El próximo viernes, 22 de junio, en la Real Sociedad Aridane (Casino) de Los Llanos de Aridane, se presentará al público por parte de María Victoria Hernández, Cronista Oficial de la ciudad aridanense, una fotografía estereoscópica, por ahora desconocida, en la que se aprecia la siembra de arbolado protegido por unos “jaulones” de madera. Debe corresponde al año 1863, hace 155 años, en la que se las labores de siembra de los laureles de indias en la plaza de España y Acera Ancha de Los Llanos de Aridane. El acto comenzará a las 20.00 horas
Uno de los iconos e imagen de Los Llanos de Aridane son sus majestuosos laureles de Indias (Ficus microcarpa, de origen malayo). Desde hace años han sido estudiados por la Cronista Oficial, María Victoria Hernández. El origen de estos árboles de hoja perenne en la ciudad aridanense proceden de la remisión en 1863 de plantones desde Cuba por parte de emigrantes en la isla caribeña en el barco Bella Engracia.
Coincidiendo con el 150 aniversario de su plantación el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane publicó un folleto firmado por María Victoria Hernández que reproducimos su texto:
Las primeras noticias sobre un plan de embellecimiento de la plaza de España de Los Llanos de Aridane datan del verano de 1863; en su edición del 26 de junio de aquel año, el semanario palmero El Time da cuenta de un programa de actuación que incluía la plantación de arbolado, la colocación de bancos de piedra o sofás (luego reubicados en la plaza Elías Santos Abreu) y la instalación de un servicio de iluminación nocturna: «En la plaza de la Constitución se han plantado árboles, se han encargado para ella algunos sofaes de piedra y se piensa alumbrar». Más tarde, el 28 de febrero de 1864, el mismo periódico confirma que los laureles ya se habían plantado; a raíz de este primer eslabón, la cabecera lleva a cabo una auténtica campaña a favor del arbolado y sugiere nuevas siembras, ahora, en el camino de Argual, que por aquellas fechas se hallaba en obras; la cabecera propone el plantío de «los plátanos del Líbano, o los llamados laureles de la India» y explica: «Los primeros pueden llevarse de los jardines de Argual, y no dudamos que nuestros paisanos residentes en Cuba nos remitan algunos de los segundos, como ya han hecho para la plaza de este pueblo».
A finales de año, uno de estos envíos de laureles desde la isla caribeña no llegó hasta La Palma «a causa de los temporales», acabando irremediablemente sumergidos en el océano. Otras remesas, promovidas también por la colonia palmera en Cuba, sí lograron desembarcar, como pone de manifiesto un suelto publicado en El Time el 25 de diciembre de 1864; según el rotativo, el indiano Antonio Carballo Fernández, sobrino del prócer aridanense Francisco Fernández Taño (1795-1876), había fletado por su cuenta en el puerto de La Habana, a bordo del velero «Bella Engracia», capitaneado por el palmero Simón Sosvilla, «varios plantones de laureles de indias, palmas reales, etc.», con destino a «hermosear el trayecto que ocupa el nuevo paseo»; se trata, pues, de una iniciativa más que contribuyó a hermosear el paseo del casco aridanense, que comprendía entonces nuestra plaza de España o de la Constitución.
Por estas mismas fechas, también la colonia tinerfeña del Caribe apoyó el ajardinamiento de algunos espacios públicos con los que la población de Santa Cruz de Tenerife contaba para su ocio y esparcimiento. Varias monografías relativas al tema suelen coincidir en afirmar que los laureles santacruceros fueron los primeros que se sembraron en Canarias, apoyándose para ello en un suelto aparecido en la edición de El Guanche de 3 de diciembre de 1864; en realidad se trata de una crónica publicada antes por el periódico cubano El Mencey (no consta la fecha de éste), que informa a sus lectores: «Hemos tenido el gusto de ver los lindos laureles de la india que nuestro paisano D. Domingo Serís tiene a bordo del buque “Guanche” con el objeto de regalarlos a la Alameda del Príncipe de Asturias de Santa Cruz». No obstante, sin saber si fueron los primeros del Archipiélago, lo que está claro es que los laureles de Los Llanos fueron plantados casi un año antes, entre junio de 1863 y febrero de 1864.
Según apuntan varias referencias orales, estos inaugurales laureles de Los Llanos fueron plantados y cuidados por los niños de la escuela regentada por Daniel Santos Lorenzo, hijo del sochantre Miguel Santos González y de Antonia Lorenzo Wangüemert, que ya figura en el padrón de habitantes de 1857 como «maestro de escuela».
