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Cultura
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Exposición

El azul de Delft y el vino de la Fiesta de San Martín, en la Casa Salazar

  • El visitante podrá descubrir los mosaicos flamencos de la torre de Santo Domingo
  • Y el proceso de intervención del óleo El vino de la Fiesta de San Martín

El Cabildo de La Palma da comienzo al programa de actos diseñados con motivo de la conmemoración del 500 aniversario de vinculación de la Isla con Flandes, que coincide con la adquisición por parte Jácome de Monteverde de "tierras, montes y aguas" y establece las primeras exportaciones azucareras a centro de Europa. En el retorno de esos barcos comenzó un trasiego de diferentes útiles domésticos, imaginería, cultura y personas

La Casa Principal de Salazar del Cabildo de La Palma acogerá hasta el próximo 1 junio una exposición sobre los mosaicos azul de Delft que encuentran en la torre de la Iglesia de Santo Domingo, de Santa Cruz de La Palma.

María Victoria Hernández señala que se trata de una muestra fotográfica en la que se recogen gran parte de los mosaicos instalados en la cúpula de la torre, y que de otra manera es prácticamente imposible conocer.

En ese sentido, la consejera indica que se tratan de curiosos motivos costumbristas, relacionados con el comercio, festividades y momentos de ocio de distintos personajes, entre ellos Cupido, monstruos marinos y naos.

La famosa cerámica azul de Delft, que en neerlandés se llama Delfts Blauw, se elabora en la ciudad de Delft desde el siglo XVI. Entre 1600 y 1800, esta cerámica gozó de popularidad entre las familias acaudaladas, que se enseñaban mutuamente sus colecciones de Delfts Blauw.

La cerámica azul de Delft no se elaboraba con el caolín típico de la porcelana, sino con un caolín que se recubría con un vidriado de plomo tras pasar por el horno. Pese a eso, la cerámica de Delft alcanzó una tremenda popularidad y, en su momento de apogeo, llegó a haber 33 fábricas en la ciudad.

Sin duda, estas piezas llegaron a la Isla en el periodo de vinculación económica y cultural que existió entre estos dos territorios, La Palma y Flandes, que permitió situar a la Isla en la primera línea mundial en ambas materias.

También la Casa Principal de Salazar acoge la muestra sobre el proceso de intervención del óleo flamenco El vino de la Fiesta de San Martín, cuadro de Pieter Bruegel el Viejo (1525-1569), perteneciente desde 2010 al Museo Nacional del Prado en Madrid.

En La Palma se contará con una reproducción de esta pintura de grandes dimensiones, la de mayor tamaño que pintara Brueghel, representando un festejo popular, uno de los temas predilectos de este autor. El cuadro perteneció a los duques de Medinaceli tras ser adquirido por el IX duque, probablemente durante su estancia como embajador en Roma entre 1687 y 1696, mencionándose en el inventario de sus bienes como una pintura de «Bruguel con la fiesta de San Martín y sus hijos», tasada en la elevada suma del momento de 8.000 reales.

Esta obra demuestra la probable influencia de los comerciantes flamencos en la nueva sociedad que surge en La Palma. En ese sentido, María Victoria Hernández indica que junto a la imaginería y las artes suntuarias, la presencia flamenca en La Palma legó asimismo algunas muestras folclóricas, entre las que persiste la celebración otoñal de san Martín. "La Palma se convierte, de este modo, en la única isla canaria en celebrar a San Martín en una fiesta pagana regada por los variados y ricos caldos criados en sus tierras", indicó la consejera.

En la víspera de san Martín, advocación que en La Palma no contó con imagen, ermita, función religiosa ni procesión, los palmeros continúan todavía hoy conmemorando la apertura de las pipas del vino recién curado. A finales del siglo xix, durante su estancia en La Palma, el periodista y escritor lanzaroteño Isaac Viera y Viera (1832-1941) nos dejó el mejor retrato de esta estampa, que guarda grandes similitudes con el espíritu lúdico representado en la obra de Brueghel:

«El día de San Martín se abren las bodegas en la antigua "Benahoare": suenan los populares guitarrillos y comienza la algazara de la gente alegre, desde que la noche tiende sus velos. Los palmeros pobres y ricos se dan cita al ocultarse el sol tras los empinados montes, para celebrar la fiesta de Baco, no con pan ázimo ni coronando su frente con los pámpanos de las vides, a usanza de los antiguos griegos, sino escanciando varias copas de lo blanco y de lo tinto […]. La gracia, la donosura y la agudeza de ingenio se derrochan en esas veladas, que recuerdan los regocijos de las bacanales helénicas».

 

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