Mujer recogiendo cochinilla, Lanzarote. Foto Gabriel. Arrecife.
En el siglo XIX el trabajo femenino asalariado, e incluso de niños, en las labores agrícolas de La Palma son difíciles de documentar fehacientemente en crónicas y documentos de esa época. Así fue en los trabajos de la siembra y recogida y preparación de la cochinilla.
A principios del siglo XIX las tierras La Palma cambian radicalmente sus producciones agrarias, se va dejando atrás la caña de azúcar. El oro rojo, la cochinilla, comienza a invadir los campos abandonados por la centenaria caña de azúcar y se convierte en un recurso que preocupaba a los mandatarios municipales de esa época. En un bando, del año 1846, de Los Llanos de Aridane se hace referencia al cultivo y crianza de este producto tintóreo, protegiéndolo de robos y daños con fuertes sanciones administrativas. Este interés especial por la administración local, reglada y sancionable, nos confirma que en 1846 ya debía existir una producción destacable de cochinilla en Aridane.
En 1861 el catedrático de economía, liberal, aridanense, Benigno Carballo Wangüemert (1826-1864) visita su pueblo natal y de regreso a Madrid publica Las Afortunadas. Viaje descriptivo a las Islas Canarias (Madrid-1862). Un capítulo lo dedicada al próspero cultivo o crianza de la cochinilla diciendo que “Es Argual uno de los puntos en donde se cultiva en las Canarias con más esmero la cochinilla”. Carballo continua comparando el paisaje agrario de su infancia en el caserío del Álamo, próximo a las casonas solariegas, donde los nopales o tuneras se encontraban en los lindes de las heredades, al borde de los barrancos y en tierras pedregosas, a diferencia de aquel momento en que se encontraban poblando los mejores terrenos de riego y de secano.
Carballo Wangüemert tiene una sensibilidad, no usual por esos años, y describe la participación de la mujer en este cultivo diciendo que los hombres la siembran, la transportan en sacos y fardos pero “todo lo demás lo desempeña la mujer; y es que las operaciones de este cultivo requieren cierta paciencia y minuciosidad, que se armoniza perfectamente con su carácter”. Afirma que “las mujeres pobres y particularmente las solteras, casi en su totalidad, pasan el año empleadas en las faenas de este cultivo. Se las ve con sus sombreros de paja en torno a las higueras o nopales, trabajando y cantando o departiendo al mismo tiempo las unas con las otras. Faltan más bien que sobran los brazos, lo cual hace que ganen un buen jornal, comparativamente con el que antes tenían, si es que lograban estar ocupadas”.
Concluye diciendo que esta producción agraria había favorecido a las clases más humildes y que su rentabilidad, en su opinión académica de economista, era muy importante “como no dejó nunca, ni la caña de azúcar ni otro género de cultivo”.
Unos años después, en 1867, el prestigiosos periódico palmero El Time recogía la producción de los campos del Valle de Aridane y se lamentaba de que “La cosecha de cereales ha sido muy escasa. Otro tanto sucede a la de almendras, higos y demás frutales; sólo nos ha favorecido la suerte en concedernos una buena de cochinilla, cuyo precioso insecto reemplazará con su abundancia la falta de las demás”. Era el esplendor económico de este cultivo de insectos sobre las “pencas”, hojas de las tuneras o nopales.
Las producciones de cochinilla se exportaban por el Puerto de Tazacorte. En 1874 el barco San José, bajo el mando del patrón Fernando Ramos embarcaba cochinilla y almendras según consta en el Libro Diario 2º, que se conserva en el Archivo General de La Palma, del comerciante establecido en Los Llanos de Aridane José Amaro Duque, que así lo hacía constar el 13 de septiembre.
De nuevo el periódico palmero El Time, en abril de 1865, reproduce una extensa crónica del tinerfeño El Mencey, escrito remitido desde Santa Cruz de La Palma el 30 de diciembre de 1864 y firmada con las iniciales L.O.P. Contiene interesantes noticias de las producciones agrarias y agropecuarias en Argual, Los Llanos de Aridane, dependientes de la familia Sotomayor y Fernández de la Peña. De una lectura completa del artículo se deduce que el autor relata los adelantos en los campos de Sotomayor no faltos de una cierta dependencia personal y servicial a la familia de los terratenientes. No obstante aporta interesantes noticias sobre el trabajo de los campesinos: hombres, mujeres y niños.
Referente a la cochinilla dice: “Los Sres. Sotomayor, poseedores de extensos terrenos en el pago de Argual, han mejorado la agricultura de aquel punto, empleando al efecto grandes capitales. Para cultivar estos terrenos han ocupado muchos brazos que antes del cultivo de nopales, que estos señores han establecido, vegetaban en la mayor miseria. Los hombres, las mujeres y hasta los niños encuentran allí trabajo seguro, añadiendo a esta circunstancia la de ser curados cuando se enferman por cuenta de estos señores, y por viejos están imposibilitados de trabajar, tienen su retiro, esto es, casa en que habitan si no la tienen y lo necesario para vivir sin privaciones de ningún género”.
Los dos ejemplos elegidos para este trabajo parecen, hoy en día, lejanos y “pintorescos”, pero, lo cierto es que en el caso de los menores permanecieron hasta no hace mucho y en el caso de la mujer, aunque desde siempre trabajaron, en el campo nunca ha sido reconocido de igual manera que al varón. Cerca de 150 años después la escolarización es obligatoria, el trabajo de los menores está totalmente prohibido y la mujer aún está luchando por logros sociales de igualdad que se hacen esperar desde hace décadas.
* Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009).
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