Se cumplen hoy, 10 de septiembre de 2019, 100 años de la mayor catástrofe náutica que sufrieron centenares de canarios: el hundimiento muy cerca de La Habana del trasatlántico “Valbanera” de la naviera Pinillos, entre el 9 y 10 de septiembre de 1919, dándose por los investigadores como fecha más exacta esta última, con un saldo aproximado de 488 víctimas, si bien aún no se sabe con exactitud cuántas fueron. La inmensa mayoría canarios, aunque también de peninsulares, ya que fue en Canarias donde más emigrantes embarcaron en las escalas que este buque hizo en Las Palmas, Tenerife y La Palma, último puerto canario del que el “Valbanera” salió “rumbo a la eternidad” en adecuada expresión de Juan Carlos Díaz Lorenzo, uno de los investigadores que mejor conocen este drama.
Fue construido en Glasgow, Escocia, y entregado a la Naviera Pinillos en noviembre de 1906. Fue bautizado como Valbanera en honor a la Virgen de Valvanera de La Rioja aunque por algún error se modificó el nombre cambiando la v por b. Fue asignado a la línea entre los puertos mediterráneos y atlánticos españoles de Canarias, Puerto Rico, Cuba y puertos norteamericanos del Golfo de Méjico. Tenía capacidad para 1200 pasajeros, cantidad que con frecuencia no solía respetarse. De hecho cuando zarpó de Santa Cruz de La Palma, último puerto de escala antes de cruzar el Atlántico, había a bordo 1230 entre pasajeros. Tampoco tenía muy buena fama este barco por que el trato dado por lo general a los inmigrantes no solía ser nada adecuado; es más, años antes del drama que exponemos, ya habían sucedido tristes acontecimientos a bordo del “Valbanera” que se reflejaron en la prensa, como fue la muerte de varios pasajeros de la clase más humilde ocasionadas por la famosa “gripe española” de aquel momento, no atendidos adecuadamente por el personal del buque, cadáveres arrojados por la borda al mar, escándalo que le costó el despido al entonces capitán.
El buque, al mando del Capitán Ramón Martín Cordero, zarpó de Barcelona el 10 de Agosto sin pasajeros El 13 zarpó de Málaga a Cádiz. El 17 de agosto de 1919 llegó a Las Palmas, donde embarcaron 259 pasajeros; 212 hicieron lo propio en Tenerife al día siguiente y el 21 del mismo mes 106 pasajeros más se unieron al pasaje en el Puerto de La Palma siendo el total de canarios alrededor de 577 sin contar algún que otro polizón.
Cuentan que cuando el “Valbanera” levó anclas al salir de SC. de La Palma el ancla de estribor se desprendió y cayó al fondo de la bahía, hecho considerado por los hombres de la mar como presagio de grandes males.
Los Emigrantes
Los pasajeros ocupaban las cuatro clases de las que disponían estos barcos de la emigración, cuyos precios oscilaban entre las 1.250 pesetas de la primera clase y las 75 pesetas de la clase emigrante. Los emigrantes no ocupaban camarotes. Se les alojaba en los entrepuentes de las bodegas en largas hileras de literas metálicas de varios pisos sin intimidad alguna. Las condiciones higiénicas y de ventilación seguían un reglamento bastante estricto y cuyo cumplimiento debía ser verificado por los inspectores de las Juntas Locales de Emigración. En efecto, las condiciones de la habilitación para emigrantes eran, a veces, infrahumanas y la vida en los entrepuentes en las condiciones de mala mar, frio extremo o navegación por los trópicos, lamentables. Los lavabos, cuando existían (antiguamente llamados jardines) eran higiénicamente insalubres. Eran turcas cuyo mantenimiento dejaba mucho que desear. La situación empezó a cambiar con los buques construidos en los años veinte y treinta recibiendo una sola comida al día, la cual tenían que hacer en la cubierta del buque; por ello, los canarios en sus alforjas llevaban gofio, higos pasados, pescado seco, etc. (Extraído de Ecu Red, Enciclopedia Cubana.)
