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Ginés de Haro, Ingeniero Agrónomo

Comparando precios del plátano

  • "En nuestra entidad pagamos mejor precio que nadie" se dice cuando hay crisis

Se cuenta la anécdota de que siendo niño Camilo José Cela, al que tenían por un crío muy brillante, los mayores lo solían poner a prueba: "a ver, Camilín, ¿Cuánto es la raíz cuadrada de 14.286? A lo que el niño resabiado respondía al instante "la raíz cuadrada de 14.286 es 139,4". Y así lo colmaban de regalos. Muchos años después, don Camilo confesaba: "el truco estaba en que nunca nadie se paró a comprobar si la respuesta era cierta o no".

Viene la anécdota a cuento porque es bastante frecuente, en especial en épocas de crisis, escuchar a responsables de empaquetados y cooperativas afirmar orgullosos que "en nuestra entidad pagamos mejor precio que nadie". Y si preguntáramos a la mayoría de los miembros de las directivas y juntas de las distintas entidades, muy posiblemente todos estén convencidos de pagar precios sin comparación con la "competencia" (como llaman algunos a otros empaquetados). Sin embargo se juega con ventaja: no resulta tarea sencilla saber realmente qué entidad paga mejor la fruta.

Ocurre que a menudo cuando comparamos precios, sólo tomamos en cuenta el precio de la categoría máxima (plató, super-extra, etc…). Pero para saber si recibimos la mejor remuneración por toda la fruta que entregamos, no debemos olvidarnos de que hay fruta de extra, primera y segunda que también nos aporta un ingreso importante.

Otra dificultad añadida viene dada por las diferencias entre las denominaciones que da a la fruta en cada entidad (super extras o "premiums", extras, platós..). A esto habría que añadir los diferentes formatos de los envases (cajas de 17, 15, 9 kilogramos, embolsada o sin embolsar) y la manera de de aprovechar la fruta (manillas, manojos…) que eventualmente le aportan a diferencias de precios que no siempre se trasladan de forma directa al vale de la fruta del agricultor.

Hay otros obstáculos para saber dónde obtendríamos la mayor remuneración por nuestra fruta, como es la posible limitación a la cantidad de fruta que la entidad empaqueta de determinada categoría máxima. La cooperativa sabe que tiene clientes para comercializar determinada cantidad de fruta muy buena a un precio máximo pero un exceso de la misma obligaría a abaratar precios para poderla vender. Con esta limitación, lo que una semana es un corte con un alto porcentaje de precio máximo, la siguiente semana se convierte en un precio de segundo nivel. Y todo ello para la misma fruta, sin que el cosechero pueda explicarse porqué por la misma fruta tenga distintas clasificaciones en semanas sucesivas.

No siempre el empaquetado más rentable para un agricultor lo es para otro. Y esto es así porque en aquellos empaquetados que unifican categorías (p.ej. "todo primera") los agricultores que más cuidan su fruta e invierten más tiempo y dinero en la finca podrían verse perjudicados frente a otros que no son tan cuidadosos pero cuya fruta entraría en el saco común. Para estos últimos sin duda será rentable mezclar frutas mejores y peores, no así para los que podrían obtener mejor clasificación si hubiera una categoría super extra.

Algunas entidades, conscientes de que sólo se compara el precio de la mejor categoría durante un periodo de tiempo limitado, aplican la estrategia de fijar precios a la super-extra por encima de lo que se deduciría de la lógica del mercado y de los costes de empaquetado de la entidad. Esta práctica "comercial", pagar un sobreprecio, procura generar la ilusión de que el agricultor cobra más que en ningún lado, y se aplica frecuentemente en épocas cercanas a fin de año o cuando alguna circunstancia genere la necesidad de reponer la "paz social". Pero no hay que olvidar que todo el dinero que llega al agricultor sale de la propia fruta, por lo que lo que se paga por un lado, se deduce de otro. Por otro lado, y salvo que los riesgos estén perfectamente medidos, el abuso de estos sobreprecios "políticos" puede llevar a la entidad a correr un serio riesgo de insolvencia o retrasos en los pagos en caso de convertirse en práctica habitual.

Y no hace sino añadir más confusión si cabe al cosechero, ya bastante mareado con el ir y venir de precios y categorías de sus vales.

A pesar de todas las trabas hasta aquí citadas, el agricultor siempre tiene la posibilidad de tomar los porcentajes de clasificación de su fruta durante la campaña y aplicarles los precios de las diferentes entidades, incluyendo por supuesto, primeras y segundas. Y de esa manera, haciendo una "cesta" en la que se incluyan todas las categorías, obtenemos el importe total que nos pagaría cada entidad de forma muy aproximada. Sólo de esta forma podremos saber "aproximadamente" si realmente nuestra fruta recibe la mejor remuneración posible. Y decimos "aproximadamente" porque hasta que no cambiemos efectivamente no podemos saber qué parte de nuestra piña se pierde en cada empaquetado por desecho. Tener o no clientes para vender la fruta en mercado local puede suponer una diferencia en el peso promedio de la piña puesto que lo que aparece en el vale es la fruta comercializada, no el desecho.

Evidentemente, aunque el criterio económico es el que más preocupa al cosechero, la decisión de pertenecer a una u otra entidad depende de otros factores como la seriedad y rigor en la administración, la familiaridad o tradición, los servicios añadidos que aporta o la capacidad de los técnicos. Entre ellos, la austeridad en la gestión. Despachos y salas de juntas lujosamente decoradas con finísimas maderas y sillones de exquisita piel nos pueden dar una pista del espíritu con el que se rige una entidad.

Ginés de Haro es Ingeniero Agrónomo.

 

 

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