La playa del Faro de Fuencaliente es un vivo reflejo de la oposición ciudadana a los derribos que ha emprendido Costas en el litoral de este municipio.
La Playa del Faro de Fuencaliente se ha convertido en un símbolo de la lucha vecinal para salvar las casetas del litoral de este municipio cuyos derribos la Dirección General de Costas comenzó hace algún tiempo pero que todavía no ha culminado, puesto que quedan unas cuantas edificaciones en pie porque al no dar sus propietarios el consentimiento para la demolición, debe ser un juez quien dé la orden definitiva que, por el momento, no se ha producido. La justicia es lenta, aunque en este caso el retraso favorece a los propietarios que pueden así seguir disfrutando de estas viviendas algún tiempo más.
Quien visite esta playa se encuentra nada más llegar con un cartel que denuncia la decisión de Costas de acabar con este asentamiento costero. "Entra usted en la playa del Faro, asentamiento costero condenado por Costas", se advierte, y luego al lado mismo de la playa, donde están las edificaciones, pequeñitas y de no muy buena calidad, y algunas pequeñas embarcaciones, se encuentran el resto de letreros con la misma línea reivindicativa: "Estaban aquí (se refieren a las casetas) antes de la Ley de Costas", "La Ley de Costas en 1988. Aplicación: 20 años después" o "Seguiremos luchando hasta que se nos trate a todos por igual".
Aunque si hay un texto emotivo es el que está colocado donde antes había un chiringuito en el que se comían unas croquetas enormes y pescado fresco. Ahora allí sólo hay un espacio vacío y un letrero en español y en inglés en el que los defensores de este poblado explican por qué ya no se puede comer al lado del mar en el Faro. "Si usted desea comer o tomar algo aquí, ya no podrá hacerlo pues la Demarcación de Costas, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, ha derribado el kiosco que aquí estaba, con la prepotencia e insensibilidad que le caracteriza. Lo sentimos mucho". Es su manera de protestar por unas demoliciones que siguen considerando injustificadas porque con ellas, dicen, desaparece parte de la historia y de la tradición pesquera de esta localidad.
Con razón o sin ella, lo cierto es que después del derribo del kiosco y de algunas casetas que allí había, la playa del Faro no es la misma. Algo ha cambiado y de ello se da cuenta todo el que llega a este lugar que ahora parece más solitario, silencioso y triste. Y lo que también es seguro es que Fuencaliente pasará a la historia por ser uno de los municipios que se plantó ante Costas para salvar estos asentamientos del litoral considerados ilegales, aunque los afectados no esperan ningún milagro. Ver todas las imágenes en la zona multimedia.
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