La mayoría de los pasajeros eran gente humilde que emigraba en busca de un futuro mejor que no les brindaba Canarias, abrumadas por las dificultades de una época de miseria y escasez. El 90% de los pasajeros era de origen canario procedente de todas las islas.
Masivo desembarco en Santiago de Cuba
En este lugar ocurrió otro de los enigmas que rodean el naufragio del Valbanera, pues, a pesar de que la mayor parte de sus 1142 pasajeros había sacado billete hasta La Habana, inexplicablemente 742 de ellos desembarcaron en la hospitalaria ciudad oriental cubana, imprevisto cambio de planes, en un momento en el que no se tenían referencias del ciclón ni nada que hiciera predecir su trágico destino. En su momento se habló de presagio o premonición, pero las causas tal vez fueron más prosaicas: el lugar de trabajo de muchos emigrantes se encontraba más cerca de Santiago que de La Habana; otros piensan que simplemente se trató de una coincidencia. El mismo día 5 zarpa el Valbanera hacia La Habana con 488 personas a bordo ¿Sabía el Capitán Cordero que se estaba formando un huracán en el Golfo? Probablemente no, porque los métodos de predicción meteorológica de la época no se asemejaban ni remotamente a los actuales (José Luis Torregrosa).
El huracán
Según García Echegoyen, posiblemente la mayor autoridad en los hechos que se relata, en su obra “El Misterio del Valbanera”, “el día 9 por la noche, los vigías del Castillo del Morro, a la entrada del canal que conduce hasta el puerto de La Habana, distinguieron en medio del viento huracanado, las luces de barco que pedía práctico por medio de una lámpara morse. Pese a que desde el atardecer de ese mismo día se había encendido la señal que indicaba que el puerto estaba cerrado, los vigías encendieron una nueva señal luminosa. El capitán del Valbanera indicó también por medio de señales del sistema morse que intentaría capear el temporal en alta mar hasta que amainara. No volvió a haber noticias del barco hasta que fue localizado por el pequeño guardacostas norteamericano. Parece probable que el Valbanera naufragase sobre las 23:00 horas del día 9 posiblemente quedó sin gobierno por avería en la máquina y el timón y la fuerza huracanada del viento y la mar lo arrojaron sobre un bajo arenoso en Half Moon Shoal. Al embarrancar volcó sobre el costado de estribor y fue cubierto por las olas embravecidas. Con anterioridad probablemente había perdido la antena de la telegrafía por lo que no pudo emitir ninguna señal de socorro. No hubo supervivientes, ni testigos ni se hizo ninguna investigación oficial. Cuan dolos pasajeros desembarcados en Santiago supieron la triste noticia, se apresuraron a escribir a sus familias en España y Canarias para comunicarles que se encontraban a salvo. Las informaciones sobre el naufragio del Valbanera llegaban con cuentagotas desde Cuba y Estados Unidos. Se sabía que muchos pasajeros habían desembarcado en Santiago pero las autoridades se negaban de manera incomprensible a facilitar la lista de pasajeros desembarcados en esa ciudad. La angustia de los familiares se prolongó durante meses. Algunos de los pasajeros declararon posteriormente que desde su salida de La Palma, el Valbanera presentaba una pronunciada escora a estribor, que se mantuvo incluso al abandonar Santiago rumbo a la tragedia”.
Restos del naufragio el Valbanera. Foto tomada por Domingo Milord, cónsul de Cuba en Key West. Los restos del naufragio fueron inspeccionados por buzos de la U.S. Navy. (García Echegoyen, “El Misterio del Valbanera”, Alfaguara, 1997).
Historias y leyendas sobre el naufragio.
La magnitud de la tragedia, la peor que han sufrido los canarios, hizo que durante muchas décadas corrieran, como no podía ser de otra manera, tanto por Cuba como por La Palma, una serie de relatos, algunos que aún perviven, unos semi legendarios y otros ciertos, que paso a referir.
