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Garafía

El arqueólogo Jorge Pais advierte de que la "avalancha" de visitantes que sufre Buracas acelera el deterioro del paraje

El investigador, Premio José Pérez Vidal, considera “necesario y urgente” regular el acceso a este espacio de Garafía.

Imagen del dornajo que 'desapareció' de un pajero de Buracas. Foto de Jorge Pais

El arqueólogo Jorge Pais ha advertido de que el paraje de Buracas, en Garafía, es uno de los lugares más visitados de La Palma y “soporta, especialmente los fines de semana, una auténtica avalancha de visitantes sin ningún tipo de vigilancia o control”. Una circunstancia que ha hecho pública a través de las redes sociales El doctor en Arqueología, inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de La Palma y director del Museo Arqueológico Benahoarita.

Un situación que está provocando el “deterioro acelerado de estos parajes (molestias a los residentes, pernoctaciones en las cuevas habitadas por los benahoaritas, expolios en los yacimientos arqueológicos, grafitis e intentos de robo en los petroglifos, abandono de todo tipo de basuras, etc)”.

Jorge Pais considera “necesario y urgente” regular estas visitas para “garantizar la preservación de estos bienes patrimoniales, para ofrecer una documentación veraz y científica y también, por qué no, para que los residentes y los garafianos puedan beneficiarse de su explotación”.

El arqueólogo palmero, distinguido este año con el Premio José Pérez Vidal por una investigación sobre los petroglifos, advierte de que “mientras no tomemos conciencia de que se trata de un problema que cada vez va a ir a más, tendremos que seguir denunciando actos vandálicos en la zona”.

Como ejemplo de esta situación, indicó que ha desaparecido “un precioso dornajo de tea que existía en uno de los pajeros que está junto al caboco de Buracas”. “Hace mucho tiempo, seguramente más de 30 años, recordamos ver a un mulo en este recinto que comía, apaciblemente, del dornajo. Y ahí permaneció hasta hace unos pocos años cuando, de la noche a la mañana, desapareció como por arte de magia. Seguramente le gustó a alguien, quien decidió llevárselo para su casita que, en el jardín, con unas cuantas macetas, sería una estupenda jardinera o como adorno en una barbacoa o en un patio”, lamenta el investigador. “El dornajo era bastante grande y pesado por lo que, con toda probabilidad, fueron necesarias varias personas para cargarlo y, seguramente, con alevosía y nocturnidad para que nadie se diese cuenta del robo”, añade.

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