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Gregorio Hernández: La ilusión de recuperar la finca platanera del borde de la colada

“Si hace más de 70 años se pudo transformar el erial en la finca que era, ahora nos toca a nosotros lo mismo, porque tenemos el terreno y los recursos”, afirma este productor con ganas de recuperar lo que el volcán sepultó

Gregorio Hernández en lo que quedó de la finca que sepultó el volcán. Foto Luis G. Morera.

De las 4,2 hectáreas de la finca de plátanos de Gregorio Hernández, el volcán le dejó con “unas veinte o treinta matas y el depósito de agua”, es decir, menos del 5% de la superficie sin ocupar por la lava. Ahora ya tiene los permisos y la ilusión para recuperar el resto de la finca “tal y como se hizo décadas atrás”.

Tras más de año y medio desde que terminó la erupción del volcán Tajogaite, en La Palma, hay más de 1.000 hectáreas dentro del área de exclusión de la emergencia, aunque recientemente se han liberado cinco fincas de plátanos en los bordes de las coladas para que sus propietarios puedan recuperarlas.

Una de esas cinco parcelas que ya no forman parte del área de exclusión es la finca ubicada en el camino de San Isidro, municipio de Tazacorte, propiedad de Gregorio Hernández, que aunque señala que “llegar hasta aquí ha sido un proceso que ha durado tiempo”, reconoce que “tampoco podría haberse hecho de otra manera”.

El propietario de esta finca de plátanos relata las distintas fases y requerimientos necesarios para poder comenzar su proyecto de recuperación de la finca, actualmente sepultada bajo las coladas del volcán, que ha necesitado “desde la solicitud de licencia de obra, redacciones de proyectos, solicitudes de ayudas y finalmente estudios de temperaturas”.

Estos estudios de temperatura, que se realizan en superficie y en profundidad de los muros de basalto, han alcanzado los 80 grados centígrados en los puntos más calientes, en las mediciones más profundas, “pero tres días después ese mismo agujero ya se había enfriado y su temperatura era más cercana a la superficial”, comenta Hernández.

Aunque las coladas sepultaron la mayor parte de su finca, “lo importante y lo que quedan son las personas”, recuerda este propietario, que añade que “si hace más de 70 años se pudo transformar el erial en la finca que era, ahora nos toca a nosotros lo mismo, porque tenemos el terreno y los recursos”.

“Cuando hay ilusión y las personas recuperan por lo menos un proyecto, llegarán los resultados y será un día muy bonito”, ha reiterado.

La colada sepultó prácticamente toda su finca de plátanos, de 4,2 hectáreas.

La colada solo le dejó unas pocas matas de plátanos en pie y el depósito de agua.

Este productor de plátanos admite “no conocer los plazos hasta que se vuelva a plantar porque no soy experto en sorriba”, pero considera que “hay muchas personas mayores que tienen experiencia en ello, y se puede llevar a cabo este proyecto haciendo la cosas bien, sin volvernos locos, y sin tener demasiada prisa”.

Sorribar consiste en nivelar el terreno y cubrir el malpaís creado por la colada con alrededor de 50 centímetros de tierra, cuando se trata de plataneras, para convertir el terreno rocoso en una huerta cultivable.

Gregorio Hernández, al igual que el resto de agricultores, es consciente de que “conseguir tierra es un tema más o menos complicado” pero confía en los estudios realizados por el Gobierno de Canarias para localizar yacimientos de tierra en la isla, y asume que la extracción debe ser más respetuosa que la que se hizo hace décadas.

“Lo que ha habido aquí es una catástrofe natural y humana, eso lo tenemos todos claro, pero también es un proceso geológico que va a seguir sucediendo en el futuro” reflexiona Gregorio, que apunta a que “ahora tenemos que decir ‘señores, volvemos’ y demostrar que tenemos la capacidad, con inteligencia, y con mejoras a como se hacía antes”.

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