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Fútbol (Crónica de José Amaro Carrillo)

A la sexta, tampoco

  • Un sólido Cacereño derrota al Tenisca en el Virgen de las Nieves

El Tenisca se quedóa las puertas del ascenso.

Eran las tres de la tarde y los tres mil quinientos espectadores que habían poblado las gradas del campo de fútbol de Mirca ya habían iniciado su retorno a casa entre el calor sofocante del mediodía y la desilusión y la tristeza de los sueños rotos. En las puertas del estadio apenas quedaban varios miembros del Cuerpo Nacional de Policía y un reducido grupo de aficionados y de directivos del equipo visitante, que aguardaban la salida de sus jugadores. Me encaminé presuroso hasta el sector del graderío en el que minutos antes había seguido el partido, con la esperanza baldía de recuperar la cámara de fotos que extravié en algún punto indeterminado de tiempo, entre el descanso y la reanudación.

Lamentablemente, no era éste el día de los milagros y, al igual que la Sociedad Deportiva Tenisca fue incapaz de remontar el marcador adverso con el que venía del Príncipe Felipe, en Cáceres, y que al final resultó decisivo en la eliminatoria, a mí también me fue imposible encontrar la entrañable máquina que me acompañó en tantos viajes en los últimos cinco años. Sin embargo, en medio de un desalentador panorama de papelillos blancos, vasos de plástico y periódicos deshojados, mientras la última decena de hinchas tenisquistas desahogaban su frustración arremetiendo con toda clase de improperios contra el trío arbitral, que abandonaba el campo de juego sin escolta, fui testigo directo de una escena que resume mejor que la crónica más atinada lo que ha sido esta tercera eliminatoria por el ascenso a la Segunda División B.

Un seguidor local se acercó hasta la caseta que se encuentra en la esquina del marcador, donde, tranquilo e impasible, Blas Pérez y Pérez (conocido como Blas Peype), histórico animador de la parroquia blanca, daba cuenta en esos momentos de una manzana roja, apoyando el peso de su cuerpo sobre su inseparable muleta. El aficionado, cuya identidad desconozco, dijo en un tono que pretendía ser entusiasta: "Somos los mejores, ¿no?". Por su parte, Blas se limitó a seguir mordisqueando la fruta, sin hacer el menor gesto, ni de negación ni de asentimiento.

Demasiados inconvenientes

Si dejamos a un lado los sentimientos y la pasión, ingredientes absolutamente indispensables en este deporte, hay que reconocer que el Tenisca llegó al partido de hoy con un exceso de dificultades añadidas: el final de una larga y dura temporada, las bajas del lesionado Néstor y del sancionado Rayco (que revelaron la falta de fondo en el banquillo local, a pesar de las ganas que pusieron sus sustitutos), el sol impenitente bajo el que tuvo que disputarse el partido (algo que afecta también al rival) y, sobre todo, la obligación casi suicida de tener que anotar, como mínimo, dos goles más que el contrario para poder aspirar a la gloria definitiva.

Además, enfrente, el equipo palmero se topó con un rival que, sin llegar a ser excesivamente superior, siempre dio la sensación en ambos partidos de estar lo justo por delante en todos los aspectos del juego.

No obstante, los blancos nunca le perdieron la cara a la contienda y, desde el primer minuto, salieron a la cancha con las ideas claras y con las pilas puestas. Tanto es así que, en los primeros quince minutos de hoy, tiraron más veces a puerta que en los noventa del domingo pasado. Esta primera fase del encuentro, donde el Tenisca pudo controlar el balón y la conexión con sus delanteros funcionaba, dio paso a veinte minutos de peloteo insulso, en los que los cacereños trataron de sacar partido a sus mejores armas: la firmeza y contundencia de sus dos centrales (impecables durante toda la mañana), la rapidez de sus dos hombres más adelantados (Chumi y Valtierra) y las pérdidas de tiempo, laboriosamente obtenidas gracias a cierta aquiescencia por parte del veterano colegiado (el balear Miguel Guardiola Rotger), que solventó la papeleta con una discutible mediocridad salomónica: expulsó al local Adán por doble amonestación (en el minuto 78 de partido) y sacó tarjetas amarillas a sus compañeros Zipi y Aarón Pedrianes y a los jugadores visitantes Tito, Rubén Jurado y Valtierra.

