Es el de las plantaciones de césped en el suelo agrícola abandonado
En general, el problema es el de una política sectorial que ha abandonado la agricultura para consumo local incrementando la dependencia, creando inseguridad alimentaria, dejando a los agricultores a su suerte y en el olvido todo un patrimonio etnográfico heredado y, con el tiempo y las olas de calor, los entornos de las viviendas de las medianías se cargarán de combustible para los futuros incendios, como hemos visto en el reciente incendio de Tenerife y en los dos últimos de El Paso en agosto de 2021 y julio de este año en Puntagorda y Tijarafe donde se quemaron, en cada uno, más de una docena de edificaciones.
En el caso de la isla de La Palma, donde los suelos naturales cultivables son escasos y el objetivo debería ser la recuperación de la actividad agropecuaria de los suelos cultivables abandonados para recuperar capacidad de autoabastecimiento. En estos momentos, en la rica zona agroganadera de La Pavona, Breña Alta, la prioridad de la institución insular es activar un proyecto de campo de golf de hace más de treinta años, porque dicen que el futuro económico de la isla está en el turismo.
Al calor del plan de recuperación de la crisis volcánica del Tajogaite, el sector empresarial y político ha recuperado las viejas infraestructuras turísticas con el objetivo de convertir a La Palma en una isla para el turismo pero, de repente, se nos cruza por el camino del debate territorial lo del escarabajo de las papas inglesas e introduce otro aspecto, nada nuevo, pero que nos permite establecer una relación entre la dependencia agroalimentaria, suelo agrícola abandonado y campos de golf o cemento y, sobre todo, nos preocupa, la reflexión a la que nos invita el humorista gráfico El Roto en una de sus viñetas: “Si la comida viene de fuera, el hambre también”.
Aprovechamos la visita de hace unos días a la recova de S/C de Tenerife y observamos un incremento medio en el kilo de papas por encima del 100%, debido al problema de abastecimiento, eso dicen, causado por una plaga del escarabajo de la papa en Reino Unido. Empieza a notarse una cierta preocupación ciudadana por si llegase el momento de no encontrar el preciado tubérculo para el potaje. Fui testigo, también, de como una señora llenaba en un supermercado el carro de la compra, de forma compulsiva, de bolsas de papas.
¿Quién controla estos precios? Hay un aprovechamiento del rumor de escasez para disparar los precios porque las papas de la fotografía los días anteriores se encontraba el kilo a menos de la mitad de precio. Está claro que a los agricultores no les llega la parte proporcional de ese incremento que por justicia le corresponde. El eterno problema de falta de respeto y consideración a quien trabaja la tierra y luego nos asombra el abandono de la agricultura como actividad profesional.
La Consejería de Agricultura del Gobierno canario saldrá a los medios con un mensaje tranquilizador, no se preocupen no van a faltar las papas, ya la consejería está tomando medidas, … y va a sacar una línea de subvención para reactivar las medianías, además, hemos hecho un estudio sobre la soberanía alimentaria, bla, bla, bla. Pasarán unas semanas y, nada de nada, vuelta la burra al trigo.
El problema no es el escarabajo inglés, es la “plaga local” que lleva décadas incrustada en la política agraria del gobierno autónomo que ha sido incapaz de frenar el proceso de abandono de las tierras de cultivo de las islas, aumentando la dependencia del exterior y la inseguridad alimentaria. Llevamos cuarenta años de gobierno canario, cuatro más si sumamos los del periodo preautonómico (1979-2023), durante ese tiempo han pasado trece consejeros por el sector y nueve presidentes y, tantas décadas después, el problema de la agricultura para el autoabastecimiento no solo no se ha resuelto sino que empeora cada año. A lo largo del periodo autonómico ha habido consejeros de agricultura de CC, PP y PSOE; el PP ha estado en el área 8,5 años, el PSOE 8 años y CC con 27,5 años los que más tiempo han estado como responsables del sector y, ahora, nuevamente, CC va a estar al frente de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca en el mandato que comienza 2023-27, a ver qué nos van a contar después de casi treinta años que no sepamos; de momento, han incorporado el término “soberanía alimentaria” a la denominación del área, esperamos que vayan más allá del cambio semántico.
