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Opinión
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Eduardo Cabrera, periodista de la Cadena SER

Jugar a saber

  • Si son tan incompetentes, lo decente sería dejar paso a otros que sean capaces
  • La coherencia parece ser el único lujo al que se renuncia en este circo político

No salgo de mi asombro de la capacidad que tiene este ¿Gobierno? para asombrarme. Se estudia un anteproyecto ‘Ley de Seguridad Ciudadana". Con sólo conocer algunos de los contenidos resulta bochornoso el mero hecho de llamarlo de ese modo. Se propone sancionar con hasta 600.000 euros por manifestarse sin permiso ante las puertas del Congreso de los Diputados. Cuando, precisamente, fue una diputada del Partido Popular quien desde el interior de ese Congreso de los Diputados, desde su escaño (con un generoso sueldo pagado con dinero público) mandó a la mierda a seis millones de desempleados ("¡Que se jodan!", dijo). Y le salió gratis. No pasó absolutamente nada. Insultar a un policía puede suponer una multa de 30.000 euros, esto son 37 salarios mínimos. Pero desde un escaño el insulto parece estar subvencionado con dinero público.

Si lanzo una tarta, cuatro años de cárcel. Pero el señor Fabra se rió de todos los ciudadanos con sus vaticinios de fortuna en la Lotería, se dio el capricho del "aeropuerto del abuelo" con dinero público.., que ahí está, y la justicia parece no ser del todo justa o, cuando menos, equitativa. Todos no somos iguales, a los hechos me remito. El presidente del Gobierno tiene la desvergüenza de afirmar que "ya nadie habla del rescate, ahora la gente habla de la recuperación económica". Una demostración más de lo lejos que están los dirigentes de la realidad de los ciudadanos. De lo que se habla en la calle es del desprestigio de la clase política, del hartazgo de asistir a un carrusel de casos de corrupción que quedan impunes y de cómo un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se muestra dispuesto a acatar los dictámenes de la Justicia, eso sí, después de hacer desaparecer los discos duros que contenían la información imprescindible para la investigación del caso Bárcenas. Quizás es que no les importa del todo. Ambas cosas son igualmente graves. Si son tan incompetentes, lo decente sería dejar paso a otros que sí sean capaces. Si lo que sucede es que, en realidad no les importamos, merecen la peor de las consideraciones. Pero enfrente, ¿qué tenemos? Un Partido Socialista que muestra como mejor alternativa a quien fue ministro en el anterior Gobierno. Un Gobierno que también se mostró incompetente o que, sencillamente, mintió. Una legión de "Socialistas y Obreros" (así rezan las siglas que defienden), pero que pocos presentan un currículum que avale los mismos conceptos que defienden. Es fácil defender el socialismo y a los obreros desde un Mercedes y viviendo en la opulencia. La coherencia parece ser el único lujo al que se renuncia en este circo político. Y qué decir de los sindicatos, regalando maletines y alimentando su ácido úrico con mariscadas pagadas con el dinero de los desempleados.

Y no hace falta irse muy lejos. En esta isla de La Palma en la que se han producido movimientos políticos uno se pregunta si en verdad será para bien. Y, sin embargo, ni en Los Llanos de Aridane ni en el Cabildo de La Palma, las alianzas entrantes han manifestado una sola iniciativa concreta. ¿Mejorar las conexiones para levantar el Turismo? Eso no es nuevo, pero ¿cómo? ¿cuál es la fórmula por la que apuestan? Es necesario mejorar la comercialización de la producción local. Más de lo mismo, pero ¿cómo? ¿cuál es la fórmula por la que apuestan? Es urgente reducir las cifras del desempleo. Ya lo sabemos pero ¿cómo? ¿cuál es la fórmula por la que apuestan? Discursos manidos que valen tanto para un Cabildo como para un Ayuntamiento. Discursos vacíos de contenido que no convencen. Porque para convencer hay que señalar un objetivo y marcar el camino a seguir. Concreto, sin ambigüedades. Luego se acertará o no, pero es lo que define a quien tiene las ideas claras. Lo demás, más de lo mismo. Políticos profesionales acostumbrados a que les aplaudan por muy descerebrado que sea el discurso. Es lo que tiene ser incondicional. No se piensa, sólo se actúa. Y se actúa conforme al adoctrinamiento. Convencidos de que la lealtad es un valor que engrandece. Acaso hemos prostituido el valor de la lealtad. Los incondicionales son sólo borregos que no están dispuestos a pensar por sí mismos. La lealtad es un valor, sí, mientras hay argumentos para ser leal. Pero sin renunciar como individuo al derecho a no estar de acuerdo.

Pero hay un atisbo de esperanza. Vivimos intoxicados con discursos manidos, vacíos de contenido y eufemismos insultantes. Y debemos asumir la responsabilidad individual de cotejar, comparar, preguntar y reflexionar. Con sólo una segunda opinión ya surgen los primeros conflictos en cualquier argumento. Porque no somos borregos. Somos seres complejos, somos muchísimos y cada uno somos diferentes del resto. Y esto nos otorga el derecho a no estar de acuerdo. Piensa y serás un individuo. Pensando generamos nuestra identidad más allá del rebaño. Y eso incomoda a quienes quieren erigirse en pastores manteniendo los borregos a la intemperie mientras ellos duermen al calor de la chimenea.

Hubo un momento en la Historia de la Humanidad en que nos hicimos más libres. En una sociedad en la que se limitaba el acceso a la información y la libertad de pensamiento surgió la imprenta. La gente tuvo entonces acceso a los libros (primero de forma clandestina). Descubrió cosas que ni siquiera hubiera podido imaginar antes. Abrió los ojos. Comenzó a pensar por sí mismo y adquirió así la capacidad de elegir y decidir. Pocas cosas han hecho tanto por la evolución y el desarrollo de una sociedad como la decisión y la generosidad de dejar constancia del conocimiento. De esos testimonios aprendieron otros. Hoy volvemos a vivir una generación afortunada por asistir a una segunda ‘imprenta" que ya está cambiando el mundo. La llamamos Internet. Hagamos un buen uso de esta herramienta, gastemos tiempo en saber, porque en la misma medida que invirtamos tiempo, en esa medida tendremos razón en la protesta. La crítica no puede ser nunca gratuita.
Pero, ¿cuántos están dispuestos a invertir treinta minutos de su tiempo en el próximo año y medio que resta para las elecciones, en averiguar cuál es la diferencia entre un voto en blanco o uno nulo? ¿Cuántos realmente se han molestado en informarse acerca del verdadero efecto que supone no ir a votar? ¿Cómo funciona nuestro sistema electoral? ¿Cuántos responderán a estas cuestiones con razonamientos que han escuchado a otros? Sin comprobar si son o no acertados. ¿Tanto esfuerzo supone asomarse a la web donde se encuentra todo? Juguemos a saber y abriremos los ojos al mundo.

Eduardo Cabrera, periodista de la Cadena SER.

 

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