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Opinión
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¿Podían ordenar el tiempo los antiguos canarios con el posicionamiento de horizonte de las estrellas? Un ejemplo en el Lomo del Cuervo (Breña Alta, isla de La Palma)

El mundo moderno ha desacralizado el cielo, la mera y simple contemplación ha perdido importancia, con la excepcionalidad de la ciencia y el turismo de estrellas. A los astros no se les presta atención, el exceso de luz concentrada (contaminación lumínica) tiene como consecuencia que millones de personas que viven en entornos urbanos no vean las estrellas. Y, sin embargo, en otros tiempos de total oscuridad parecía inevitable levantar la mirada hacia el cielo. Existía una cultura cósmica donde la bóveda celeste era la gran referencia, lo más sagrado y la que regía la vida cotidiana y ritual de las personas.

¿Qué importancia tenía el cielo para los antiguos? Cada noche la bóveda celeste, con sus infinitos luceros, debía impresionar al ser humano de tal manera que resultó ser un revulsivo muy atractivo para su pensamiento cultural simbólico. Espontáneamente, la persistente observación les permitió descubrir la regularidad de su movimiento, la aparición y desaparición de determinadas estrellas y constelaciones en diferentes períodos de tiempo. Poco a poco, nuestros ancestros fueron ampliando su conocimiento y perfeccionando de manera obsesiva sus cálculos hasta dar origen a importantes efemérides festivas y rituales como base de sus calendarios.

Las antiguas cosmologías pregonaban la continuidad y la unidad soñada que los humanos podían disponer. Las basaron, por lo tanto, en las eternas repeticiones cíclicas de determinados astros, a los que les asignaron nombres convirtiéndolos en divinidades. Los antiguos canarios acumularon siglos de experiencias observando el cosmos, quedando impreso como arquetipos, de alguna manera, en sus símbolos rupestres y construcciones sagradas.

Desde el siglo XIV, los textos etnohistóricos de Canarias mencionan y detallan la devoción y veneración a los astros como lo más manifiesto de su religiosidad. A modo de ejemplo revelador, tanto la Bula “Dum diligenter” del 15 de mayo de 1351 del Papa Clemente VI, como la “Ad hoc Semper” del Papa Urbano V de 31 de agosto de 1369, verifican que los canarios adoraban al Sol y a la Luna como justificación para la cristianización del Archipiélago. En otros casos se alude también a las estrellas, caso de Valentín Fernández (1505) cuando escribió que los nativos canarios adoraban “unos al Sol, otros a la Luna y otros a las estrellas”.

El asiento práctico de las investigaciones que llevamos realizando sobre el terreno nos está manifestando importantes lecturas en forma de claves arcanas que unen los lugares sagrados con los astros. Son considerables los lugares sagrados en nuestro Archipiélago Canario que contienen amontonamientos de piedras, torretas, cuevas, pireos, círculos de piedras, canales, cazoletas, grabados rupestres… en los que se establecieron alineaciones sincronizadas que combinan el elemento astronómico nocturno (estrellas y constelaciones) con la topografía.

A unos escasos 80 m sobre el nivel del mar se emplaza el conjunto de grabados rupestres del Lomo del Cuervo. Forman parte del gran complejo de Los Guinchos donde se localizan cuevas de habitación, cuevas sepulcrales, las estaciones de grabados rupestres emblemática de Lomo Boyero, apenas distante unos 250 m, el círculo de piedras del Lomo del Tejal, así como canales y cazoletas tanto de tierra como de mar1.

Los símbolos rupestres del Lomo del Cuervo los descubrimos desde finales de la década de 1980, pero no habíamos iniciado su estudio hasta que, hace unos días, visitamos el lugar. El complejo reúne tres petroglifos de simbología geométrica (circuliformes y meandriformes), tallados mediante percusión gruesa o ancha en dos casos y media-pequeña en el otro. Los dos primeros presentan un estado de conservación precario debido a su antigüedad y exposición, el otro muestra un estado de conservación muy bueno al ser más reciente. Esto no es aleatorio o trivial, es un dato importante, pues nos manifiesta dos ejecuciones de distintas personas y en diferentes tiempos.

¿Se puede averiguar cuándo fueron tallados los grabados rupestres -cronología relativa- por los azimut y la elevación de los astros? Cuando las referencias vinculantes son el Sol o la Luna, en Canarias la respuesta es negativa debido al poco tiempo transcurrido, pues la posición de estos astros que vieron los indígenas es prácticamente la misma que vemos en la actualidad. La diferencia es de tan solo ½ Sol, casi imperceptible a nuestra vista. Por otro lado, la respuesta a la misma cuestión es un rotundo Si, cuando las alineaciones se establecen con determinadas estrellas y constelaciones que han variado su posición con el paso del tiempo debido a la precesión de los equinoccios; esto es, al cambio lento y gradual en la orientación del eje de rotación de la Tierra. El azimut y la elevación definen perfectamente las coordenadas de los cuerpos celestes en el cielo desde una localización concreta hasta el período temporal determinado, siendo el caso de los grabados rupestres de Lomo del Cuervo.