Por lo tanto, tenemos que hablar de fracaso continuado de la política agraria y las perspectivas no son buenas cuando escuchamos las declaraciones de los grupos de gobierno, recién llegados después de las elecciones del 28M, tanto del Cabildo palmero como del Gobierno canario cuando dicen, …”lo que hace falta es más turismo para diversificar las economías insulares” …, al mismo tiempo, ya desde el mandato autonómico 2015-19, ante las dificultades para sacar adelante estas infraestructuras turísticas en el planeamiento territorial, por las diferentes figuras de protección del patrimonio natural, observamos las prisas para superar el bloqueo que se había producido en los tribunales con los recursos que le habían ganado el movimiento ecologista. Con la finalidad de seguir adelante con sus insostenibles proyectos se crea la Ley de Ordenación Territorial de la Actividad Turística (Ley de las islas verdes) para dar cobertura jurídica al encaje en el planeamiento territorial vigente y facilitar, al mismo tiempo, el desarrollo turístico en suelo rústico, quedando claro que la prioridad de la gobernanza no es precisamente resolver el problema de la agricultura, no; lo estamos viendo en el Cabildo de La Palma, que uno de los primeros acuerdos que ha tomado es, apoyándose en la Ley de las Islas Verdes, la declaración del campo de golf de La Pavona, en Breña Alta, como infraestructura de interés insular que, además, le va robar el agua que ya es escasa para los cultivos de la zona.
El sistema alimentario de La palma no puede seguir importando lo que puede producir en sus tierras y, ahora, si el Cabildo ha declarado la emergencia climática en febrero de 2020 y tiene aprobada la agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), si se respeta lo acordado, los campos de golf no caben en la isla porque en este contexto, todas las políticas de las administraciones públicas deberían ser climáticas, es decir, siguiendo criterios de mitigación y adaptación al cambio climático.
Convencidos de que la solución al problema de la agricultura de autoabastecimiento no vendrá de los responsables de la política del sector, somos los consumidores y agricultores, que estamos sufriendo las consecuencias de este insostenible sistema alimentario, los que tenemos que establecer una alianza de complicidad y organizarnos de forma autónoma para controlar el ciclo agrario construyendo soberanía alimentaria para que los agricultores y ganaderos puedan vivir dignamente de su trabajo que no es mucho pedir, donde los mercados del agricultor, como puntos de venta en origen y grupos locales de consumo tengan un mayor protagonismo en el tramo final del ciclo agrario.
Es necesario revisar las viejas infraestructuras que se lleva varias décadas intentando en la isla porque ahora tenemos circunstancias nuevas en el contexto insular que no podemos omitir, circunstancias locales como la crisis volcánica y generales como la pandemia, la guerra en Ucrania, crisis económica y, de forma transversal, una emergencia climática que afecta directamente a nuestras vidas y a todos los sectores económicos. Estamos hablando de supervivencia.
¿Qué habría que hacer? Abordar una nueva cultura del territorio y sus recursos y que la gobernanza abandone el fraude democrático, cambiando de bando, del de la defensa de los intereses privados a los del interés general y la sustentabilidad de la isla, para adaptar los usos del limitado espacio geográfico insular y los recursos, agua, suelo y energía a las necesidades actuales y abordando el complejo reto de la emergencia climática, de tal manera que la producción de bienes y servicios priorice los servicios esenciales de carácter público, porque esa fue una de las principales lecciones de la pandemia, entre otras, como la revalorización de lo próximo, lo local, lo heredado y aquí encontramos otra de las claves de nuestro no a esas infraestructuras turísticas que destruyen suelo agrícola para un futuro económico incierto, en el sentido de que el uso prioritario del suelo cultivable abandonado en la isla debería ser la producción de alimentos con criterios agroecológicos para reducir la dependencia exterior de un sistema alimentario insular y, de paso, reducir, también, la huella de carbono del transporte que representa más de la mitad del total de los gases de efecto invernadero de la isla.
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Aquí todo el mundo especula cuando puede. Vender papas a 5€ el kilo de las nuestras es un escándalo.
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