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Opinión
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Máximo Pérez Tejera

¿Tiene solución el conflicto La Rosa - Pueblo?

  • En "La Rosa" esperamos que se abra un compás de espera

Bajo el pseudónimo de Samarroquera, alguien me plantea con respecto a mi anterior comentario si el pleito "La Rosa- Pueblo" no estará demasiado enconado para tener solución.

Como siempre, desde la mirada de una "política para andar por casa" y sin otras pretensiones, le he contestado que la historia la leemos hacia atrás aunque camina para adelante y que, con buena o mala solución, buscará sus caminos. Le dejo aquí mi opinión al respecto con unas reflexiones un poco más extensas que voy captando últimamente por muchas "Rosas".

El tema es actual e interesante. Desde hace tiempo y hoy, más que nunca, saltan a la palestra las dos caras del conflicto.

A nuestras alturas de la vida, cuando ya tenemos asumida la semántica de muchas palabras, los políticos nos arman un lío lingüístico y nos dejan en "Orsay" cuando nos hablan de: Nación, nacionalidad, nacionalidad histórica, región, Estado, comunidad autónoma, país o territorio nacional.

Lo cierto es que en los últimos tiempos y, arrancando de la redacción de la Constitución del 78, la terminología se lía y se recogen, quizá por el afán de contentar a ciertas sensibilidades, nuevas significaciones para un mismo término. Se admite una polisemia de doble cara según el contexto en que se hable, y así, Nación, en términos jurídico- políticos, tiene una significación muy distinta que Nación en términos histórico culturales, y esto nos ha sumido en muchas contradicciones e incomprensiones de escrito sobre el tema. (1)

Para la inmensa mayoría de los mortales de una cultura media, una Nación es un paradigma que engloba un territorio, una población y una organización política propia e independiente que le da una categoría de Estado, configurando un País reconocido en los contextos internacionales de la actualidad. Para muchos el término Nación, País y Estado, aunque diferentes, son sinónimos y se refieren a ese conjunto de elementos inseparables.

Por nacionalidad entendemos la cualidad, natural o adquirida, de los ciudadanos que vivimos en una nación y que nos vincula a una normativa de derechos y deberes establecida por el Estado, y por nacionalismo un sentimiento, más o menos exaltado, de grupos de ciudadanos de algunas partes del territorio nacional, que, por razones a veces muy distintas, aspiran a lograr una independencia y a convertirse en una Nación.

Teniendo estas ideas claras, a "La Rosa" no se le ocurriría hacer un estatuto de Comunidad Autónoma, pelando la perdiz hasta la saciedad, para denominarse lo que no es, ya sea en el preámbulo o en el articulado. En "La Rosa", aunque algunos estén fritos por ser una Nación, saben que hay que recorrer el camino antes de llegar a la meta.

Otra cosa que "La Rosa" tiene un poco más clara son las razones que nos impulsan a tener ese sentimiento nacionalista y cómo queremos resolverlo.

Tenemos claro lo que ha sido Castilla. Cuando visitamos los cascos antiguos de las ciudades coloniales siempre encontramos lo mismo: en La Laguna, en Lima, en Salta, en Cuzco o en Cartagena de Indias. En todos ellos encontramos un espacio amplio, rectangular donde se asentaron los palacios del poder militar y de la iglesia que se amplió con las construcciones de los de grandes terratenientes (aventureros venidos a ser señores), con sus residencias de ciudad propiciadas por el reparto de las mejores y mas extensas tierras.

Tenemos claro cual ha sido la forma de gobernar de los "virreyes", desde el centralismo y sin miramientos. Sabemos lo que debieron sentir Miranda, Simón Bolívar, San Martín, Céspedes O Pablo Duarte por citar algunos. Es algo tan viejo como la historia: lo mismo que pudo sentir Viriato, Don Pelayo o los comuneros de Castilla. Tenemos claro lo que nos han robado siempre y que se han repartido el poder y la riqueza entre los dominadores. Pero también tenemos claro que se derramó mucha sangre por sacarse de encima el yugo dominante, que en algunos casos fracasó, caso de los comuneros y en los que triunfaron, el poder fue sustituido por totalitarismos y otras formas de dominio y mal gobierno.

Por eso en "La Rosa", aunque con gran sentimiento nacionalista; dudamos emprender el camino hacia las prometidas libertades, acompañados por clases dominantes que han puesto de manifiesto que lo suyo son las supremacías de ciertas familias y que son muy buenos matemáticos en el manejo de los porcentajes.

Por eso en "La Rosa" esperamos que se abra un compás de espera, que desaparezcan por voluntad de la mayoría, las formas dominantes corrompidas y que se construyan nuevas formas que contemplen otra justicia y otra ética y otra esperanza (que por supuesto no sea Aguirre)
Eso lo podemos conseguir haciendo comprender a los barrios de esta Nación, que se llama España, que debemos levantarnos en "son de guerra incruenta" para sacudirnos el desprecio con el que nos dirigen desde los "pueblos"

Vivir para ver.
Continuamos.

(1) Nación y nacionalidad en la Constitución Española.
Francesc de Carreras Serra.

 

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