Tres de los cuatro establecimientos que permanecen aún abiertos están a punto de trasladarse a otro lugar de la ciudad o de echar el cierre definitivo
Marina La Palma.
La actividad comercial en Marina La Palma de Santa Cruz de La Palma se apaga ya que tres de los cuatro establecimientos que aún siguen abiertos en este espacio están a punto de trasladarse a otro sitio de la ciudad por la baja actividad o de echar el cierre definitivo, tal y como ha podido confirmar El Apurón tras contactar con los mismos.
La falta de rentabilidad ha sido la principal causa de que los negocios que se han ido instalando en esta zona desde 2010 -año en el que se inauguró La Marina- no hayan podido prosperar viéndose obligados a dejar la actividad que prestaban.
“En nuestro caso, ya hemos hablado con los dueños y le hemos comunicado que no vamos a continuar con el local porque hemos visto que la inversión que hemos realizado no la vamos a recuperar. Hemos aguantado bastante tiempo, todo lo que hemos podido, pero no vamos a seguir”, comentó el responsable de uno de los establecimientos que va a cerrar en breve y que ha sido de los que más clientela ha tenido.
¿Por qué no ha funcionado La Marina?
La pregunta que cabe hacerse es por qué no cuajado este espacio singular si cuando se presentó se vendió por parte de sus promotores como una oportunidad para los empresarios y para la propia ciudad. Seguramente no haya un solo motivo pero según afirma uno de los empresarios consultados “se nos prometió que La Marina iba a ser una prolongación de la Calle Real y no ha sido así”.
La puntillla a esta situación fue la apertura del Mcdonald´s y la creación de aparcamientos exclusivos para el mismo, a lo que hay que unir el problema que ha tenido la Marina náutica para frenar la entrada de las corrientes dentro de las instalaciones. Todo junto ha hecho que los locales comerciales de Marina La Palma se hayan ido muriendo poco a poco por falta de clientela. Los palmeros no han hecho suyo este lugar y los turistas de cruceros en su mayoría pasan de largo pese a tener que pasar por las instalaciones para regresar a sus barcos.
La realidad es que seis años después de su puesta en marcha, Marina La Palma no es lo que se esperaba de este espacio abierto que mira al mar y que presenta una imagen desoladora con la mayoría de locales vacíos y con pocas embarcaciones en el puerto deportivo.
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Daysi
Lo extraño es que haya habido empresarios que se hayan arriesgado con los precios de alquileres que se ofrecieron y se ofrecen, por locales de 80 m^2 (más o menos). Por otra parte ¿quién es el que lleva la gestión de La Marina para no darse cuenta que así la está llevando al cierre? La culpa de que se vaya al traste no es del palmero de a pié…
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escarabajo
prometieron el oro y el moro con la monarquia en la inauguración, aspiraciones de reyes para gente del pueblo sin dinero en el bolsillo ni para el pan de cada dia…¿donde pensaban que viviamos en Monaco?
ese edificio fue construido en suelo publico y ya da igual la inversion porque su ganancia ya esta hecha. la excusa era el atraque de veleros y subieron tanto el precio que se han ido todos al puerto de tazacorte..ni barcos ni yates ni comercios ni nada…previsible, echaron al churrero y pusieron al mc donalds…y todos estuvieron contentos…ahi tienen ahora el resultado.
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Martelero
Pues nada. Otro mamotreto. Y ¿Que hacemos entonces con ese “cajón” de cemento?
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GALVA
No Pintao; no es ninguna molestia leerte….
Analizas los temas con el apoyo de la experiencia, y en funcion de la circunstancias…
Absolutismo y dogmas, no van contigo……
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Pintao
Teniendo razón Aitana sobre que en La Palma la mentalidad acerca del consumo es menor que en otras partes, pienso que es normal que así sea, pues al ser un lugar reducido, con una cultura en muchos aspectos “campesina”, la sociedad palmera está más influenciada por ideas con las que ha tenido que convivir durante toda su historia.
A menudo se habla de que en siglos precedentes, la riqueza de la sociedad palmera era considerable, sabemos hoy que esta riqueza estaba limitadísima a un pequeño número de familias. Esto lo podemos ver en las casonas de la Calle Real, y las casitas de los barrios circundantes, Calle de Los molinos, Calle del Tanque, Timibucar, y todos los barrios tal como los recordamos en los años cincuenta. Lo mismo pasaba en el campo, donde en esos mismos años, tadavía se podían distinguir por ejemplo en las Breñas, cinco o seis mansiones rodeadas de fincas con las mejores tierras, y un sinfín de “casitas” con uno o dos cuartos y la cocina exterior, donde vivía el pueblo.