El relato de Juana Pérez Díaz, de El Paso, La Palma.
Esta historia se contiene en un gran panel expuesto en la citada exposición del Museo Helder y que dice lo que sigue:
“ El hermano de Juana Reyes, natural de El Paso, La Palma, contaba que una señora que había viajado con él antes a La Habana mandó a buscar a su esposo con sus dos hijos chiquitos, al fallecer su hermano repentinamente y quedarse sola, después de haberse adelantado al resto de la familia. Su familia se embarcó en el último viaje del Valbanera y la señora les esperó en la capital. Cuando supo lo del Valbanera casi se muere de sufrimiento. Con el paso del tiempo, casi destruida por el dolor, se fue resignando y trabajó en La Habana en lo que pudo para sobrevivir y terminar sus días, pues ya no tenía interés por la vida. Después, anciana, se dedicó a pedir limosna por la parte antigua de la ciudad.
Pero la verdad ella no la conocía. Cuando el Valbanera tocó por última vez tierra en Santiago de Cuba, su esposo, con sus dos pequeños niños, se bajaron allí por equivocación, creyendo que era La Habana, ante la avalancha de gente que embarcaba, ignorando el triste destino que les hubiera esperado.
Entonces, ese isleño que era analfabeto, parece que no encontró manera de comunicarse con su esposa y fue buscándose la vida en Oriente hasta que falleció. Pero sus hijos que fueron educados por alguien y ya mayores, alcalizaron oficios y una buena posición económica, pero sin lograr nunca encontrar a su madre. Un día en que viajaron a La Habana por asuntos de negocios, uno de ellos mientras conversaba con su hermano, se estaba lustrando los zapatos en un sillón de limpiabotas cerca del Capitolio. Por esas cosa que tiene la vida, cuando estaba en eso, se les acercó una anciana pordiosera pidiéndoles limosna y al escuchar que el uno llamaba al otro ”hermano” para que le diera unas monedas, les comentó que ella también había tenido dos hijos varones pero que habían muerto en el naufragio del Valbanera. La sorpresa de los dos fue enorme y uno le dijo que también ellos habían sido pasajeros de ese último viaje. Cuando preguntaron mas, comprendieron, pasmados, que aquella señora que mendigaba era, nada más y nada menos, que la madre que nunca habían podido encontrar. Ellos sintieron temor de dañarla si le decían de pronto la verdad; la veían débil y enferma. Entonces, para no afectarle la salud con una fuerte emoción, solo le dijeron que la tomaban su cargo, porque ellos habían perdido a su madre.
Contaba Juana Pérez que, con el paso del tiempo, el cariño y cuidados que le brindaron, la anciana se recuperó. Después, en un ambiente de confianza y familiaridad, le contaron la verdad y todo tuvo un final feliz”.
Otros relatos, extraídos de Ecu Red. Enciclopedia Cubana
1º. “Se decía que un isleño había desembarcado en Santiago de Cuba con uno de sus hijos pequeños para hacer viaje a La Habana por tierra con el fin de encontrar alojamiento para cuando el resto de su familia llegara a la capital en el buque. Cuando supo las tristes noticias del naufragio, el sujeto perdió la razón, pero durante 30 años estuvo yendo todos los días al puerto preguntando si tenían noticias del Valbanera.”