Los ortos y ocasos de determinadas estrellas y constelaciones por el horizonte, justo después de la puesta del Sol o bien antes del amanecer, se utilizaron como conexión cósmica para medir el tiempo, establecer días festivos, días rituales y, lógicamente, para uso de calendarios. La gran mayoría de estos luceros actuaban como complementos y suplementarios de efemérides solares (solsticios y equiluxes), convergiendo armónicamente durante el “encuentro” entre los astros, la tierra y los espacios rituales construidos por los humanos.

Los grabados rupestres del Lomo del Cuervo nos obligan a mirar las estrellas, que son escrutadas como símbolos emblemáticos ¿acaso los que luego se representan sobre la roca? Cuando estos casos se repiten por toda la geografía canaria ¿seguimos aceptando las casualidades como juicio?

Para una mejor comprensión seccionamos las rocas talladas (medidas, símbolos representados, orientaciones de los soportes, los astros señalados, los tiempos revelados):

Roca 1. Mide unos 35 cm de diámetro, contiene símbolos meandriformes ejecutados mediante una técnica de picado ancho sobre la cara que mira al NO, hacia la montaña por la zona de la Punta de Los Roques. En ese lugar se produce el ocaso crepuscular de la estrella Vega (quinta estrella más brillante de nuestro cielo que no varió su posición durante la época indígena) coincidiendo con el máximo desplazamiento solar en dirección Sur: el solsticio de invierno, fecha de festividad del renacimiento del Sol celebrada en todos los tiempos pretéritos y por todos los pueblos y culturas en numerosos templos del universo.

Roca 1

Roca 2. Pegada a la anterior, presenta una cara, de unos 40 cm de diámetro, con talladuras igualmente ejecutadas con técnica de picado ancho que combinan meandriformes y circuliformes de apariencia tosca, inapreciables sin luz y visibles cuando el Sol los ilumina en su declinación o descenso en la órbita. En este caso, la disposición del soporte grabado se dirige al SE coincidiendo con el extremo oriental de la isla de La Gomera. ¿Qué intencionalidad astral buscaban en esa dirección? No es una orientación original, es poco habitual, pero la hemos encontrado en varias islas. Se trata del orto de la estrella Fomalhaut, una de las más brillantes del cielo nocturno. Esta estrella aparece al amanecer durante el equilux2 de primavera (momento exacto en el que los días y las noches tienen la misma duración, no simultáneo a los equinoccios astronómicos) y, al oscurecer, coincidiendo con el orto heliaco de la estrella madre Canopo3, después de mediados de agosto, que asoma por el otro extremo occidental de la isla de La Gomera.

Roca 2

Estos fenómenos cósmicos se observan desde los primeros siglos de la era cristiana; a partir del siglo IX comienza un desfase de un día, llegando a los cinco días en el siglo XV. También su azimut varió unos siete grados desde el siglo I al siglo XV. Durante los primeros siglos del período indígena la estrella Fomalhaut emergía por la isla de La Gomera; a partir del siglo IX comenzaba a salir por el mar y a sumar los primeros días de desfase.

Roca 3. Se localiza a unos cuatro metros de distancia. Se trata de un grabado rupestre pequeño que se ubicó en la parte superior de una piedra de grandes dimensiones. Representa una combinación de espiral y tres círculos concéntricos. Presenta la misma técnica de ejecución, pero es diferente a los anteriores en tamaño, forma, simbología y orientación. Se dispone en dirección N/NO coincidente con el extremo superior del notorio y manifiesto Risco de La Concepción ¿Qué posición astral encontraríamos en esa dirección acimutal y elevación? La respuesta la encontramos en la estrella dubhe de la constelación de la Osa Mayor en el momento que entra en contacto con el Risco de La Concepción, durante el crepúsculo, en el equilux de otoño, a partir del siglo XI. Ahora podemos comprender su buen estado de conservación debido a la diferencia de antigüedad de este motivo con respecto a los anteriores.

Roca 3

Desde el Lomo del Cuervo, por la noche y gracias a la posición de las estrellas sobre el horizonte topográfico, podemos saber algunos de los tiempos más reverenciados por los antiguos canarios: el solsticio de invierno, los equiluxes de primavera y otoño y el orto helíaco de Canopo.

Este es un caso de construcción o elaboración de símbolos sagrados determinados por las posiciones de las estrellas y constelaciones según una tradición cultural ancestral. Estas “piedras de las estrellas” se orientaron hacia posiciones en el cielo de horizonte en el que coincidieran dichos astros con períodos temporales muy determinados. Por lo tanto, se pueden datar. Los antiguos canarios nos legaron el control del tiempo codificado en las orientaciones astronómicas.

1 MARTÍN, M.A. (2016): Antropocosmología. Los grabados rupestres antropomorfos en la isla de La Palma. Revista Iruene nº 8, pp 8-39

2 MARTÍN, M.A. (2018): Los equiluxes en el santuario costero de Puntalarga. Fuencaliente (Isla de La Palma). Revista Iruene nº 10, pp 6-23

3 MARTÍN, M.A. (2010): Canopo. Revista Iruene nº 2

 

Miguel A. Martín González, Historiador, profesor y director de la Revista Iruene.

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