Retiran el busto del ministro franquista Blas Pérez González

Bien, estimado nm; pero es sorprendente el embrujo y la cautivación que todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue despertando, si, ese extraño servilismo que se le dispensa y que produce la monarquía en los ciudadanos. Existen estudios que terminan en procesos culturales y dan razón a dicha seducción política: es la creencia en la unción divina a la supuesta capacidad organizadora y unificadora del rey. La única capacidad es la del gasto suntuoso, además del alto coste que trae aparejada su inútil presencia, obscena si tenemos en cuenta las cuantías aplicadas, el coste diario, si, con el que podían subsistir cómodamente bastantes familias, con hambre física y moral. Otros prácticamente desahuciados de la sociedad, mientras Él vive confortablemente.

Todo comenzó en el horizonte primero de nuestro universo social y político. Y las sombras de este inicio se alargan hasta nuestros días, hasta la presencia de las monarquías inglesa o española.

Pero existe el despotismo que es sustancial a la monarquía. El rey y el conjunto de prerrogativas que definen su figura transmiten a la sociedad la sumisión del ciudadano, reverente ante quien vive más allá de la Ley y de la Vida. La crítica radical del conjunto de las supuestas virtudes que facilitan la presentación de la monarquía como forma política garantizadora de la libertad del ciudadano y del progreso social. Todavía es urgente recordar la invitación del marqués de Sade cuando, en las jornadas revolucionarias, clamaba: «Un esfuerzo más, franceses, si queréis ser republicanos…».

Curioso también que El Rey esté exento de todo tipo de responsabilidad, como si nos lanza desde el séptimo piso… ¿Inspiración divina?….

Cordiales saludos