Vivo en una ciudad con alma. De esos lugares icónicos, para amar y recordar. De esos lugares donde quieres volver si te alejas, que hacen que en el retorno un escalofrío recorra toda tu piel.
Soy concejal de mi pueblo, la gente lo quiso así, y para mí es un orgullo. La responsabilidad que pusieron en mis manos los vecinos es, esté donde esté, luchar porque su bienestar y el del lugar donde viven sea cada vez mayor. Así, desde la oposición o desde el gobierno debo buscar la excelencia, luchando con orgullo de pertenencia por lo que es más justo para todos. Y desde la oposición, con la falta de gestión y de trabajo por y para la ciudad, no podemos mirar a otro lado.
Es muy habitual en política pasar la pelota al tejado del que critica una situación puntual, por muy constructiva que sea su protesta, su queja y acusarle de atentar contra el lugar, cuyos intereses defiende, es decir, una especie de “Santa Cruz que no se toca, no se critica” y así, esto sirve de escudo a la inacción como gestor.
Santa Cruz de La Palma no se merece esto. Una política ramplona, de titulares y fotos, sin fondo político de calado, ni proyecto de ciudad.
Desde el gobierno, se cae en el buenismo, que no es más que refugiarse en la mediocridad, en esos que piensan, ” fíjate en este que critica a su ciudad, en lugar de defenderla”, todo ello para tapar la inacción en la gestión.
Por ello, estoy orgulloso de tener la suerte de poder decir lo que pienso, de defender la voz de muchos ante situaciones insostenibles, de no callarme ante el buenismo, de creer en una capital fuerte, reivindicativa y no sumisa, ante el olvido de sus gobernantes.
Soy de Santa Cruz de La Palma, vivo en ella, paseo por ella, pago mis impuestos en ella, y quiero que sea la mejor ciudad para vivir y disfrutar de ella.
Creo firmemente que lo malo son las políticas que se aplican, nunca el territorio que las sufre.
No le voy a reír las gracias a nadie y no voy a abandonar Santa Cruz de La Palma, mi ciudad.
