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Fiestas Lustrales

Los Enanos vuelven a emocionar con su mágica danza lustral

  • Primero salieron vestidos de pobres hasta que se produjo la transformación

Como cada cinco años los Enanos han vuelto a emocionar con su mágica danza lustral a niños y adultos que han disfrutado por igual del número más esperado de la Bajada, que siempre sorprende por muchas veces que se vea.

Las caras de asombro de los más pequeños o las lágrimas en los ojos de muchos adultos que al verlos bailar volvían por unos instantes a su niñez no tiene precio y demuestra la grandeza de este número que se ha convertido en un símbolo para los palmeros.

En la primera función en el Recinto Central, de las siete previstas, el calor pasó algo de factura tanto a los simpáticos danzarines como al público que se mostró algo tibio, pero no ocurrió lo mismo en las posteriores representaciones como en la de las 21:30 horas, a la que asistieron las autoridades entre la que se encontraba el nuevo presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, donde la entrega fue total (alguno de los Enanos se subió incluso a las escaleras) y el entusiasmo del público también fue a más. Las caras de alegría lo decían todo.

En la primera parte de la danza, los bailarines salieron vestidos de "pobres", algo que tristemente está de mucha actualidad, interpretando, junto con la Peña, "Somos lo que aparentamos", que se estrenó en esta edición con letra de Luis Ortega y música del desaparecido Luis Cobiella y con la participación de la Banda de Música San Miguel, cuyo estribillo decía:

"Somos lo que aparentamos:
pobres de solemnidad.
La miseria que arrastramos
por donde quiera que vamos
– hambre, dolor, soledad-
no nos resta dignidad
porque con fe reclamamos
la evangélica igualdad", para unos doce minutos después de hacer varias figuras cantando y bailando e iniciar la despedida, al instante siguiente salir de dentro de la caseta transformados en Enanos como por arte de magia, en medio de los aplausos de la gente, bailando al ritmo de la pegadiza polca que cada cinco años vuelve a sonar para regocijo de quien la puede disfrutar en vivo.

Primero salieron en fila danzando para luego dividirse en dos y no parar de bailar y de hacer guiños sobre todo a los niños, que estaban en primera línea, a los que tocaban con el pie o delante de los que se meneaban con un gracioso gesto, provocando caras de asombro, arrancando sonrisas y algo de miedo en algunos pequeños hasta que llegaba la hora (en la primera función fueron apenas seis o siete minutos de alegre danza que supo a poco) de la despedida y los danzarines volvían a entrar en la caseta, que representaba al convento de San Francisco y que ganaba enteros de noche, para inmediatamente después volver a salir vestidos de pobres y despedirse hasta dentro de cinco años dejando con ganas de más al público presente.

La última de las funciones en el recinto está prevista para las tres de la mañana, y luego llegarán las esperadas funciones en la calle, donde desde por la tarde había gente cogiendo sitio para verlos actuar porque nadie quiere perderse la transformación en esta ocasión de hombres "pobres" en simpáticos enanos danzarines.

 

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