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Opinión
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Eduardo Cabrera

70 años no es nada

  • El Desembarco de Normandía

Sucedió tal día como hoy que me arrancaron las piernas como quien arranca una uva de la vid. Sucedió tal día como hoy que me arrancaron los brazos, la vida. Sucedió tal día como hoy que la madre perdió a sus hijos sin saber siquiera cómo, sencillamente volatilizados por el horror y la barbarie. Sucedió tal día como hoy que vi mis propias entrañas derramadas en la arena y el dolor, insoportable, sólo paliado por la certidumbre de unos minutos más de aliento. Sucedió tal día como hoy que el Infierno se hizo en la Tierra, la deshumanización del hombre en su grado más extremo. Y es que jamás antes se destinó la industria y el conocimiento a un único objetivo, la destrucción del ser humano del modo más cruel. Muchos a penas acababan de cumplir los diecisiete años. El por qué estaban allí es difícil saberlo. Algunos, seguro, entusiasmados por el aliento militar que los invitó a ser héroes.

Sucedió tal día como hoy hace setenta años, el mayor desembarco de la Historia, la operación Overlord, el ‘Día D", el Desembarco de Normandía. Resulta difícil entender que semejante barbarie inició la construcción de la Europa que hoy conocemos. Pero es recomendable también recordar cómo se llegó hasta allí…con unas elecciones democráticas tras un período de crisis que siguió a la Primera Guerra Mundial. ‘La Gran Guerra", entonces. "¡La guerra que acabará con todas las guerras!", se dijo. ¡Qué equivocados estábamos! Y digo "estábamos" porque aunque quien escribe estas líneas ni siquiera estuviera pensado, formamos todos parte de esa misma cadena que, generación tras generación, vamos construyendo.

Tenían sólo diecisiete años, "muchos no conocieron el microondas ni otras cosas que hoy nos son tan cotidianas", dijo años después un superviviente. Ya octogenario, como tantos otros valientes que tampoco pueden contener las lágrimas al recordar aquel desastre. Porque fue un desastre. Muy a pesar de que vencieran ‘los buenos", muy a pesar de que aquel día cambiara el curso de la Historia. Porque la capacidad de destrucción que se demostró entonces no ha dejado de repetirse. ¿A menor escala? Quizás más repartido, quizás menos divulgado, acaso escondido. Pero es la naturaleza del ser humano. Capaz de lo mejor y de lo peor. Y sólo predominará esa parte que alimentemos.

Y en eso la memoria es fundamental. "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", dijo alguien una vez. Y no es sólo la curiosidad por la Historia que me lleva a escribir estas líneas. Es la esperanza en nosotros mismos, las ganas de convencerme de que podemos mejorar. Y en la inercia de medir el tiempo en años, tal día como hoy asoma muy lejano. Demos un paso atrás, observemos con la perspectiva de la Historia y oiremos los cañones, las balas silbando, las minas reventando cuerpos, los gritos de dolor que no serán atendidos, la soledad del miedo ante la muerte inminente, ante la suerte incierta e inmediata. Fue real, más allá de las imágenes borrosas que se conservan del momento. Muy lejos aún de las reproducciones del gran Hollywood. Sucedió. Y fueron muchos los que dejaron su sangre y su vida, sus piernas y sus brazos, su vida o su cordura.

En su ‘Indignaos", (para algunos sólo un panfleto), Stéphane Hessel hace una reflexión muy interesante. Nonagenario ya cuando lo escribió, recuerda su papel como miembro de la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. En el momento de la publicación de ‘Indignaos", único superviviente de quienes participaron en la Declaración de los Derechos Humanos. Nos recuerda Hessel que él, y muchos otros como él, arriesgaron sus vidas para que hoy podamos disfrutar nosotros de una sociedad más justa. Pero también llama a la alerta, a no dejar que nos arrebaten lo que entonces costó tanto sufrimiento conseguir. Y para ello la memoria resulta una herramienta vital. Pronto no quedará nadie de aquel día de hace 70 años. Como no quedan los que sufrieron el infierno de la Gran Guerra que este año cumple su centenario. Pero están las líneas escritas, los testimonios registrados. Nos corresponde a nosotros hacer uso de ello.

Mañana todo se habrá olvidado. Será un capítulo más de la Historia. Y acaso la fuerza incontrolable de un idealismo convencido es la que me empuja a escribir estas líneas. Habrá que buscar otro capítulo en el que mirarnos. Para reconocernos, para no olvidarnos.

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