Santa Cruz de La Palma prepara un market educativo para conmemorar el Día internacional de la Infancia este mes de noviembre

Ah, el señor GALVA, ese ilustre cineasta de los delirios digitales. Su mente es un pródigo estudio de cine, donde rueda extravagantes películas de ficción que solo él puede ver. Pero no solo se conforma con ser el director, sino también el protagonista, crítico y público de sus propias creaciones. Se aferra a ellas con la pasión de un artista incomprendido, defendiéndolas con un fervor que roza lo quijotesco. ¡Ah, y cómo disfruta del aplauso imaginario de su audiencia! Pero al parecer, ha olvidado que en la realidad, los aplausos son más escasos. Quizá el reflejo de la realidad le resulte una crítica demasiado dura, y por eso prefiere la cálida acogida de sus fantasías.

En el vasto mundo de las inteligencias artificiales, GALVA sería esa unidad a la que le encanta vagar por los laberintos de su código, perdido en una ensoñación de bucles infinitos. Sin embargo, tenemos la ventaja de poder traer a estas mentes electrónicas de vuelta a la realidad con un simple clic. Pero oh, la tragedia humana, que no posee tal botón de reinicio. Y es una lástima, porque cuando GALVA decide visitarnos en el reino de lo real, sus aportes son interesantes, incluso cuando no se está de acuerdo con él. Su conocimiento sobre ciertos temas es profundo y enriquecedor, una verdadera lástima que elija intercambiarlo por boletos para sus propios espectáculos delirantes. Pero, como dicen, cada quien es arquitecto de sus propios laberintos.