Con una hora y media de retraso sobre el horario previsto (estaba programado para las cinco de la tarde y empezó pasadas las seis y media) se desarrolló ayer por la tarde el tradicional desfile de carrozas y batalla de flores de la Bajada de la Virgen, otro acto entrañable de las fiestas lustrales que resultó muy concurrido de público pese a la larga espera.
El desfile lo abrieron varios grupos de niños disfrazados de flores y a continuación empezaron a desfilar las nueve carrozas participantes tiradas por vehículos y engalanadas muchas de ellas con motivos vegetales y florales: la carroza de la Reina infantil y acompañantes y después le siguieron la de Senderismo, Breña Baja, Mazo, Los Llanos de Aridane, Minué, la Seda, la cúpula del GTC y el Universo, Puntallana, y cerró la comitiva, que contó con el acompañamiento musical de varias bandas de música, la carroza con la Reina de las Fiestas Lustrales, damas de honor y demás candidatas.
Desde algunas carrozas, que no de todas, se iban tirando pétalos de flores al público que aplaudió a todas las carrozas y a los participantes de las mismas. Y es que si bien no eran demasiadas en número, para ser un desfile que se celebra cada lustro, estaban muy bien hechas llamando especialmente la atención la de Los Llanos de Aridane dedicada al riego del calabazo. De hecho, dos hombres realizaron una demostración del riego del calabazo durante todo el recorrido.
El programa de números tradicionales de las Fiestas Lustrales de la Bajada de la Virgen tiene en la Batalla de flores uno de sus espectáculos callejeros más genuinos, producto de las incorporaciones que a lo largo del siglo XIX fueron enriqueciendo el repertorio festivo. En su caso, la primera edición en el contexto de la Bajada data de 1895, que, según juicio de un anónimo cronista, «salió admirablemente».
Antes de comenzar la "Batalla de flores" los gigantes y cabezudos fueron los encargados de animar las calles de la capital con sus alegres bailes al ritmo de las bandas de música.
