Escribía Friedrich von Schlegel que «la vida es una conversación interminable». Ha irrumpido esta cita del filósofo y escritor alemán al compás de la lectura de la última novela de Luis León Barreto, Reguetón (Madrid, Mercurio Editorial, 2024), que he tenido la fortuna de disfrutar y de apreciar hasta el sorbo final de este cóctel de 339 páginas que, de manera tan efectista, se simboliza en la acertada imagen de la cubierta: una coctelera perlada de gotas gélidas, media naranja y una rodaja de esta cortada en espiral.
Luis León Barreto (Los Llanos de Aridane, La Palma, 1949) se hizo clásico muy joven, desde que en 1981 se alzara con el galardón del XVI Premio de Novela Blasco Ibáñez con Las espiritistas de Telde, cuyo éxito no ha ido más que crecer y afianzarse como demuestran sus reediciones y sus traducciones a diversas lenguas. Antes, como integrante del grupo de la narrativa canaria de los 70, ya había publicado el poemario Crónica de todos nosotros (1972) y las novelas Ulrike tiene una cita a las 8 (1975) y Memorial de A.D. (1978); pero a partir de Las espiritistas de Telde León Barreto despega definitivamente. A partir de entonces la producción novelística de este escritor, profesionalmente dedicado al periodismo, ha ido fortaleciéndose a través de títulos, entre otros, como La infinita guerra (1985), Los días del Paraíso (1987), No me mates, vida mía (1992), La Casa de los Picos (1998), El velero Libertad (2003) o El crimen del contenedor (2005). También se ha prodigado en el terreno cuentístico como observamos en El Mar de la Fortuna (1986), ¡Mamá, yo quiero un piercing! (2005), Cuentos gozosos/Cuentos traviesos (2017) y El volcán y otros cuentos (2022). Además, ha ampliado su universo literario con interesantes ensayos, entre los que figuran El Time y la prensa canaria en el siglo XIX (1990), La literatura y la vida (2015) o Ida y vuelta. Crónicas de tiempos revueltos (2022).
En esta prolongada actividad literaria Luis León Barreto ha ido, con gran acierto, asimilando diferentes registros genéricos, sobre todo en el ámbito de la novela. Así constatamos en sus textos la presencia de la novela negra, la novela histórica o la novela del nuevo realismo o postrealismo, como lo define Germán Gullón en «La novela española: 1980-2003»: «Con esto del postrealismo aludo a que se dedican a establecer, explorar las relaciones humanas no solo en libertad, sino fuera del marco de las representadas por la novela realista decimonónica, en que los valores y la actitud de una persona se declaraba de acuerdo a su ajuste a los valores del mundo realista, los de la religión, la familia, y la conducta ajustada al patrón de la vida burguesa, en el que se puede hacer lo que se quiera siempre y cuando se guarden las formas».
No es este el caso de Reguetón, ni mucho menos. Luis León Barreto, a través de un diseño coral, nos va llevando por un periplo en el que se intercala una madeja de asuntos varios que reproducen, ni más ni menos, la vida real de las personas reales de nuestra época. Y lo hace sin estridencias, pero con libertad absoluta. Una libertad nacida del conocimiento, precisamente, de esos asuntos que se van articulando como vectores en el relato; y también del convencimiento de que el escritor debe dar testimonio de la realidad social sin ambages, lo que supone hablar sin tapujos de sentimientos, de ideas y de tentaciones.
Reguetón, como apuntábamos al principio con la cita de Schlegel, es una conversación interminable sobre la vida. De hecho, su estructura no se entiende sin la premisa de la conversación, de un diálogo constante que lleva a cabo Adán, el protagonista, consigo mismo y con su grupo de amigos, a lo largo de toda la obra. Esta estructura favorece el dinamismo y el contrapunto de opiniones, porque el autor no obra de modo maniqueísta. En absoluto, pone sobre la mesa el amor, la islamofobia, el turismo de masas, la sobreexplotación demográfica, la existencia de Dios, la inteligencia artificial, los nacionalismos, el procés, la felicidad, el sexo, la política de bloques… Sin embargo, no existe una condena a priori, los personajes debaten con sus propios conflictos personales y a veces llegan a acuerdos y en otras el enfrentamiento es palpable, como la vida misma. Todo ello induce a considerar Reguetón como un gran estudio sociológico de la sociedad actual, escrita por un autor que, amén de manejar con seguridad y eficacia los resortes técnicos de la narración, es un magnífico observador y cronista —no olvidamos la profesión de periodista de León Barreto— de la realidad. Pero también Reguetón es una invitación a la felicidad. La música festiva que es afín al reguetón se proyecta en la novela, como bien apunta en la contracubierta Victoriano Santana Sanjurjo: «una novela que, desde su mismo enunciado, acoge con intensidad el hondo significado de la locución latina carpe diem». No podemos estar más de acuerdo, Reguetón, donde están tan presentes la pandemia y la erupción del volcán Tajogaite, nos zarandea como estos eventos zarandearon nuestras vidas; pero también nos empuja a disfrutar estas vidas con el ardor del magma caliente.
Francisco Juan Quevedo
Profesor Titular de Literatura Española de la Facultad de Filología de la ULPGC
Catedrático de E.U. de la antigua Facultad de Formación del Profesorado de la ULPGC
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