva.
Por lo pronto he de decir que en su discurso transmitió una gran dosis de sinceridad. Es difícil explicar con palabras esta sensación que tuve al escucharla, pero la verdad es que parece que sus expresiones no eran meras promesas volátiles a las que estábamos acostumbrados, sino compromisos sólidos con la realidad presente y futura de La Palma.
Los objetivos son los mismos, pero la decisión, intención y voluntad parecen distintas. Dar pasos, plasmar los proyectos en realidades, desempolvar las ideas que dormían en las gavetas de la segunda planta del Cabildo, abrir un diálogo con la sociedad, ser valiente a la hora de tomar las decisiones, en definitiva, recobrar la autoestima de la isla y hacerla valer en el contexto regional es lo que esperamos de Guadalupe González Taño. Y no sé muy bien la razón, pero creo que no nos va a defraudar.
Por lo pronto ya ha empezado a dar los primeros pasos. Parece que tiene previsto rodearse de un equipo competente, lo que supone, afortunadamente, que se ha desembarazado de algunos lastres de tiempos pretéritos que podían dañar su imagen considerablemente. Además nada más empezar ha hecho un ofrecimiento claro y nítido de consenso a las fuerzas políticas de la oposición para sacar adelante los asuntos importantes de La Palma. Y en vez de hacer un elogio vacuo a los consejeros del gobierno, les ha pedido más esfuerzo.
Además siento como mujer un cierto orgullo porque haya llegado a presidenta del Cabildo. Sé que el buen gobierno de una institución no depende del género, pero esto no resta para reconocer que todavía por desgracia en nuestra sociedad llegar a un puesto de responsabilidad representa un sobreesfuerzo frente a los varones, de ahí que incluso la forma en que ha entrado a la presidencia, sin concurrir como cabeza de lista a las elecciones, sea más comprensible. Ahora tiene algo más de dos años no para ganar las próximas elecciones con lo que estábamos acostumbrados, sino para convencernos de que otra forma de hacer política es posible.
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