El Ayuntamiento aridanense prestó desde el principio un especial interés por el mantenimiento de los laureles de su plaza-paseo. Sabemos que en 1868, cuatro años después de su siembra, llegaron al centro del casco histórico del municipio las primeras aguas canalizadas; dos años más tarde, en 1870, se construyó la actual pila y fuente de la plaza Trasera (hoy, plaza Elías Santos Abreu), cuya autoría puede atribuirse al pedrero Raymundo Concepción Brito y en cuya ejecución consta la fábrica de la «cañería para por ella regar los árboles de la plaza principal». Este interés se consolida mediante el dictado de una normativa local que persigue garantizar el cuidado de los árboles, como evidencia, por ejemplo, el bando del alcalde Juan Gutiérrez Pino de 1872, que prohíbe «el abuso que se viene practicando de sacar agua de los abrevaderos que se hallan en las fuentes públicas, por cuanto está reservado la del Calvario y Trocadero para beber el ganado, y la de la plaza Trasera para regar los árboles de la principal».
A finales del siglo, el arbolado ornamental se había convertido ya en una pieza fundamental de las políticas destinadas al embellecimiento de las plazas y paseos públicos. Las necesarias podas proporcionaron leña y maderas, comprendidas por la administración como un bien público; ello propició la subasta de los desechos de estos desmoches regeneradores; así, por ejemplo, el 2 de abril de 1893, Domingo Santos Lorenzo ingresa en los fondos municipales 7,50 pesetas por «productos que se verificaron en el arbolado de los paseos de esta villa».
Nuestros laureles de India han sido protagonistas directos de la vida cotidiana de Los Llanos de Aridane durante siglo y medio; su privilegiada situación los ha hecho partícipes de paseos o fiestas; pero, cómo no, también de algunos sucesos luctuosos, como el lamentable fallecimiento del jardinero Jacinto Pérez Luis, de 46 años de edad, muerto trágicamente en 1915 como consecuencia de la «caída que llevó podando los árboles de la plaza»; por ello, el Ayuntamiento acordó indemnizar a su viuda, Estebana Pérez Pérez, y a sus cuatro huérfanos con 1.460 pesetas (abonadas en dos anualidades). Además de Jacinto Pérez Luis, también conocemos el nombre de Gabriel Pérez de la Concepción como encargado del mantenimiento de los laureles de la plaza; en 1911 consta el pago en efectivo a ambos «por gastos hechos en el corte de la leña de los árboles de la plaza en el corriente año».
Viajeros, fotógrafos y escritores han prestado siempre atención especial a estos corpulentos árboles. A partir del 11 de noviembre de 1924, El Progreso de Santa Cruz de Tenerife publica una serie de artículos firmados por el periodista lanzaroteño afincado en La Palma Isaac Viera y Viera (1832-1941), recogidos con el título «Mi excursión por La Palma». Refiriéndose a Los Llanos, dice: «Ha treinta años y pico (este más grande que el de Tenerife) residí en unión de mi familia en aquella localidad de los corpulentos y frondosos laureles de la India, que dan fresca sombra a la bonita alameda, en cuyos bancos suelen dormir la siesta, en el verano, algunos viejos y hasta ciertos mozalbetes, al arrullo del viento que juega entre aquellos árboles centenarios. Ese sitio delicioso fue llamado El Paraíso por un conocido ingeniero». Años más tarde, en 1948, el médico y humanista pasense Antonio Pino Pérez (1904-1970) rememorará en su poema «Laureles de la plaza», dedicado al alcalde Enrique Mederos Lorenzo, la estampa de los árboles centenarios, «victoriosos», «impasibles», «quitasoles lujosos, increíbles, / en un verde perenne consagrados, / para inspirar ensueños imposibles / y acallar el pesar de los hastiados»; «atrio vegetal» de la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, «compasivos, casi humanos, /donde siempre arribamos como a un puerto».
El laurel de indias (Ficus microcarpa L. F., Ficus retusa o Ficus nitida), árbol de la familia de las moráceas, de origen malayo, de porte majestuoso y codiciado en zonas cálidas por la frescura que proporcionan su denso follaje, se ha convertido en una de las especies botánicas foráneas que más y mejor han identificado durante siglo y medio a la ciudad aridanense. De este modo, en 1932, 68 años después de la llegada de los primeros ejemplares conocidos, se sembraron nuevos plantíos en la plaza de Argual; luego, en 1956, en la avenida Doctor Fleming y, en 1958, en la plaza de la Recova.
En los últimos años, el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane ha contribuido decisivamente a divulgar los valores de su flora ornamental urbana. Así, en 2008 solicitó la colaboración del Instituto José María Pérez Pulido y de la Escuela de Arte de La Palma para la fábrica e instalación de varios carteles informativos en cerámica, que han venido a favorecer la divulgación en varios idiomas de la procedencia y data de su plantación. Junto a los laureles, esta iniciativa benefició también otras arboledas históricas, que han pasado a disponer de rotulaciones similares.
Hoy en día, los laureles «cubanos» de la plaza de España constituyen una de las señas más queridas de los aridanenses y de quienes nos visitan. Con su frondosidad y frescura, dan identidad propia a Los Llanos de Aridane.
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