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Los Llanos de Aridane

Las Rosas: El cementerio que nunca tuvo flores ... ni difuntos

Los geólogos Telesforo Bravo y Juan Coello determinaron que había problemas en la cimentación de la obra

El cementerio de Los Llanos de Aridane que nunca llegó a emplearse.

Por finado nuestros cementerios se llenan de personas que recuerdan a sus seres queridos depositando flores en las lápidas. Un gesto en memoria de los familiares, amigos o conocidos que ya no están. Existe en La Palma, en Los Llanos de Aridane, un camposanto que nunca vivió un finado porque no llegó a abrir sus puertas, pese a estar totalmente construido: Las Rosas.

Si duda, se trata de uno de los cementerios que más polémica han desatado. Tuvo dividida a la opinión pública de Los Llanos de Aridane a finales de los setenta y principio de los ochenta del siglo pasado sobre la idoneidad o no de abrirlo, hasta el punto de que el entonces alcalde, Carlos Francisco Lorenzo Navarro, planteó convocar un referéndum para que los vecinos decidieran qué hacer con él, en medio de una agria polémica entre el Gobierno municipal centrista y el PSOE. Consulta que jamás llegó a producirse.

Pero hay que remontarse mucho más atrás en el tiempo para rastrear la historia de este cementerio fallido, que todavía existe en la montaña de Las Rosas. Fue alrededor de 1953 cuando Los Llanos de Aridane decidió esta ubicación para construir el cementerio. Con este fin, en 1965, adquirió 21.713 metros cuadrados de terreno para construir un nuevo cementerio municipal en la montaña de Las Rosas, según los datos aportados por la Cronista Oficial del municipio, María Victoria Hernández.

En 1973 ya se encontraba redactado el proyecto por los arquitectos Rafael Daranas Hernández y Luis Miguel Martín Rodríguez, donde se contemplaba la construcción de 630 nichos y 93 tumbas. Las obras se dieron por terminadas en 1978, con una inversión de unos 40 millones de pesetas.

Pero el cementerio, que era una necesidad urgente del municipio, porque el de la iglesia se encontraba saturado (el periódico ABC llegó a publicar una noticia, facilitada por la agencia Cifra, en la que denunciaba que los vecinos de Los Llanos de Aridane no tenían dónde enterrar a sus difuntos  y tenían que llevarlo a otros municipios), no era apto para ponerlo en funcionamiento.

A la configuración escalonada que tenía, que obligaba a subir multitud de escaleras para los nichos más altos y la dificultad, por tanto, del traslado de los féretros; se sumaba el elevado coste que representaba la realización de los accesos y las mejoras que requerían las nuevas normas sanitarias. Motivos que echaron finalmente para atrás a las autoridades municipales. A todo ello hay que sumar las quejas por su impacto paisajístico que empezaron a producirse por los sectores ecologistas florecientes a principios de los ochenta.

El Ayuntamiento incluso llegó a solicitar un estudio a los geólogos Telesforo Bravo y Juan Coello por la aparición de grietas en los nichos en 1980, que determinaron, según recogen las crónicas del momento, que dichas fracturas, que comunicaban aire entre ellos y con el exterior, era debido al asentamiento irregular de la obra por una inadecuada cimentación.

Circunstancias que llevaron a la ampliación y modernización del cementerio de Las Manchas, que se convirtió en el camposanto que Los Llanos necesitaba. Mientras que el de Las Rosas quedó, para siempre, durmiendo el largo sueño de los justos.

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