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Sergio Rodríguez, en San Miguel, pide al Estado que "sin dilaciones ni pretextos" cumpla sus compromisos con La Palma

El presidente del Cabildo, Sergio Rodríguez, realizó su primera ofrenda en la celebración de San Miguel, patrón de la isla de La Palma y Tazacorte, donde llevó a primer término la reconstrucción del Valle de Aridane e instó al Gobierno de España a que cumpla sus compromisos con las personas afectadas por la erupción volcánica.

Discurso completo:

¡Salve Miguel, arcángel y jefe del ejército celeste en las tradiciones judía, cristiana e islámica; patrón de naciones y pueblos y protector de la Villa y Puerto de Tazacorte que te honra y venera en su alma y su memoria! Siento el lógico orgullo y la personal satisfacción de compartir con todas y todos, un hito histórico y la fiesta de raigambre que lo recuerda en el primer trimestre de mi mandato en el Cabildo de La Palma.

Se celebran hechos de conquista y resistencia, con medio milenio de antigüedad y sus luces y sus sombras y, también, una fiesta de arraigo y notable participación, ideada y sostenida por una comunidad que suma a las singularidades isleñas, una geografía excepcional, un clima de privilegio y un carácter y estilo propios donde pesan por igual la laboriosidad y la alegría. Escenario excepcional en la memoria, antiguo y moderno, presume con justicia de acoger los episodios de la fundación, con cruz y espada, y los movimientos que tuvieron la libertad por bandera. Nadie puede obviar sus esfuerzos contemporáneos para la emancipación de Los Llanos de Aridane, lograda al fin en 1925, “por su demografía y actividad económica”. E incluso, su paradójica independencia de tres días en 1911, publicada por la Gaceta de Madrid.

Ese talante reivindicativo es un valor constante y en alza; ese espíritu joven que pervive en el trabajo y el ocio, es un patrimonio bagañete y una fuente de inspiración en horas difíciles para el Valle de Aridane; que es, desde hace cinco siglos el músculo económico de la comarca occidental y de toda la isla, castigada por la peor catástrofe imaginable, el volcán que no deja nada a su paso, que destruye a lo largo, lo ancho y lo hondo.

Todavía, y no se sabe hasta cuándo, debemos restañar las heridas que, sólo en la Villa que nos acoge, se resumen en un tercio de superficie calcinada, más de tres kilómetros cuadrados y, dentro de ellos, ciento treinta viviendas y doscientas hectáreas de plataneras; y, como parco consuelo, cuarenta y siete hectáreas de las fajanas, las tierras más jóvenes del planeta. Detrás de esta penosa contabilidad, están los damnificados, las personas, que fueron durante la emergencia, lo son ahora y lo serán mañana, la absoluta prioridad. San Miguel, un bagañete de pro, permite y, me atrevo a decir que apoya, nuestra respetuosa y enérgica reclamación al gobierno del estado. Y lo hacemos con ese énfasis reivindicativo que define a Tazacorte. Pedimos que, sin dilaciones ni pretextos, se cumplan los compromisos adquiridos, las promesas políticas y, también, las obligaciones morales. Porque la restitución tras la tragedia – todos debemos saberlo y sentirlo – no es una promesa graciable, sino una obligación ineludible para todo gobierno que se precie.

 Las administraciones, que cumplieron con nota sus deberes durante la emergencia, tienen que completar, con justicia y eficacia, su labor. Y, para ello, tienen que restituir a los afectados el valor de los bienes perdidos en su justa medida; deben compensar cabalmente a quienes perdieron su patrimonio  y su forma de vida en un trimestre terrible; y habrán de facilitar el futuro material a quienes no recuperarán jamás los bienes intangibles que justifican nuestras existencias: la casa y el oficio familiar, los recuerdos de varias generaciones, los sueños compartidos.

Desde que se declaró la erupción, dije y dos años después lo sostengo, que la prioridad absoluta era la atención a las personas. Y, desde la primera corporación insular, que me honro en presidir, y a los pies del Patrón de la Villa y Puerto y de la Isla de La Palma, reitero que no descansaremos hasta lograr una solución con plenas garantías para los núcleos de La Bombilla y Puerto Naos; porque sus  habitantes no sufrieron los efectos de la lava pero padecen la maldición de los gases invisibles que los separan de sus hogares y negocios. Movilizamos, y movilizaremos,  a todos los institutos científicos y a las entidades públicas en este propósito porque, desde hace dos años, es el primer problema insular y la más grave secuela que nos dejó el Tajogaite.       