No es extraño que en un sitio pequeño como La Palma, y donde ha entrado poca gente de fuera, perdure en el fondo de la cultura popular la cultura de la escasez, pues cuando había algo, se tenía necesariamente que guardar para cuando no había.
De ahí que la cultura del consumo, con la seguridad de confianza en el sistema, es algo que no ha calado en todas las capas de la población,. Además se da el caso de que los jóvenes que serían los que tienen cultura de consumo, no tienen dinero, ni donde ganarlo.
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net
Totalmente de acuerdo con Aitana y Elisa.
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Pintao
Como entiendo que este tema que nos ocupa enlaza entre otros asuntos, con el meollo del un problema más que afecta al desarrollo de La Palma, tomo el hilo de lo que comenta “Martineden”, y que creo que da en el clavo.
Este aspecto que al leer el comentario al que hago referencia, me vino a la memoria, es algo que seguro que coincide con la opinión que algunos de los palmeros que vivimos fuera de La Palma, pero que visitamos a menudo, hemos experimentado.
Me refiero a ciertas actitudes que personas responsables de establecimientos que se les supone que viven de la clientela a la que ofrecen un servicio, suelen adoptar.
Desconozco el caso concreto al que hace referencia “Martineden”, pero el comentario me recuerda a experiencias vividas en establecimientos donde se supone que uno ha de encontrar una actitud positiva, y se encuentra con personas distantes que por sus modales cortantes es como si le estuvieran diciendo al cliente “no sabes lo importante que soy y la categoría de este establecimiento”, y al mismo tiempo adoptan una actitud distante y superior, que si se da el caso, como es el mío, de tener un caracter tranquilo, opta uno por discretamente desaparecer un no volver más por tal lugar.
Tengo en mente, aunque ya hay corrido algunos años, de algunos responsables de recepciones de hotel, o encargados de restaurantes que pretendieron tener un cierto postín, que ignorancia y concepto totalmente equivocado, consideraron que lo más importante que existía sobre la tierra eran ellos y sus pretenciosos conocimientos, muchas veces cogidos con alfileres.
Recuerdo un caso del que hace unos cuantos años en un restaurante de la costa del norte de la isla, que viendo como el dueño (o encargado), trataba a dos asustadas muchachitas que hacían de camareras, a medio almuerzo, cruzamos la mirada mi padre y yo, y pedimos la cuenta, para desaparecer de aquel inmundo lugar. Era una pena, porque tanto el pescado como las vistas eran excelentes.
Si aún existe, supongo que andando los años, se hayan dado cuenta que loa clientes perciben el clima que se respira en un lugar de trabajo, en el cual lo que se vende es justo que los clientes pasen un buen rato.
Hay sin duda actualmente, ejemplos de justamente lo contrario, y que como consecuencia han tenido su premio en forma de confluencia de clientes.
Disculpen el relato sin duda demasiando largo, pero estoy convencido que La Palma si quiere tener éxito vendiendo ocio, no puede buscar sus modelos en el ocio masivo, sino en una combinación de efectos que también es vendible y tienen su público, educación, calidad, belleza, amabilidad y empatía. Ojo, no es necesario lujo, sino tener los ojos y los oídos bien abiertos para saber que es lo que la clientela (la que hay, no la que nos gustaría que hubiera) prefiere.
El que haya pensado que La Marina, habría de ser algo en la línea de Puerto Banús, va dado, que dicen los peninsulares.
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Aitana
Totalmente de acuerdo con Elisa Bragado.
Los palmeros no tenemos mentalidad de consumo.
Muy cierto que hay familias que contabilizan cada € que gastan pero no me digan que toooodo el mundo anda con la soga al cuello.
