La casa de Marcelino, en El Charco, ardió con el incendio que también lo dejó sin animales y sin ropa.
Hoy lunes, 31 de agosto, se cumple un mes del incendio que llegó a toda velocidad como un coche de Fórmula 1 (así lo describió un vecino) a Fuencaliente quemando casas, coches, animales, pinos, huertas y viñedos y dejando a su paso tristeza, desolación y muchas pérdidas económicas. Un mes después de la catástrofe el municipio intenta recuperar la normalidad y la calma aunque es difícil porque el fuego y sus consecuencias sigue estando presente como el primer día en la vida de los fuencalenteros que nunca olvidarán el infierno vivido entre el 31 julio y el 1 de agosto y del que nos han contado que escaparon como pudieron porque si en algo coinciden todas las personas con las que ha hablado este periódico, que han sido muchas en estos días, es en que nadie las evacuó. "Nos libramos de las llamas como pudimos", nos han relatado.
En este tiempo tampoco se han podido esclarecer las causas del incendio que comenzó en Mazo y acabó en Fuencaliente y que investiga la Guardia Civil y el Juzgado, y de las ayudas prometidas por las distintas administraciones (Cabildo, Gobierno canario y Gobierno central) sólo han llegado de momento las de emergencia concedidas por el Cabildo. Todo eso hace que el incendio, aparte de la huella física visible que ha dejado, siga presente en la vida de los vecinos, que han constituido una plataforma para defender sus derechos, y en los que se palpan sentimientos muy marcados de tristeza, por lo que se ha quemado y porque muchos lo han perdido todo, y de rabia, porque creen que algunas de las casas que se quemaron se podían haber salvado si se hubiera actuado a tiempo o si se hubiera permitido a sus propietarios defenderlas de las llamas.
El caserío de El Charco fue uno de los más castigados por el fuego, que devoró numerosas casas a plena luz del día. Allí nos trasladamos y nos encontramos barriendo a Marcelino, de 83 años, que ha perdido su casa, sus animales y sus enseres y nos contó con pena que "en la edad que tengo no he visto fuego como este. Yo me fui para la costa a las diez de la mañana y cuando vine encontré la casa quemada y los animales que tenía muertos. Qué más quiere que le diga, me quedé con la ropa que llevaba puesta y nada más. Esto es horrible, verlo todo quemado da mucha tristeza". Marcelino vive ahora en otra casa con su mujer, pero nosotros lo encontramos en la quemada barriendo y aferrándose a los recuerdos de toda una vida que el fuego le arrebató.
Laureliano y Eudosia, también de El Charco, nos contaron que ellos dejaron su casa a las cuatro de la mañana porque una hija les avisó, "mamá márchense de ahí que el fuego está aquí en Los Canarios, está bravo, y va para allá, y nos fuimos". "La suerte nuestra fueron los nietos y los sobrinos si no la casa se nos quema también, el trabajo de toda una vida". "Yo -añadió Eudosia-, he pasado muchos fuegos pero como este ninguno. Ha sido muy grande. Otras veces el alcalde avisaba a los vecinos pero esta vez nada de nada". Ahora después del susto, todavía siguen viendo llamas por todos lados.
"Este fuego ha sido muy grande porque aquí nunca se habían quemado tantas casas. Es una pena", nos comentaba otra vecina, Elvira, de 69 años, a la que se quemaron numerosos enseres y a un hijo suyo se le quemó la casa también en el Charco. "Mi hija le tenía la casa alquilada a otro hijo mío, se fue al Sáhara con su marido, llegaron el sábado muy cansados del viaje y a las pocas horas de estar en la casa tuvieron que salir por el fuego. La casa se quemó". "Es una pena muy grande".
Otro hombre de este caserío se mostraba indignado con lo sucedido porque "aquí las casas se podían haber salvado del fuego y no nos dejaron. El Charco ardió de día, así que imagínese como me siento. Nos han quitado las casetas del litoral, no podemos pescar con la reserva marina y ahora nos viene este incendio y lo quema todo. Ya no nos queda nada de nada. Es una tragedia para Fuencaliente".
Pedro Pestana, vecino de Los Canarios, lo que recuerda del incendio es que a las cuatro de la mañana llegó el fuego y "eso fue como una bomba, la carretera era una alfombra roja. A las nueve de la mañana el pueblo se había quemado completo, hasta las plataneras de la costa. Yo me enteré porque me llamó un hombre que venía de Mazo y vio venir el fuego, me tocó la puerta y me levante, pero aquí no avisaron a nadie. Luego una chica que vende pescado con un altavoz dijo que había fuego, la guardia civil cuando vino tocó la sirena y la gente se fue porque esto no se sabía cómo iba a acabar". "Yo nunca había vivido un fuego tan violento como este. En el 78 hubo otro fuego fuerte, que se quemó también el pueblo pero no tanto como ahora. Ahora no ha quedado nada de nada. Los pinos se vuelven a recuperar y el campo también, pero el problema es que la naturaleza es sabia y cuando el hombre no limpia, ella sí limpia. El fallo está ahí: no se limpia, todo está abandonado, las medianías no se cultivan y dentro de cinco años volveremos a tener un fuego igual porque aquí nadie limpia nada". Además este vecino se quejó de que "hubo varios fallos de las administraciones porque las casas se podían haber salvado. El Charco se quemó a las doce del día y eso no tiene perdón de Dios porque había una cuba llena de agua y no la dejaron vaciar porque no había orden para hacerlo". "Yo me quedé y salvé la casa. Los que teníamos más experiencia nos quedamos y los que no se fueron".
Muchas casas se salvaron gracias a que sus propietarios se quedaron, como Juan José Santos y su hijo Saúl Santos que batallaron toda la noche con el fuego y por eso evitaron que las llaman devoraran su casa y, de camino, las de otros vecinos. Las historias son muchas como el caso de una pareja que iba a salir de su casa en Los Canarios la madrugada del sábado para coger el barco y cuando abrieron la puerta se encontraron con el fuego. Su lucha también evitó que su vivienda ardiera.
Ha pasado un mes del desastre, pero parece que fue ayer y muchos de las personas que vivieron el incendio todavía hoy no han podido conciliar bien el sueño. Muchas personas mayores tienen miedo y pesadillas y también hay niños que preguntan a sus padres cuándo volverá el fuego. Para ninguno de ellos será sencillo olvidar lo ocurrido porque durante muchas horas estuvieron rodeados por el fuego y la angustia fue tremenda. "Nunca en mi vida he sentido tanto miedo y creo que jamás lo olvidaré. Una cosa es contarlo y otra vivirlo. Fuencaliente se convirtió en un infierno, en una bola de fuego y nosotros estábamos dentro y nadie nos avisó del peligro que se nos venía encima", contaba una joven fuencalentera.
Olvidar un hecho de esta magnitud parece complicado, sin embargo el municipio parece que poco a poco va recobrando el pulso y la actividad. En los bares ya se habla de otros temas, el taller en el que se quemaron numerosos coches ya está funcionando y la gente en la calle tampoco habla del fuego salvo que se le pregunte. La procesión, claro está, va por dentro.
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