2º. “Cuando llegamos a Santiago, un paisano que venía en el barco como sobrecargo nos recomendó que bajáramos a tierra y nos fuéramos por ferrocarril hasta Las Villas, donde residíamos por entonces. Nos aseguró que así ganaríamos tiempo, pues llegaríamos a casa cuando el Valbanera aún no habría entrado a La Habana. Aceptamos su recomendación y, en efecto, realizamos un viaje magnífico en tren hasta Santa Clara”
3º.-“Una familia que había embarcado en La Palma, los Zumalave, había pasado toda la travesía intentando tranquilizar a su hija pequeña, que desde el embarque se había mostrado muy nerviosa, sumida en un estado de gran ansiedad. Al atracar el buque en Santiago, el nerviosismo se troncó en histeria. La pequeña suplicaba a sus padres que abandonasen el vapor, ya que tenía la certeza de que este se iba a hundir. Después del naufragio, varios pasajeros sobrevivientes afirmaron que una niña de Las Palmas, de apenas cinco años, llamada Ana Pérez Zumalave, antes de abordar, suplicaba llorosa: «Yo no me embarco ahí. Ese vapor se va a pique». Era tanta su insistencia que la madre llegó a regañarla, pero ya en el muelle la pequeña repitió sin consuelo: «Mamá va contenta, pero yo no: este barco se hunde». Tal era el estado de la niña que finalmente la familia decidió desembarcar.” Esta historia tiene semejanzas con esta última que voy a relatar, que si es real por que existe un testimonio auténtico que en 1992 le escribió la palmera Doña Pilar Perdigón Benítez a un nieto, copia que conservo por gentiliza de uno de sus hijos y que ya en Febrero 2009 vio la luz impresa en un articulo publicado en Diario de Avisos por la investigadora Doña Mº Victoria Hernández, si bien son coincidentes en algunos aspectos el publicado en Ecu Red con el testimonio de doña Pilar Perdigón pero a la vez muy distintos, especialmente el final de la historia.
Nos cuenta doña Pilar Perdigón los azarosos y dramáticos momentos cuando comenzaron a llegar las noticias del naufragio del “Valbanera” a La Palma, confusos, contradictorios, imprecisos pero muy preocupantes y, cuando se confirmó la noticia. “…todavía tengo en mi mente la desesperación de la familia, sus llantos, lamentaciones, toda aquella barahúnda me daba pánico, ahora pienso que sin duda sería porque era muy niña, pero sin embargo se me viene a la imaginación un presagio que mi prima Carmencita auguró unos días antes del viaje. A media noche se despertó llorando desesperadamente y gritando. “¡Mamá, mamá, no quiero irme para Cuba, que estaba soñando que el barco se hundía y me estaba ahogando, ahogando…!”. La madre trataba de consolarla, pero la niña insistía: “¡Que no me voy, que tengo miedo!”. Esto lo presencié yo porque dormía a su lado y me despertó su amargo llanto. ¡Qué cosas tiene la vida!…”
Esta familia ya había padecido un drama similar cuando naufragó frente a costas de Brasil rumbo a Argentina el vapor “Príncipe de Asturias”, en 1916, en el que perecieron tres miembros de dicha familia.
En relación con la tragedia del “Valbanera”, Doña Pilar Perdigón dice “… los que perecieron víctimas del naufragio del vapor “Valbanera” en septiembre de 1919. Mi tía Francisca Benítez Rodríguez de Martín y sus tres pequeños hijos, Juan, Carmencita y Pinito (mis primos) y mi hermana Isabel Perdigón Álvarez –viuda de Ezequiel Benítez…”
Queda claro que “Carmencita” no es la niña de la “perreta” en Santiago de Cuba, no tuvo esa suerte
Familia Perdigón Benítez. Varios miembros de la misma fallecieron en los naufragios del “Príncipe de Asturias” (1916) y del Valbanera (1919). Cortesía familia Carballo Benítez.
Desde aquí hago un llamamiento a quien corresponda, ya sean los ayuntamientos palmeros (había víctimas de toda la Isla), Cabildo Insular y Autoridad Portuaria para que se unan a este triste Centenario y conmemoren de la mejor manera posible el recuerdo de muchas familias palmeras que perecieron huyendo, la inmensa mayoría, de la miseria y del hambre, amparo que su Matria, La Palma, nunca pudo darles.
Recopilación de artículos de prensa y libros, efectuada por José M. López Mederos
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