Los últimos minutos de la primera mitad volvieron a recuperar el ritmo intenso con el que comenzó el partido y, a lo largo de ellos, se sucedieron ininterrumpidamente varias oportunidades en ambas porterías, que permitieron el lucimiento de los dos guardametas (quizás los mejores futbolistas en el día de hoy en los dos equipos) e incluso fue anulado un gol al pequeño delantero tenisquista Dani López, por fuera de juego previo.

Precisamente, al borde del descanso, llegó la jugada que se nos antoja clave de este encuentro y, tal vez, de la eliminatoria: tras una magnífica combinación en corto con su compañero Yoni, López encara en diagonal al portero Josete, lo intenta driblar pero se escora en exceso a la izquierda, presionado por dos defensas del Cacereño; su posterior remate termina golpeando a quemarropa el vientre del cancerbero extremeño sin mayores consecuencias.

Andanada blanca

Tras la reanudación, con el Tenisca atacando la portería de la grada en la que se sitúa el grupo de aficionados más popular y animoso (la Peña de la Esquina), el encuentro vivió los mejores minutos del conjunto local, que casi pone cerco al cuadro visitante, con tres remates consecutivos (en los minutos 2, 5 y 10) que no terminaron en gol debido a la feliz intervención del hoy inspirado Josete.

Transcurrido un cuarto de hora del segundo tiempo, el técnico grancanario Alberto Zerpa realiza el segundo cambio en el equipo palmero (el primero se vio forzado a hacerlo poco después de iniciada esta segunda parte, debido a que el defensa Youssouf no podía continuar, tras sufrir una contusión en su pierna izquierda, siendo sustituido por Goyito), al sacar del campo a un inoperante Aarón Pedrianes por el escurridizo Óscar, que entró al césped algo pasado de revoluciones y que, luego, se perdió en numerosos regates, absolutamente irrelevantes.

El punto de inflexión en este último capítulo de la eliminatoria se produjo en el minuto 70, cuando una peligrosa plancha cometida por el visitante Tito sobre el defensa Zipi fue repelida por el segundo con un amago de puñetazo que derivó, de inmediato, en un conato de tángana en la que participaron la casi totalidad de jugadores de los dos equipos. Después de unos instantes de tensa incertidumbre, la calma regresó al terreno de juego con la amonestación para ambos futbolistas por parte de un árbitro que, en todo momento, pareció controlar a duras penas la tensión existente.

Dicho encontronazo y la posterior expulsión de Adán por doble amarilla sepultaron las escasas opciones que le quedaban al Tenisca para lanzarse en una acometida postrera contra el portal extremeño. Lejos de que tuviese lugar tal zafarrancho de combate, en la recta final del encuentro el cuadro merengue apenas inquietó al portero visitante, mientras que los jugadores del Polideportivo Cacereño, que contaban con tres hombres de refresco una vez hechos los tres cambios preceptivos, llegaban con mayor facilidad y riesgo al área defendida por el tinerfeño Aitor. A falta de ocho minutos para la conclusión, el enésimo contragolpe verdiblanco avanzó hasta la misma línea de fondo, donde el pase atrás fue aprovechado por Rubén Jurado para rematar, libre de marca y a bocajarro, el único tanto del partido.

El gol, que provocó el comprensible entusiasmo entre el centenar de aficionados extremeños que se encontraban en una zona acotada del estadio, desencadenó la ira y la feroz impotencia de un minoritario grupo de espectadores locales que llevaron al colegiado a solicitar la protección policial para uno de sus jueces de línea. Al margen de este episodio, que provocó la suspensión del encuentro durante unos minutos, el resto del partido se desarrolló con total normalidad, sin que se registrase suceso alguno digno de mención.

Tras el pitido final, la afición tenisquista brindó una cerrada ovación a sus jugadores, algunos de los cuales no pudieron contener las lágrimas, después de ver cómo, de nuevo, por sexta vez en su historia, el decano del fútbol palmero y único equipo canario de la Tercera División que nunca ha bajado de categoría, se quedaba a las puertas de ascender a la división de bronce del fútbol español.

Habría que recordar aquí y ahora a Ernest Hemingway, cuando dice que "el hombre no ha nacido para perder, sino para la lucha". O la cita de Kipling que tanto le gustaba a Jorge Luis Borges: "El éxito y el fracaso son dos impostores".

                  

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