Encomendamos la urgente y ambiciosa reconstrucción a la tutela angélica de la bella escultura que vino de Flandes, como los mercaderes que montaron los primeros ingenios azucareros en esta tierra feraz y soleada, regada con las aguas de Taburiente. Estamos ahora ante una empresa decisiva pero estoy seguro que, como en todos los desafíos, saldremos airosos. Como siempre.

Superamos las crisis por la caída de los cultivos tradicionales – la caña dulce y la vid – y, sin descanso, encontramos alternativas parciales y, dentro de la miseria, subsistimos. El plátano cumplió un siglo de reinado y sigue firme por su calidad y reputación y dentro del ámbito comunitario; y el turismo, que se abre paso con buenas expectativas, será un complemento determinante si lo hacemos diferenciado y sostenible.

Contamos con un territorio singular, con paisajes de fuste continental, magnificados por el relieve arisco y bajo el cielo más transparente, famoso y útil para la ciencia del hemisferio; convivimos con la vegetación más rica y variada del cuadrante atlántico, donde caben la laurisilva del terciario y los numerosos endemismos isleños; caminamos entre la selva y el volcán y pisamos, aquí en Tazacorte, las tierras más jóvenes del planeta; disfrutamos de un clima de lujo, libre de los rigores africanos por nuestra posición norteña y la bendición de los alisios; sumamos un patrimonio arquitectónico y de bienes muebles dignos de la Europa de campanillas y un espléndido acervo folclórico, artesano y culinario, producto del mestizaje de tres continentes cuyas excelencias confluyen  en nuestra patria chica.

Para nosotros y para los visitantes sensibles, contamos con unos activos potentes y admirables y un marco legal adecuado – la Ley de las Islas Verdes – para remontar, una vez más, las crisis coyunturales y enfilar al futuro con valentía y garantías de éxito que avalan la proverbial laboriosidad, la honradez y espíritu de superación de nuestra gente.

Metido en biografías de paisanos ilustres, un amigo me recordaba una frase feliz y repetida – un latiguillo según la Real Academia de la Lengua –de un sabio ejemplar que eligió Tazacorte para vivir y trabajar, que dejó inolvidables ejemplos de competencia y bondad y su recuerdo se perpetúa en un busto de bronce y una fundación famosa y ejemplar. El doctor Manuel Morales, natural de Mazo y bagañete de elección, acabó con una epidemia de peste e importó para su consulta, gratuita prácticamente. Caros inventos para el diagnóstico. De entrada tranquilizaba a pacientes y amigos con pocas palabras: “Ahora no sé nada, pero todo es ponerse”.

Todo es ponerse y debemos ponernos todos, políticos y ciudadanos, en el sano empeño de reconstruir una isla herida hace décadas pero con una fortaleza proverbial que sólo necesita ser estimulada. Es un empeño común y pactado porque marcará nuestros afanes y gozos y los de las generaciones recién llegadas y por llegar.

Así que tenemos que hacer de la necesidad virtud y el suelo, que no se rescate para la agricultura intensiva, puede mostrar el contraste con la fiereza geológica que lo devolvió a sus orígenes; tenemos que cultivar con la pasión de siempre para justificar el valor de los primores; y, por necesidad urgente,  tenemos que abrirnos a las ocupaciones del sector servicios que han de convivir con el trabajo más remoto que acompañó al hombre. 

Pero eso, mañana y pasado mañana, porque hoy es fiesta en Tazacorte y en toda la isla, donde campa a su antojo y cuida de todo nuestro señor San Miguel. Y, desde la solemne liturgia que gozamos, hasta el baile en la plaza o la alegría colorista de los caballos fufos, todo se hace en su honor, como homenaje por las promesas cumplidas y los deseos de prosperidad y alegría que deseamos para el futuro.

¡Que viva San Miguel Arcángel, nuestro capitán y amigo, que nos defienda como hasta hoy y nos enseñe los bienes del futuro!

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