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60.000 Indianos tiñen de blanco Santa Cruz de La Palma

Los Indianos han vuelto a conquistar la Isla Bonita en una nueva jornada histórica. Unas 60.000 personas, según ha informado la Policía Local, han participado este lunes en el día grande del Carnaval palmero.

Una cifra menor de la que se esperaba ya que muchos indianos que venían de fuera no pudieron llegar a destino, debido a los problemas que se han resgistrado en los distintos aeropuertos por la baja visibilidad ocasionada por la intensa calima.

La calima también se dejó sentir especialmente en las primeras horas de esta celebración del carnaval que tiñó de blanco la ciudad, convertida por un día en La Habana palmera, y en la que los ritmos cubanos no pararon de sonar en cada rincón de la capital, en la que ahora residen muchos migrantes del otro lado de atlántico, venezolanos y cubanos sobre todo, que con esta fiesta se sienten un poco más cerca del hogar que un día tuvieron que dejar como lo hicieron en su momento, y lo siguen haciendo hoy, muchos palmeros que buscan un futuro mejor, que no siempre llega.

La Negra Tomasa, que encarna el entrañable Sosó, Víctor Díaz, desde hace 28 años, volvió a reinar en la fiesta blanca como solo ella sabe, primero con su llegada al puerto a bordo de una embarcación, y luego recorriendo en coche, como una estrella, las distintas calles hasta hacer su entrada apoteósica y triunfal en la plaza de España, abarrotada de público, al ritmo de la Conga. Y allí, entre baile y baile, se ofreció a acudir a donde hiciera falta para ayudar a los damnificados por los incendios de Tenerife y Gran Canaria de estos días, un gesto que agrandó aún más a este símbolo de los Indianos de La Palma. En torno a su figura gira la fiesta.

A partir de ese instante, al igual que hasta que hizo su entrada en la plaza la Negra Tomasa, la música no paró de sonar ni la gente de bailar en toda la ciudad, que se engalanó para vivir esta celebración que parodia a los palmeros que emigraron a América y regresaron haciendo ostentación de su riqueza.

Maletas, puros, sombrillas, collares, sombreros, puros y billetes se volvieron a ver circular por unas concurridas calles empolvadas de polvos de talco que enamoran cada año a miles de personas, de dentro pero también de fuera, que cumplen en cierto modo vistiéndose de blanco o de beige, con mejor o peor gusto, como marca la tradición. Una fiesta diferente con un relato que cada año se repite aunque cada año es diferente. Larga vida a los Indianos, que resisten a cualquier circunstancia, también a la relacionada con la climatología como ha ocurrido en esta ocasión.

Fotos: José Ayut.

 

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