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Seis matrículas para que no se cierre la escuela del barrio

Unitaria. Luis G Morera.

Las 27 escuelas rurales y unitarias de La Palma ofrecen una educación con currículo completo y adaptado con el entorno que les rodea, pero a pesar de ello, algunas sufren dificultades para alcanzar el mínimo de seis matrículas necesarias para iniciar el curso año tras año.

Según datos del Gobierno de Canarias, en el archipiélago hay 24 Centros Educativos Rurales y 121 CEIP (Colegio de Infantil y Primaria), quedando 32 CEIP en Gran Canaria; 27 CEIP en Tenerife; 27 en La Palma; 13 en Lanzarote; 10 en Fuerteventura y 5 en La Gomera y El Hierro.

Para que estos centros continúen con sus aulas abiertas, tienen que alcanzar un mínimo de seis alumnos, aunque se puede establecer excepciones con un ratio menor si existen otras circunstancias, como la distancia a otros centros educativos o la distribución por edades, según el acuerdo marco sobre las escuelas unitarias firmado en 2007 y ratificado en 2014.

Ahora, los CEIP Breña y Tigalate, en las medianías del este de La Palma, luchan contra la demografía del barrio y los falsos mitos de la educación unitaria para superar el listón de las seis matrículas y poder continuar con un modelo de enseñanza singular y cercano.

Angustias Rodríguez es profesora del CEIP Breña, en el barrio de San Isidro, e imparte los contenidos del currículo educativo a niños y niñas de la zona desde infantil hasta sexto de primaria, conociéndolos desde que entran con tres años hasta que se van al instituto con 12.

Este seguimiento permite al profesorado “mayor facilidad para detectar problemas y una mejor comunicación con las familias” al crearse una relación “más directa y cercana que la que puede darse en los colegios de las ciudades”, considera la docente.

Angustias confía en la supervivencia del centro por la importancia de “mantener la educación en los barrios”, aunque reconoce que tanto la despoblación, como la falta de servicio de comedor, o la oferta de actividades extraescolares en los núcleos urbanos “nos complican un poco más la existencia”.

Esta profesora recuerda que, desde que el Gobierno de Canarias redujo la financiación para las Asociaciones de Madres y Padres, solo tienen capacidad de acción las de los centros de enseñanza con más estudiantes, lo cual repercute en las posibilidades de llevar a cabo distintas actividades en las escuelas unitarias.

Pese a ello, Angustias insiste en el valor de la enseñanza de proximidad, “potenciando lo que le gusta a cada niño y buscando la forma de motivarlos para que se desarrollen al máximo y no tengan ningún tipo de complejo por ser de campo”.

El alcalde de Villa de Mazo, Idafe Hernández, ha solicitado a la Consejería de Educación del Gobierno regional la continuidad del CEIP Tigalate, ya que considera que su cierre “no solo afectaría la calidad educativa de la zona, sino que también representaría un golpe a la identidad y cohesión social del municipio”.

Según Hernández, a través de una primera instancia “se consiguió mantener abierto el periodo de matrícula para dar la posibilidad a las familias a matricularse en el curso”.

En los últimos años, solo en La Palma han cerrado dos escuelas unitarias, Las Nieves y Tacande, además de los CEIP de Los Campitos, Todoque y La Laguna, que mantienen su actividad en otros puntos debido a la erupción volcánica que destruyó los centros.

El portavoz del sindicato de trabajadores de enseñanza STEC – IC, Álvaro Martín, ha apuntado al “nulo desarrollo y ejecución” del acuerdo marco sobre los servicios educativos públicos en las escuelas unitarias de Canarias, donde el Gobierno regional se comprometía a “conservar y potenciar” este modelo educativo singular.

Martín considera que todas las administraciones, a nivel local, insular y regional, han fallado ante ese compromiso e incide en la necesidad de “potenciar” a las escuelas unitarias y devolverles el prestigio de centros educativos “donde se puede personalizar la atención”.

El portavoz del STEC – IC en La Palma defiende que “la heterogeneidad en el aula es buena”, y que, lejos de ser una dificultad o una barrera, “es una ventaja y una riqueza que debe aprovechar ese aprendizaje cooperativo y mejora de la socialización”.

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