Archivo-Ángel Víctor Torres. Europa Press.
Cuando en 2017 Ángel Víctor Torres decidió dar el salto a la política regional en Canarias y se impuso en las primarias a la Secretaría General del PSOE en las islas, era un gran desconocido fuera de Gran Canaria, donde en aquellos momentos ejercía como vicepresidente del Cabildo.
Algo menos de dos años después, el nuevo ministro de Política Territorial y Memoria Democrática devolvía al PSOE la Presidencia del Gobierno canario 26 años después de que la ostentase Jerónimo Saavedra y lograba dejar en la oposición a Coalición Canaria tras tres décadas de hegemonía nacionalista.
Natural de Arucas (Gran Canaria) y profesor de Lengua y Literatura desde 1992, Torres (57 años) comenzó su carrera política como concejal de su Ayuntamiento en 1999.
Más tarde, en dos mandatos distintos (2003-2007 y 2011-2015), fue alcalde de su municipio, el único de Canarias, junto con Fuencaliente (La Palma), donde hasta la fecha han sido exhumadas fosas de represaliados por el franquismo, los pozos del Llano de las Brujas (24 asesinados en 1937) y Tenoya (14 asesinados en 1937), gracias al empuje de su asociación para la recuperación de la memoria histórica.
Desde entonces, ha ejercido como diputado nacional, vicepresidente del Cabildo grancanario y, por último, presidente de Canarias y diputado autonómico.
La consecución de aquel pacto progresista en 2019, que se gestó tras un mes de intensas negociaciones en las que Coalición Canaria y PSOE pugnaban por los disputados tres votos de un pequeño, pero decisivo, partido de La Gomera, le valió a Torres el reconocimiento en sus filas como buen negociador, en este caso de un pacto al que muchos auguraron una temprana fecha de caducidad, por su naturaleza multipartidista.
Sin embargo, terminó la legislatura habiendo aprobado cuatro presupuestos y sin muchas discrepancias entre sus socios.
Entre sus mayores logros como presidente, su equipo destaca la implementación de la educación gratuita y pública de 0 a 3 años, la ley de cambio climático, los avances en renovables, la puesta a punto del sistema de dependencia y las buenas relaciones que logró tejer con el Gobierno de España, que ayudó, asegura uno de sus principales asesores, a “desencallar” muchos asuntos enquistados desde hacía mucho tiempo.
A lo largo de su mandato como presidente autonómico, Torres no tardó enfrentarse a la ristra de desgracias que no duda en enumerar cada vez que tiene ocasión, “un gafe” que a menudo es fuente de memes en redes sociales y un asunto con el que él mismo suele bromear.
La lista incluye un enorme incendio en Gran Canaria nada más estrenarse, la quiebra del turoperador británico Thomas Cook (el segundo más importante para el sector turístico de las islas en aquel momento), el peor episodio de calima del archipiélago en décadas, que cerró todos sus aeropuertos; la pandemia, varios “ceros energéticos” (apagones generales), un volcán, la guerra de Ucrania y hasta un pequeño meteorito que rompió la barrera del sonido a su paso por las islas y que quedó en anécdota, pero hizo crecer el sambenito.
Y, tras sobrevivir a todo ello, Torres fracasó en la tarea que parecía menos complicada: lograr una mayoría parlamentaria que afianzara el pacto progresista tras los comicios de 2023, pese a que todas las encuestas, que sobrerrepresentaron a Podemos, auguraban una mayoría suficiente para ello.
Así, Torres deja a un PSOE canario más pacificado, como primera fuerza en votos en Canarias y sin apenas oposición interna, pero en la misma casilla que se lo encontró cuando se alzó con la secretaría general en 2017: en la oposición y con CC copando las principales instituciones.
Un “tipo normal”
En el entorno del nuevo titular de Política Territorial lo definen como una persona de carácter afable a la que le gusta hablar cara a cara con la gente, ser pedagógico, mostrarse accesible y que es, en último término, “un tipo normal”, algo impuntual, que disfruta de la literatura y que ha resultado ganador de varios premios de relatos.
También destacan de él su tendencia a “meterse a fondo en todos los temas e ir al detalle”, sin utilizar “ideas generales”, así como su voluntad por “no esconderse y dar la cara” en los momentos difíciles.
“A veces ponía nervioso a su equipo porque exige buenas relaciones con los adversarios, pese a que haya debates enconados o enfrentamientos fuertes. Tiene buen talante natural”, apuntan.
Por último, si le tuviesen que poner un pero, algunos compañeros de partido señalan que no suele rodearse de gente crítica que pueda apuntarle sus errores sin ambages, y que su entorno tiende fácilmente al halago, si bien sus colaboradores aseguran que, por lo menos a la hora de articular su equipo de Gobierno, no tendió al sectarismo y contó como principales colaboradores con gente tradicionalmente vinculada a otras familias socialistas.
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