Aquí sales a cenar fuera entre semana como costumbre y hasta te miran mal y te critican por despilfarrar…
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martineden
Leído el artículo referente a la Marina y al cierre de sus últimos locales, asombra la tremenda discreción con que es abordado el tema, donde se habla de la puntilla que supuso la apertura del Macdonal y de sus aparcamientos exclusivos como si se tratara de fenómenos meteorológicos adversos contra los que no pudiera hacerse nada, salvo aceptarlos con cristiana resignación. Cuando lo que a mi entender, y al margen de que el palmero haya sabido o no apreciar lo que tenía y haya preferido volver en masa a las terrazas de la avenida Marítima, con sus buenas pantallas futbolísticas (Dios me libre) y el ruido del tráfico justo al ladito, lo que ha venido a suceder es que se han conjuntado las actuaciones de unos señores cuyo resultado final ha sido de lo más nefasto. Con ello me refiero, en primer lugar, al dueño de la Marina ―Puerto Pajero, o Madero…, da igual, un carero en cualquier caso―, que ya desde el primer día impuso unos alquileres y unas tarifas, tanto a los locales como a las embarcaciones, que seguramente fueran aceptables y asumibles en Torremolinos, Benidorm o Lanzarote, pero no en Santa Cruz. Y lo malo fue que, siendo más partidario del implacable «Todo o nada» que de un acuerdo comprensivo y razonable, prefirió que se vaciaran los locales, o que pasaran de largo los veleros ―aunque ahí sí que pudieron intervenir otros factores, como el mismo ruido del barco de Armas, ese que, dicho sea de paso, tiene a media ciudad desquiciada, pero sin que nadie proteste u obligue a la naviera a que el «Volcán de Taburiente» use una toma de tierra en lo que permanece atracado―, a rebajar el precio. Igual estoy equivocado y se hizo alguna rebajita, pero lo cierto es que quienes aceptaron lidiar con semejante carga ―un restaurante, una muy oportuna ludoteca, una cervecería, una tienda de ropa…― terminaron por claudicar y echar el cierre. Aparte de esto, parece ser que la persona encargada de la gerencia de la Marina también aportó su buen granito de arena en el devenir de los acontecimientos. Persona esta, a decir de muchos, de una arrogancia, una prepotencia y una petulancia que ya quisieran para sí muchos oficiales de las SS; una persona que se creía eximida de saludar o dar los buenos días, pero no de perdonarle a uno la vida, y que, además, no destacaría precisamente por facilitar o estimular la iniciativa de quienes tenían su negocio en la Marina. Así, si en un principio comenzaron a darse conciertos a media tarde en la parte de arriba ―y con unos grupos de jazz o de rock que ya no eran los habituales soneros de siempre―, lo que crearía un ambiente de lo más grato y agradecido, rápidamente, visto el férreo horario impuesto por el mentado gerente, que no era partidario de que estos acabaran ni un minuto después de lo acordado, o que comenzaran una horita siquiera más tarde, lo que hubiera atraído a un mayor número de visitantes, terminó por echar por tierra la iniciativa de quienes los promovieron, la ilusión de los propios músicos, cuyas oportunidades de actuar con relativa frecuencia se vieron frustradas, y, por supuesto, la nuestra, la de los sorprendidos clientes. También se comenta, para añadir algún ejemplo más acerca de sus bondades, que un día de bastante calor en que un restaurante necesitaba proveerse de hielo de forma imperiosa, aquel se negaría en redondo a que el proveedor entregara el hielo por haber pasado la hora tope del reparto, las diez de la mañana, no sirviendo de nada los ruegos o las razones expuestas por el dueño del local, que sin duda debió de perder su buen dinerito ese día. ―Olé tus cojones, Paquito. Eres más macho que nadie―. También se habla de que hubo alguien, el dueño de un negocio con efectos navales, que, a raíz de que se cargaran los aparcamientos del muelle ―y total, para nada, ya que, a decir de los entendidos, aún está por verse en qué ha mejorado el puerto con la ampliación de los carriles de pre embarque―, le propuso al señor gerente aprovechar el hueco que quedaba tras la tienda para que estacionaran sus clientes, pues era raro el que no pedía que lo atendieran rápido por estar mal aparcado ―aunque también habría quien, sencillamente, iría a otro sitio―, a lo que aquel se negaría de plano, como si no estuviera obligado moralmente a velar por la buena marcha de aquello en cuya persona se delegó ―vaya usted a saber por qué― para que lo regentara. Y por supuesto, está el tema de los aparcamientos exclusivos, condición sine qua non, del Macdonal, cuyas exigencias serían satisfechas, ya a nivel de jefazos, sin tener en cuenta que la Marina también los necesitaba, quizás porque entonces todavía funcionaban los citados aparcamientos del muelle. Total, que entre la avaricia insensata de unos, la arrogancia de otros, los tejemanejes de los dueños del cotarro y la indolencia caprichosa de quienes tal vez en su día tuvieron que esperar para sentarse a una mesa con vistas a la bahía, se llegó adonde se iba: a la asfixia de la Marina. Pero lo malo de verdad, lo peor de todo, quizás recaiga una vez más sobre esos adolescentes y esa gente joven que tenían un lugar en que reunirse y divertirse y ahora, como antes, tendrán que volver a los bancos «del césped», como si todos fueran a esperar allí, junto a los semáforos de reciente funcionamiento, la guagua. O eso, o la hamburguesería. Y ya no hay más. De modo que para calidad de vida, la de Santa Cruz de La Palma, por supuesto. Martin Eden.
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palmero43
Y eso que desviaron linea azul para que todos los cruceristas pasen por marina y estacion maritima.
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